L’AMOR VENIA EN TAXI ★★★★✩
Idea original: Jordi Milán
Dirección musical: Xavier Mestres
Intérpretes: Anna Barrachina, Xavi Tena, Maria Garrido, Nuria Benet, Montse Amat, Bernat Cot, Oriol Burés, Laia Piró, Toni Sans, Victor G. Casademunt, Rubèn Montañá, Albert Mora, Ariadna Clapés, Ferran Casanova, Xavier Mestres, Helena Capdevila, Xavi Sánchez, Jan Espinach Rota
Lugar y fecha: Teatro Romea (30/IX/2025)
¡La Cubana ha vuelto! Regresa a su versión más brillante y al teatro donde se cobijó por primera vez para escenificar con La tempestat una película de catástrofes. Han superado con creces la zona gris del gran reciclaje de Adeu, Arturo. Jordi Milán dice que L’amor venia amb taxi (título prestado de la comedia de Rafael Anglada) es un homenaje al teatro de aficionados, ese pilar del teatro catalán que sigue muy vivo en el Foment Hortenc o el aula de teatro de exalumnos de la Escola Pia Sant Miquel. Se queda muy corto en su anuncio. Este gozoso espectáculo es además un emotivo tributo a la Barcelona popular que empieza a adentrarse en el desarrollismo (1959). La ciudad de patios, parroquias y vecinos de Una vella, coneguda olor de Benet i Jornet o Un jardín abandonado por los pájaros de Marcos Ordóñez.
Y además es una celebración del Paral·lel, de sus teatros de barraca, sus picardías, cuplés y varietés, de sus reyes y reinas. Como si la notable exposición comisariada por Xavier Albertí y Eduard Molner en el CCCB cobrara peripatética vida escénica. Mientras el público acompaña durante nueve meses a una compañía de aficionados y ve cómo monta su función única, con todas las dificultades y tropiezos de la vida y la humanidad, se suceden los números musicales de Alady, la Bella Dorita, Pilar Alonso, Josep Santpere, Escamillo o Los Vieneses. Todo un backstage musical a la barcelonesa.
La Cubana, en un momento del espectáculo
Y en este pozo sin fondo de los homenajes aún hay sitio, como en el bolso de Mary Poppins, para los oficios del teatro desaparecidos (los apuntadores), o para la rica tradición catalana de los telones pintados, representada por la obra de los Germans Salvador, continuadores de la maestría de Josep Maria Mestres. Un escenario que pasa de la desnudez de los ensayos a la fiesta de la perspectiva forzada, delicadamente iluminada por Kiko Planas. Entre ambos mundos, fantásticas “cubanadas”, como la adoración procesional al tresillo –como la del Santo Chumino Rebelde de Málaga en versión capitoné– o la maravilla en dos dimensiones de La reina ha relliscat –sin más explicaciones, aplaudan esa visión–, la transformación de Cançó d’amor i de guerra en un Violetas imperiales a la catalana, o los guiños al musical de allende los atlánticos como Les girls u On the town.
Y además es una celebración del Paral·lel, de sus teatros de barraca, sus picardías, cuplés y varietés, de sus reyes y reinas
La compañía actual quizá no transmite la singularidad de los rostros familiares, aunque ahí está Oriol Burés en un rol plumífero entre Roger de Bris y Divine que pide foco. Pero no se echa mucho de menos con una dirección de actores que rebaja sustancialmente la astracanada de los personajes. Milán siempre quiere a sus criaturas, pero ahora además las cuida como un recuerdo preciado. Como si las Teresines –sentadas en el patio de butacas la noche del estreno– se hubieran quitado sus lacadas pelucas.
