Barcelona es una ciudad violenta y peligrosa, o eso parece según algunas voces amplificadas por el algoritmo. No solo eso, sino que todo está pensado para el disfrute de los nuevos ricos, a menudo extranjeros en visita o residencia, ¿no? Quizá hacen rimar la historia, que nos recuerda que eso fue así, pero con una guerra mundial fuera y una soterrada en la ciudad: los años del pistolerismo, especialmente entre 1917 y 1923, cuando en la ciudad había, según la prensa, “un millón de pistolas dispuestas a matar”, con bandas sindicales de pistoleros anarquistas o de la patronal sin escrúpulos: más de 400 muertes solo en la ciudad. También fuera de Barcelona, claro, como el asesinato del empresario Théodore Jenny en Sabadell o, en Badalona, el sindicalista Joan Mongay.
La teórica neutralidad española en la Primera Guerra Mundial había favorecido el enriquecimiento exponencial de la burguesía –Barcelona se había convertido en un nido de espías– mientras las clases subalternas sufrían aún más miseria y la lucha obrera se organizaba. “Durante seis años arraiga en Barcelona toda una cultura de la violencia. Abrías La Vanguardia, La Veu de Catalunya o la Solidaridad Obrera y encontrabas que habían asesinado a un patrón o a un sindicalista”, asegura David Revelles, coautor con Jesús Martínez de El pistolerisme a Barcelona. Laberint de sang i plom, 1917-1923 ( Efadós), en que hacen un recorrido global de la época con datos, documentación y muchas imágenes, ya sean fotografías icónicas de Josep Brangulí o Gabriel Casas i Galobardes o ilustraciones de Opisso.
Obras como ‘Set bales en la nit’ o ‘El pistolerisme a Barcelona’ nos llevan a una ciudad entre la opulencia y la miseria
Hablamos con ellos en el hotel más antiguo de Barcelona, el Cuatro Naciones, en la Rambla, allí donde entonces la opulencia de los ricos –abren cabarets, llegan prostitutas de todo Europa, la cocaína y la morfina se ponen de moda entre la jet set– se tocaba con la miseria de los trabajadores, que veían cómo los precios no paraban de subir, con productos básicos como el pan, el carbón, el pescado, el aceite o las patatas que se habían encarecido más en un 50%. La llamada “crisis de subsistencias” estalla en 1918 en una revuelta de mujeres promovida por Amàlia Alegre. Revelles recuerda nombres como los de Micaela Chalmeta, Roser Dulcet o Llibertat Ròdenas, fundamentales pero a menudo puestos en segundo plano y desconocidos incluso, por sus familias. “Sin las mujeres, que se hacían cargo de todo y se ayudaban, no habrían podido aguantar huelgas monumentales como la de La Canadenca, en 1919, gracias a la que se estableció por primera vez la jornada de ocho horas”, asegura Martínez.

David Revelles y Jesus Martínez, periodistas y escritores, en el hotel Cuatro Naciones
La conflictividad crece, dice Martínez, porque “las ideologías de izquierdas y libertarias veían posible la utopía tras la revolución rusa, a la vez que se fortalecía el conservadurismo de los de Dios, patria y rey ”, el lema carlista. Hay crímenes en ambos lados, asesinatos de industriales como Josep Albert Barret o el excomisario Manuel Bravo Portillo –sirvió como espía, organizó atentados y formó la Banda Negra–, de sindicalistas como Pau Sabater o Josep Canela. A menudo víctimas o asesinos pertenecían al sindicato Únic –anarquista– o al Lliure –promovido por la patronal–, a veces auténticas bandas armadas. Atentados como los del music-hall Pompeya, con ocho muertos, o a la fábrica de género de punto de Juan Ferré. Obreros, patrones, cocineros, linotipistas... y grandes figuras de la izquierda como el abogado laboralista Francesc Layret –en 1920– y el líder sindical Salvador Seguí, el Noi del Sucre –1923–, dos de los que denunciaban la violencia.

Algunas de las pistolas que circulaban durante los años del pistolerismo
“Era como cuando imaginamos los momentos más violentos de Chicago, pero con política y lucha social”, remacha Revelles, mientras su compañero –preparan una exposición en el Museu d’Història de Catalunya– hace una reflexión actual: “Aunque la miseria no es la misma, no es nada fácil para millares de riders o para tantas mujeres migrantes, pero en cambio al patrón ya no lo vemos, porque es un algoritmo, el mismo algoritmo que ha matado las redes de solidaridad, el compromiso de comunidad y de clase”. De hecho, insiste en que “el discurso de Primo de Rivera para justificar su golpe de Estado hoy suena a trumpismo, cuando miente sin dudar o justifica que hay que ‘liberar la patria de los profesionales de la política’”. “Pero aquel conflicto se cerró en falso con la dictadura, y cuando llegó la Guerra Civil, los libertarios se tomaron la revancha”.

Francesc Layret
El escritor y periodista Xavier Vidal ve “dos situaciones análogas entre aquel momento y el procés, con una suspensión de las libertades constitucionales porque una revuelta del pueblo quiere cambiar el statu quo ”. Vidal se sumergió en el periodo para escribir Set bales en la nit (Columna), una novela sobre el asesinato de Layret, un hombre a quien “Barcelona le debe un homenaje, no hay nadie que se le pueda comparar”. ¿Por qué lo mataron? “Se convirtió en un peligro porque estaba a punto de unir el catalanismo de Companys, el sindicalismo de Seguí y el socialismo”. Pero la barra libre del gobernador civil impuesto por Alfonso XIII, Severiano Martínez Anido, lo arrasa todo: revitalizó y armó al somatén, financió a pistoleros y aprovechó la ley de fugas para tener impunidad total para matar sindicalistas.