Hispanidad, el festival que organiza por quinto año consecutivo la Comunidad de Madrid con motivo de la fiesta nacional de España del 12-O, tuvo ayer su plato fuerte con el concierto gratuito de la reina de la música latina, Gloria Estefan, en la plaza de Colón.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y la cantante cubano-estadounidense Gloria Estefan este domingo en Madrid
“¿Cuántos son latinoamericanos? ¿Cuántos son españoles?”, preguntó la artista nada más empezar. La multitud respondió con griteríos que señalaban igualdad en el marcador. Mitad y mitad.
Con independencia del pasaporte, el público era mayormente el que se espera un domingo al mediodía, gente que el sábado por la noche ya no arriesga y que el domingo alcanza el clímax con el postre del almuerzo, fans y curiosos que cuando abandonan un concierto lo dejan tan o más limpio que como lo encontraron.
La reivindicación política quedó aparcada mientras sonó la música por los altavoces
Estefan cumplió escrupulosamente con el encargo de Isabel Díaz Ayuso. Se prodigó en loas a la lengua castellana, a las raíces comunes y al hermanamiento de la gran comunidad latinoamericana con naturalidad y sin empachar, consciente de que lo que ansiaban sus seguidores era aclamar su inacabable colección de éxitos que todos se saben de memoria.
Lo que esperaban las decenas de miles de cuerpos presentes en Colón era salsa, azúcar.
A medida que avanzó el espectáculo, los que no se movían eran impelidos por el resto, más motivado, a dejarse ir.
Cuando sonó Ayer –“¡Levántense, que la vida es corta! ¡Alégrense, que todo lo demás no importa!”– unas cubanas sacaron a bailar al cronista, que, hay que decirlo, lo intentó con más voluntad que acierto.
La argentina afincada en España Nathy Peluso y Gloria Estefan cantaron juntas “Chirriqui Chirri”
¿Banderas? Pocas. Las hubo y variadas, pero escasísimas en número. Será que los conciertos no las necesitan, ni siquiera cuando estos son desde el principio al final un canto reivindicativo de las raíces: “Orgullosos de dónde venimos, mi gente, llévenlo siempre como bandera”, exhortó la artista. Mi tierra y Cuba libre , en el tramo final del concierto, remacharon el clavo de la pertenencia.
Estefan le cantó también al amor. Con los acordes de Con los años que me quedan invitó a su marido al escenario y, para envidia de la mayoría de los que allí estábamos –eso dicen las estadísticas–, la cantante se recreó explicando con detalle las bondades de su matrimonio: 47 años de casados y 49 juntos. Esta proeza fue tan celebrada como la canción.
El guiño a la familia no acabó ahí. Se subió también al escenario su hija, Emily Estefan. Esta, tras proporcionar la información de servicio de que le gustan las señoras, interpretó un par de temas que dieron descanso a su madre a la par que demostró ser una excelente percusionista.
Hubo también sitio para el amor amical. La argentina afincada en España Nathy Peluso y Gloria Estefan cantaron juntas Chirriqui Chirri y la temperatura de la cálida mañana madrileña subió unos grados más, puede que lo mejor del concierto. Ni el sonido ni la producción audiovisual que permite seguir con detalle un macroconcierto estuvieron a la altura, pero ya sabemos que a caballo regalado no hay que mirarle el dentado. Lo político, ya queda dicho, quedó aparcado mientras sonó la música por los altavoces.
Que Ayuso vende Madrid como destino ideal para todas las grandes fortunas de Sudamérica y también para el resto de los inmigrantes de habla hispana –hay que mantener engrasado el modelo de crecimiento por el que apuesta su Gobierno (el mismo que el del PSOE para toda España en inmigración)– es un hecho. Que el concierto de Gloria Estefan solo fue un concierto, también.