Un tesoro oculto durante 155 años se muestra por primera vez en la catedral de Siena

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El templo de la ciudad toscana muestra al público excepcionalmente el mosaico de la Esperanza que ha permanecido cubierto desde su creación, una metáfora a los tiempos que corren

Vista aérea de parte de los mosaicos de la catedral de Siena

Vista aérea de parte de los mosaicos de la catedral de Siena

Duomo de Siena

“Ahora las desgracias de los hombres de bien son una dicha para los malvados: se alegran con leyes monstruosas; el pudor ha desaparecido, mientras que la impudicia y la insolencia, tras vencer a la justicia, dominan toda la tierra. Se extinguió la estirpe de los hombres piadosos y ya no reconocen los preceptos ni la piedad”, escribió el poeta Teognis de Mégara entre los siglos V y VI aC como si se tratara de una especie de oráculo que se cumple una y otra vez. Como en estos momentos. La guerra en Gaza, una política internacional cada vez más desconcertante o la alarmante involución social siguen ejemplificando sus palabras más de 2.500 años después.

“La Esperanza es la única diosa clemente que habita entre los hombres, las demás se marcharon al Olimpo abandonándolos”, apuntó el sabio griego en otro de sus poemas gnómicos. La Esperanza, esa Elpis griega, el único viento que quedó atrapado en la caja de Pandora, nunca se desvanece. Ni entonces ni ahora. Spes Ultima Dea (Esperanza, la última diosa) dijeron de ella los romanos. Y aquí sigue. Aunque a menudo permanezca oculta en el fondo de la caja o escondida en otros lugares, como en el famoso pavimento de la catedral de Siena, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995.

El mosaico siempre oculto de la Esperanza en la catedral de Siena

El mosaico siempre oculto de la Esperanza en la catedral de Siena

Alessandro Franchi / Duomo Siena

Hermes Trismegisto, ese sabio legendario alabado por el neoplatonismo da la bienvenida a los visitantes del elegante duomo del gótico toscano. Su figura y lo que significa, una especie de continuidad entre el conocimiento antiguo y el de los hombres del Renacimiento, protagoniza la primera escena de la nave central. Hasta 56 taraceas dibujadas en fragmentos de mármol cubren los 1.300 metros cuadrados de superficie del templo cristiano. La más antigua, que representa la Loba de Rómulo y Remo, símbolo también de la ciudad de Siena, se ejecutó en 1370, y el trabajo de todas ellas se alargó durante cinco siglos. 

“Este pavimento es único en todo el mundo”, apunta la historiadora Marilena Caciorga, autora de Un libro di marmo, el gran estudio sobre esta magna obra. “Su belleza no es solo estética, sino que también es muy significativo el camino simbólico que propone, un recorrido que empieza con los filósofos antiguos”, explica antes de recordar la influencia que ejerció la academia neoplatónica de Marsilio Ficino en el discurso simbólico que acabó adquiriendo el mosaico. 

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“La visión general del pavimento puede representar un momento silencioso de reflexión personal, olvidando, al menos momentáneamente, nuestras carreras agitadas y nuestras preocupaciones cotidianas, buscando el sentido que cada uno de nosotros quiere dar a su propia vida”, expresa el historiador Giovanni Minnucci, responsable de la Obra del Duomo de Siena.

Vista del interior de la catedral de Siena desde la cúpula

Vista del interior de la catedral de Siena desde la cúpula

Lensini

Entre tantas figuras de filósofos, sibilas, profetas y simples mortales que atraen cada día miles de visitantes a Siena también hay un lugar para la Esperanza en el pavimento de la catedral. Pero, como si de una ironía del destino se tratara, ha permanecido oculta desde su creación, esperando su momento, que por fin ha llegado. El azar ha querido que su primera aparición pública, con motivo del Jubileo de la Esperanza que se celebra este año, coincida con estos tiempos tan convulsos que vivimos. Casi como si quisiera reivindicarse.

Como si de una ironía del destino se tratara, la Esperanza ha permanecido oculta desde su creación

Creada en 1870 por Leopoldo Maccari, Giuseppe y Antonio Radichi a partir de un cartón de Alessandro Franchi, la taracea de la Esperanza muestra la clásica iconografía de esta virtud teologal: una figura femenina con las manos unidas junto al pecho, la mirada elevada hacia el cielo y con un ancla para que la humanidad pueda aferrarse. “Forma parte de un ciclo junto a las otras dos virtudes, la fe y la caridad, además de una bellísima figura velada que representa la religión”, detalla Caciorga. 

El mosaico de la Esperanza de la catedral de Siena se volverá a ocultar el 15 de octubre

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Sílvia Colomé

Otra paradoja del destino: la Esperanza se encuentra justo a la entrada de la capilla de la Virgen del Voto, uno de los lugares más venerados y, a la vez, más transitados de la catedral, lo que en principio debía potenciar su visión pero que acabó provocando su ocultación. 

En este oratorio, además, se exhiben dos esculturas de Bernini, el gran maestro del barroco, que representan la Magdalena y San Jerónimo. “Este es el espacio sacro más importante y para evitar que el gran número de devotos que lo visitan a diario dañe el mosaico, desde siempre se optó por mantenerlo cubierto”, revela la historiadora. 155 años bajo un tapiz. Nunca visto hasta ahora. Y tras varias semanas expuesto al público, volverá a cubrirse el 15 de octubre, lo que no significa que ese día desaparezca la esperanza de Siena.

La pequeña escultura de la Esperanza creada por Donatello en el baptisterio de Siena

La pequeña escultura de la Esperanza creada por Donatello en el baptisterio de Siena

Sílvia Colomé

Coincidiendo también con el jubileo, la catedral ha restaurado otra Esperanza, la creada por el primer escultor del Renacimiento, Donatello, y que forma parte del conjunto escultórico del baptisterio. Se trata de una pequeña y delicada figura de bronce dorado, que se muestra mucho más activa que la figura marmórea de la catedral. Alada y predispuesta a ejercer su cometido, aparece a punto de alzar el vuelo. “Mientras uno viva y contemple la luz del sol siendo piadoso con los dioses, que persevere la Esperanza”, escribió ya algo más optimista Teognis de Mégara, porque al fin y al cabo, la esperanza siempre está allí, aunque a veces las circunstancias provoquen que la perdamos de vista bajo una alfombra.

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