La retirada de los tres fundadores del Sónar del festival que alumbraron en 1994 se ha vivido entre la sorpresa, el reconocimiento e incertidumbre sobre el futuro que le aguarda al festival de música avanzada, un apellido que llegó antes que el propio nombre y que se quedó corto a medida que se fueron añadiendo a la mezcla original nuevos campos como la tecnología o el arte.
“Me mudé a Barcelona después de haber asistido a mi primer Sónar”, recuerda José Luís de Vicente, que fue director del Sónar +D durante la primera década de este congreso tecnológico asociado al festival. “El Sónar era un espacio de libertad donde se mezclaba todo, las fiestas con el pensamiento, lo radical y lo experimental con lo popular”, una fórmula copiada internacionalmente por instituciones de la talla del MoMA que ha sido posible, señala, “por Barcelona, por su carácter, sus instituciones y administraciones”, aunque primero de todo, apunta, se debe al buen hacer de Ricard Robles, Enric Palau y Sergio Caballero.
“Han mantenido un diálogo constante y muy claro acerca de cómo querían que fuera el festival”, apunta De Vicente sobre el triunvirato, en el cual Palau era “el más dialogador con los artistas”, mientras Caballero aportaba “su lado imaginativo, con el Sónar como paisaje”, mientras que destaca a Ricard por la red de complicidades que tejió entre política, administraciones, medios de comunicación e industria: “Tenía una gran capacidad para equilibrar y mediar en las relaciones entre tantos agentes”.
La sincronización de tres caracteres tan distintos es uno de los puntos fuertes destacados por todos los que acompañaron al Sónar en su historia. “Son un trío difícilmente repetible, porque se entienden muy bien pero son completamente diferentes uno del otro”, destaca Josep Ramoneda, director del CCCB cuando allí se celebró la primera edición del festival. “Recuerdo que lo pasamos muy bien, y aunque aquella música no me entusiasmaba, había cosas que nos atrapaban a todos”.
Ferran Mascarell: “El día que vinieron con el nombre de Sónar dije, tíos, lo tenéis, adelante”
Por la misma época comenzó la relación con Ferran Mascarell, que destaca cómo se complementaban “el orden racional de Palau, la capacidad comunicativa de Robles y la pequeña locura de Caballero”, que aparecieron “con una idea bastante clara de lo que querían” para confluir con una administración que creyó en ellos. “Nos encontramos con una gente atrevida, con ideas nuevas y ganas de hacer cosas”, recuerda Mascarell, “fue una confluencia buena para la ciudad y con ambición global”. Entonces en la SGAE, el exconseller de Cultura se encargó de impulsar la primera edición del festival cuando aún no tenía nombre: “Vinieron con el subtítulo, Festival de Música Avanzada, y les dije que tenían que seguir buscando. El día que vinieron con el nombre de Sónar dije, tíos, lo tenéis, adelante”.
“Supieron combinar hedonismo y cultura”, destaca el crítico musical de La Vanguardia Ramon Súrio, que recuerda cómo Ramoneda se resistió a dejarles marchar del CCCB “incluso cuando estaba masificado”. Robles, periodista, y la dupla Palau-Caballero, con sus proyectos musicales, “crearon una marca que se suponía vinculada al mundo de la electrónica, pero comenzaron a introducir elementos que atraían a un público no estrictamente electrónico”. Así fue como trajeron a Daft Punk por primera vez a España, en un concierto en el polideportivo de la Mar Bella, que llenaron mientras trataban de evitar que se colara la gente.
Santiago Carrillo, director de la revista Rockdelux, también destaca la capacidad del trío para mezclar lo innovador con lo popular, “supieron potenciar la electrónica, que en los 90 parecía que iba a acabar con el resto de músicas, y vender un producto único, diferencial en cuanto a evolución mezclándolo con el concepto de músicas avanzadas, aunque había estilos que lo eran y otros que no eran avanzados en absoluto”.
De un modo u otro, vendieron la imagen de Barcelona en el mundo, “supieron mezclar el papel de buenos gestores musicales y el de comerciantes, supieron vender el Sónar tanto en las instituciones públicas y privadas como a nivel internacional, lo hicieron de manera espectacular”. De ahí que Carrillo sitúe al Sónar, junto al Primavera Sound y el FIB de Benicàssim como uno de los tres festivales “más importantes que ha habido en España”.
Lluís Torrents: “Fueron innovadores y revolucionarios a partir de un concepto de hacer cultura que llegara a todo el mundo”
Este salto a las grandes ligas se produjo, literalmente, “desde la nada”, como destaca Lluís Torrents, codirector de la sala Razzmatazz. “El panorama musical en Barcelona era desértico hace 30 años, sobre todo en materia de música electrónica y avanzada”, remarca el también presidente de la Associació de Sales de Concerts de Catalunya (Asacc). En aquel erial fue donde brotó “algo irrepetible, un festival que apuesta por la cultura de club, además con una pata de día y una de noche, algo que mucha gente no entendía por aquel entonces”. Una cita que además se abría a la tecnología mientras incluía propuestas como el Sónar Kids, sin olvidar las propuestas comunicativas de Sergio Caballero. “Fueron innovadores y revolucionarios a partir de un concepto de hacer cultura que llegara a todo el mundo, sin priorizar el mercantilismo”.
De lo que significó la innovación del Sónar habla Jordi Sellas, director artístico del Ideal, que destaca la contribución decisiva del festival al sector de las artes digitales en Catalunya. “Lo que ellos han creado ha permitido que el arte digital esté en el primer nivel mundial”, destaca a la vez que reconoce que la marcha de los actuales directores representa “el final de una época” que se contempla con nostalgia pero, a la vez, con optimismo por el legado que dejan.
La capacidad de exportar el talento local es lo que más destaca Valentí Oviedo, director de la Fundació Gran Teatre del Liceu, por la capacidad “de conectar con la ciudad conectando la electrónica con otras músicas e instituciones como el Grec o L’Auditori”. Esta mezcolanza ha impedido que el festival se convirtiera en “una burbuja aislada” de música electrónica, además de convertirla en cultura en sí misma mediante un festival que, desde sus orígenes en Ciutat Vella, se ha extendido por el mundo, prueba de que “es posible ser global desde la proximidad y el talento local”.
En la misma línea elogiosa se ubica Xavier Marcé, regidor de cultura del Ajuntament de Barcelona, que destaca la capacidad de Robles, Palau y Caballero para “inventar” un festival de música “de los más importantes del mundo”, que a su vez proyecta la ciudad a escala internacional. “Ha tenido unas derivadas esenciales para establecer las relaciones entre música y audiovisual, así como su hibridación con otros ámbitos. El papel de Barcelona en el campo de la música no se explicaría en buena parte sin el Sónar”, de ahí que considere merecido un homenaje por parte de la cultura a sus tres fundadores.
Pepe Ribas: “Me gusta que los cuatro hayan tomado la misma decisión, es la consecuencia de lo que han compartido, vivido sufrido y padecido”
El secreto para haber creado el Sónar es “trabajo, trabajo y trabajo”, afirma Pepe Ribas, director de la revista Ajoblanco donde tuvo a Ricard Robles bajo su mando, propiciando su viaje a la Expo de Sevilla de 1992 para entrevistar a Los Rinos, esto es, Palau y Caballero, que trabajaban en la feria internacional. “Se cayeron muy bien y, tras algunas dudas, finalmente Ricard se atrevió con el proyecto”. De Robles destaca su interés por conocer el funcionamiento de otros festivales en el exterior, y la libertad para ir “a su aire”, además de la comprensión entre ellos, también con Ventura Barba, cuarta pata de la dirección, que abandonará el Sónar a final de año. “Me gusta que los cuatro hayan tomado la misma decisión, es la consecuencia de lo que han compartido, vivido sufrido y padecido”.
Discretos en su adiós, el cuarteto se ha limitado a emitir un comunicado donde agradecen los 32 años de festival “al talento y la dedicación de las comunidades creativas que lo han acompañado, al equipo humano que ha impulsado el proyecto con pasión, a la ciudad de Barcelona que nos ha acogido e inspirado y al público fiel que nos ha apoyado año tras año”.
“Del Sónar, no sé si podemos decir hoy que va a seguir existiendo en Barcelona dentro de 20 años”, reflexiona José L:uis de Vicente
La conexión con la sociedad es el punto en el que más insiste De Vicente, para quien el Sónar es “una de las grandes instituciones culturales de España, tan importante como cualquier museo”. Es por ello que espera una participación activa de las administraciones públicas para defender su legado. “El relevo generacional es necesario, y es importante que proyectos como éste trasciendan a sus fundadores, es la única manera de que sigan adelante”, comenta para remarcar que es un tema que a partir de ahora “no implica solamente a sus fundadores” y recuerda la importancia del papel que jugará la ciudad de Barcelona. Como ejemplo pone acontecimientos como la Bienal de Venecia, el Festival de Cine de San Sebastián o el de teatro de Edimburgo, “proyectos de una centralidad absoluta en sus ciudades, que no los discuten”. Del Sónar, en cambio, “no sé si podemos decir hoy que va a seguir existiendo en Barcelona dentro de 20 años”.
El motivo de esta incertidumbre es la propiedad del festival en manos del fondo Superstruct, que lo aleja de la gestión pública. Una venta que tuvo que ver con las dificultades que tuvieron con la Fira de Barcelona para negociar anualmente los espacios en los que tenía lugar el festival. “La dureza de las negociaciones con la Fira fue una de las razones que les llevó a vender las acciones”, lamenta Pepe Ribas. “Se jugaban mucho dinero cada año, y ellos eran gente de cultura, no de dinero, para ellos lo básico era el trabajo y la honestidad. Que los cuatro se marchen juntos muestra la dignidad de estas personas”.
“El Sónar tiene unos propietarios”, recuerda Marcé, que prefiere esperar a saber cómo afecta al festival la salida de sus fundadores. “Debemos analizar qué propone el nuevo entorno empresarial para el futuro, y si esto implica algún cambio sustantivo”, añade, destacando que no se trata de un festival público, “aunque no puedo imaginarme que nadie quiera malbaratar este legado”. Las dudas vienen sobre todo acerca del Sónar +D, el festival sobre tecnología del Sónar que forma parte del mismo paquete pero “con una lógica diferente”, y es en este apartado donde el consistorio tiene sus principales complicidades, “incluso en términos de ayuda económica”. El Sónar +D también ha sido el principal vínculo con el Departament de Cultura de la Generalitat del festival, al que destacan por su “proyección internacional de país” y su trabajo con los artistas catalanes”.
“No podemos considerar que sea sencillamente una decisión de sus propietarios”, añade De Vicente, “también es una cuestión de la comunidad, de quienes hemos sido sus miembros, de los que nos hemos vinculado al festival, así como de las instituciones culturales de la ciudad. Han tenido una relación muy estrecha y no deberían desvincularse de él”.

