Asier Altuna: “Los vascos llevamos muy interiorizado eso de luchar por todo lo que nos rompieron”

Cine

El cineasta vasco adapta la novela de Kirmen Uribe sobre la vida real de Karmele Urresti

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El cineasta vasco Asier Altuna 

ANDER GILLENEA / AFP

La novela de Kirmen Uribe La hora de despertarnos juntos abarcaba la longeva existencia de la abertzale Karmele Urresti, que vivió hasta 2010. Karmele, su versión cinematográfica, arranca en los oscuros tiempos de la Guerra Civil y se prolonga hasta su regreso a España, una década después de dos exilios, en Francia y en Venezuela, en los que conoció a su marido, el trompetista Txomin Letamendi, al que da vida Eneko Sagardoy. Más allá de sus peripecias, lo que más impresiona de la película, que se estrena el 10 de octubre, es su exquisita puesta en escena, sobre todo en las coreografías de folklore vasco en las que Urresti, encarnada por una impresionante Jone Laspiur, participa para dar a conocer la causa vasca en las barbas de la dictadura. Un triunfo del cine vasco, que vive un momento de histórico esplendor en el año de la Concha de Plata de Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa. Lo celebramos entre pincho y pincho en el Festival de San Sebastián.

¿Cómo es que se planteó llevar a la pantalla la novela de Kirmen Uribe?

Me parecieron unos personajes muy potentes en una novela que, a priori, ya me pareció muy cinematográfica, con sus dosis de espionaje y Txomin tocando toda clase de música –jazz, salsa, folclore– en escenarios muy distintos. Lo primero que me contaron de esa historia fue que un pescador había prendido fuego a su propio barco porque no le dejaban salir a faenar, y pensé: es una imagen muy potente. Que alguien, por dignidad, queme lo que le da de comer, algo que ha construido con sus propias manos…

Una imagen de la película 'Karmele'

Una imagen de la película 'Karmele' 

Caramel

¿Le costó mucho adaptarla?

Le di muchas vueltas, porque nunca antes había adaptado un libro. Me encontré con una borrachera de secuencias y de imágenes... Luego también entrevisté a los hijos de Karmele, ya que en aquel momento vivían los tres –la hija mayor murió justo dos meses antes de empezar a rodar la película–, y me dieron muchos detalles sobre cómo Karmele había vivido todo aquello. Pero ya era demasiada información. Todo encontró su cauce cuando decidí que el punto de vista iba a ser siempre el de Karmele, a pesar de que Txomin tenía secuencias de espionaje realmente interesantes. Limitar la historia a diez años cuando la novela sigue hasta hoy en día, también me ayudó mucho y ahí ya empecé a disfrutar.

La música y las coreografías son increíbles, ¿ha intentado reproducirlas?

Sí, ahí también hubo mucha labor de documentación en cuanto al vestuario y al repertorio. La verdad es que ha sido una gozada haber podido rodar esta música coral que ahora mismo, sólo de pensarlo, ya me emociona. Poder acercarme a esas caras… Es algo muy nuestro, que hemos mamado desde pequeños.

Hasta entonces cineastas como Julio Medem, Enrique Urbizu o Álex de la Iglesia se fueron a Madrid. Ahora estamos viviendo un momento increíblemente bueno

Una imagen de la película 'Karmele' 

Caramel

Yo no entiendo de folclore vasco y también me emocioné por cómo está rodado. Parece cine ruso.

Es posible porque me encanta, y hay algunos guiños en ese sentido. Hubo mucha preproducción y pudimos ensayar mucho con los actores.

Jone Laspiur está arrolladora.

Y eso que no fue a la primera. Costó mucho reunir el casting. Ella siempre había tenido papeles muy oscuros. Nunca la habíamos visto sonreír...

La Guerra Civil, siendo un periodo muy visto, rara vez se ha rodado con gusto, ¿había ganas de superar eso?

Tampoco tenía eso de no voy a contar eso de esta manera, sino que los mismos personajes me fueron hablando... Creo que al público vasco le va a gustar, porque llevamos interiorizadas todas estas canciones y toda esa lucha por recuperar, desde la educación y desde la cultura, todo lo que nos rompieron y se acabó. Estar viviendo en una época de libertad, cultura y música en los años 30. Y de repente, pum, se cortó. 40 años. Hasta la recuperación de la lengua después de la dictadura, con ese sentimiento de que nuestros derechos habían sido sido muy vulnerados. Creo que es una peli importante en ese aspecto también, ya que permite entender muchas cosas.

“Hasta hace 20 años cineastas como Medem, Urbizu o Álex de la Iglesia se iban a Madrid. Ahora el cine vasco vive un momento increíblemente bueno”

Entre ellas, el origen de la lucha armada, ¿cree que puede volver tal y como están las cosas?

No, espero que no. Porque a través de las armas ya tenemos la lección de que no vale para nada. La película pone además de relieve la actitud de Karmele, que usa la cultura contra la guerra. Es decir, todo lo contrario, hay que ser humanistas. Yo siempre he mantenido una posición antimilitarista. La única esperanza me la da la cultura, la educación y todo eso. Igual suena ingenuo, pero a mí ya me sirve.

Una imagen de la película 'Karmele'

Una imagen de la película 'Karmele' 

Caramel

Karmele tiene algo de simbólico, porque aúna los cuidados y la cultura. Además era enfermera...

Ahí está. Total. Los cuidados y la cultura. Creo que en el Estado, donde no se tiene ese sentimiento, también puede gustar –salimos con 120 copias–, porque está contada de manera amable. Van a ver una propuesta fresca, diferente, además de hacer memoria.

¿Y qué lugar cree que va a ocupar la película en el cine vasco?

Es una película contundente. Llevamos muchos años aquí en el País Vasco dando pasitos para arriba. Nosotros ya rodamos en euskera la primera peli Aupa Etxebeste! En 2005, siempre con la sensación de que no podíamos acceder a mucho presupuesto, ya que el público era limitado y los actores estrella no estaban ahí. Así que sólo intentábamos hacer buen cine. Los Moriarti han roto mucho el techo del cine vasco: Handía, por ejemplo, demostró que se podía hacer una película de época, ambientada en el siglo XVIII y rodada aquí como si fuera Londres, y luego Loreak se posicionó de cara a los Oscar. Además compartimos muchos técnicos.

El cine vasco cada vez está mejor, ¿no?

Sí, ahora también tenemos a Paul Urkijo haciendo terror en euskera con unos presupuestos brutales, algo impensable hace 20 años. Hasta entonces cineastas como Julio Medem, Enrique Urbizu o Álex de la Iglesia se fueron a Madrid. Ahora estamos viviendo un momento increíblemente bueno con Estibaliz Urresola o Irati Gorostidi. Tenemos festivales y escuelas, y sobre todo la ayuda de las instituciones y de la televisión vasca. Nosotros empezamos a hacer cortos y al final pensamos, hostia, ¿se puede vivir de hacer cine aquí?

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