Cuatro asaltantes roban del Louvre joyas históricas de incalculable valor

Espectacular golpe en París

Los ladrones sierran y vacían dos vitrinas con alhajas de la corona de Francia

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La galería de Apolo del Louvre, que contiene las joyas de la corona de Francia, fue concebida por Luis XIV, el Rey Sol, y tiene 60 metros de longitud

STEPHANE DE SAKUTIN / AFP

París es desde hace años un imán para los robos espectaculares con botines de enorme valor. Pueden dar testimonio la influencer Kim Kardashian o las joyerías de superlujo de la Place Vendôme, pero lo ocurrido ayer en el Lou­vre, en pleno horario de visita, cuando unos individuos sustrajeron de sus vitrinas varias de las joyas más preciadas del patrimonio histórico nacional, las joyas de la corona de Francia, será recordado probablemente durante generaciones, igual que ocurrió con el célebre asalto al tren de Glasgow en 1963. El siglo XXI tiene ya su robo legendario. Los libros y las películas sobre el suceso están garantizados.

A Francia, convulsa por una crisis política interminable y que asistirá mañana a la entrada en prisión del expresidente Nicolas Sarkozy, otra sacudida colectiva, solo le faltaba ver cómo uno de sus mayores templos culturales era profanado de un modo tan sofisticado como fácil. La extrema derecha mostró reflejos para captar el espíritu del momento y tratar de sacar rédito político. El presidente del Reagrupamiento Nacional (RN), Jordan Bardella, habló de “una insoportable humillación para nuestro país”. “¿Hasta dónde llegará el desmoronamiento del Estado?”, se preguntó el delfín de Marine Le Pen.

Fue el propio ministro del Interior, Laurent Núñez, hasta hace pocos días prefecto de policía de la capital, quien ofreció los primeros detalles del robo en la galería de Apolo del museo durante una entrevista ya programada de antemano en la radiotelevisión pública. Núñez, un auténtico experto de la seguridad, la inteligencia y la lucha antiterrorista, no ocultó su perplejidad y destacó varias veces, ante el micrófono, el dato que más le llamaba la atención: todo ocurrió en siete minutos. El ministro subrayó que debía de tratarse sin duda de “profesionales experimentados”, franceses o extranjeros, y confirmó “el valor incalculable” de las piezas que se llevaron, no solo por tratarse de miles de perlas y piedras preciosas, sino por el legado histórico al que pertenecen. Núñez se arriesgó a predecir que hay buenas posibilidades de hallar a los autores, dado el despliegue policial en curso y la multitud de información que dejaron atrás, incluidas las imágenes de vídeo y los vehículos utilizados.

El modus operandi de los delincuentes –cuatro personas– delató una concienzuda preparación. Los hechos se desarrollaron entre las 9.30 h y las 9.38 h, cuando el museo ya estaba abierto. Después del robo, el Louvre fue cerrado durante toda la jornada, para desespero de quienes habían reservado un billete, en gran parte turistas.

Los expertos temen que las miles de piedras preciosas sean desmontadas de las piezas y vendidas

Se cree que dos de los asaltantes llegaron en un camión dotado de un elevador y los otros en potentes motocicletas. El elevador les sirvió para subir hasta una ventana del primer piso, cuyo cristal cortaron de manera limpia con una sierra eléctrica de disco. Emplearon la misma herramienta para abrir agujeros en las gruesas vitrinas de la galería de Apolo que habían seleccionado. En imágenes tomadas por un móvil y mostradas por la cadena BFMTV se veía a uno de los asaltantes, con un chaleco amarillo, serrando la vitrina con tranquilidad, sin que nadie se opusiera.

La sala escogida por la banda criminal alberga las joyas de la dinastía Napoleón y de otros soberanos franceses. Fue construida según los deseos de Luis XIV, el Rey Sol, y es, por sí misma, una maravilla artística. Tiene 60 metros de longitud. Las pinturas de su bóveda dorada corrieron a cargo de Le Brun y Delacroix.

La alarma sonó a las 9.37 h, y el comando abandonó el Louvre un minuto después, a bordo de las motocicletas. En su huida se les cayó uno de los elementos principales del botín, la corona de la emperatriz Eugenia de Montijo, la aristócrata española que se casó con Napoleón III, una pieza que quedó dañada. Solo esa corona lleva más de 1.300 diamantes.

Entre los otros ocho objetos sustraídos figuran unas diademas de las reinas María Amelia y Hortensia y un collar de zafiros de las mismas monarcas, así como pendientes. Se llevaron asimismo un collar de esmeraldas del conjunto de joyas de María Luisa, la segunda esposa de Napoleón I tras divorciarse de Josefina. Ese collar está compuesto por 32 esmeraldas y 1.138 diamantes. Otro objeto robado es un broche relicario de la misma María Luisa.

En la huida los ladrones perdieron una de las estrellas del botín, la corona de la emperatriz Eugenia de Montijo

El presidente de la República, Emmanuel Macron, expresó su “indignación y tristeza” por el robo y pidió a las autoridades “máxima transparencia” en el manejo del caso. Desde el Elíseo se puso énfasis en que “la protección del arte francés es una cuestión de Estado”.

Los expertos consultados por los medios franceses temen que estas joyas sean desmontadas y se vendan por separado las piedras preciosas que contienen, haciendo mucho más difícil su localización. La venta de las joyas completas levantaría de inmediato la sospecha de hipotéticos compradores.

La presidenta del museo, Laurence des Cars, felicitó al personal de seguridad por haber seguido al pie de la letra el protocolo y haber actuado con sangre fría y profesionalismo. Los agentes presentes, que no iban armados, no intentaron enfrentarse a los ladrones, sino proteger al público y pedir ayuda. Des Cars advirtió que las bandas especializadas en este tipo de robos ponen en evidencia que “los museos ya no son santuarios”.

La ministra de Cultura, Rachida Dati, quiso cubrirse las espaldas al recordar que existe desde hace más de cuarenta años un problema general de seguridad en los museos franceses que ningún gobierno ha abordado en serio. Dati no mencionó que Des Cars le había enviado una carta a principios de año, cuya revelación causó un escándalo, denunciando las graves deficiencias estructurales del Louvre. Sus empleados realizaron también una huelga en junio en protesta por las cuestiones de seguridad.

Lo ocurrido ayer puede ser un robo tan legendario como el asalto al tren de Glasgow en 1963

No es la primera vez que el Louvre es víctima de un robo. En 1995 hubo tres en menos de tres meses, aunque no de la envergadura del de ayer.

Otros museos franceses han sufrido robos o hurtos en los últimos años. A mediados de septiembre, fueron sustraídas del Museo Nacional de Historia Natural pepitas de oro por valor de 600.000 euros. También el mes pasado, el museo de porcelana de Limoges vio como desaparecían piezas valoradas en 6,5 millones de euros.

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