Desde que Elvis abandonó Tupelo para convertirse en rey, el manual de la buena estrella del rock sitúa el punto de explosión de toda carrera musical en la gran ciudad. Pero la tecnología, el arraigo y los elevados alquileres de ciudades como Madrid podrían haber cambiado las reglas, dando luz a bandas como Sanguijuelas del Guadiana, la banda que este verano ha conquistado los escenarios españoles con Revolá, disco en el que relatan a golpe de rock con mezclas de funk y flamenco su viaje del pueblo a la ciudad y, de allí, el regreso al origen para convertirse en músicos profesionales y triunfar en escenarios multitudinarios como las fiestas madrileñas del 2 de mayo en Madrid, el festival Sonorama o el Mercat de Música Viva de Vic. Este jueves la gira Verbena en vena les lleva a la sala La Paloma dentro del festival Mil·lenni, con las entradas agotadas.
“Cuando nos marchamos del pueblo empezaron a salir canciones que hablaban de echar de menos a tu gente, al pueblo” relata Carlos Canelada, compositor, guitarrista y voz de la banda, además del más joven (22 años) de este trío de veinteañeros que completan Víctor Arroba y Juan Grande, reunidos en Barcelona el día antes de su actuación. Los tres dejaron años atrás su pueblo, Casas de Don Pedro, para buscarse la vida en Cáceres y Madrid. Pero su afán por dedicarse a la música les hizo regresar a este pequeño municipio de 1.300 habitantes de la provincia de Badajoz, ubicado en una región conocida como la Siberia extremeña. “Justo acabábamos todos una etapa de trabajar o estudiar, y dijimos de apostar un año por la música y hacerlo desde el pueblo con canciones que hablasen de él, grabar allí los videoclips en el pueblo, con nuestra gente, y empezar de cero”.
De ahí viene el término revolá, “una palabra antigua que utilizan los mayores”, apunta Juan Grande, y que hace referencia a un cambio de tiempo, aunque ellos lo utilizan de modo metafórico. “Es la primera canción que se hizo, salió un domingo de camino a Madrid” recuerda Víctor Arroba de un origen que forma parte de la letra de la canción: “Suerte la tuya de poder vivir onde naces/Muchas las flores que se mueren al no regarse/To los domingos de vuelta a las capitales”.
“Regresar es algo que no está muy visto, porque cuando te vas del pueblo a Madrid y vuelves es porque no has encajado bien, has fracasado”, reconoce Víctor. “Se ve como fracaso para la familia, la gente del pueblo. Estás en Madrid estudiando o trabajando y dices que te vuelves a hacer un disco y ser músico”, añade Juan con sorna, “pues tú veras lo que van a entender ¡Estás chalado, muchacho!”
En su caso, el regreso sirvió para reforzar una apuesta por la música que no acababa de arrancar en Madrid, donde las distancias o el precio del alquiler de los locales de ensayo suponían problemas añadidos, “no es comparable el dinero que hace falta en Madrid al que necesitamos en nuestro pueblo” apunta Carlos. “La revolá es volver al pueblo para hacer lo que quieres desde donde quieres”, destaca Víctor, un sentimiento que descubrieron al alejarse de su origen y descubrir sus virtudes, que adornan incluso la portada del disco, inspirada en las tradicionales cerámicas publicitarias de Nitrato de Chile.
Los temas de Revolá hablan de cómo se vive en el pueblo en la actualidad donde “la gente no va con burra, llega Internet y los chavales van con patinete eléctrico en vez de bici” apunta Juan. “Pero tiene el punto conservador de la cultura y la tradición que lo hace mejor que la ciudad”. De allí nace la música que defienden, de las verbenas donde sonaba Extremoduro, la rumba de Los Chunguitos o la música electrónica que conforman temas como Jaribe, Septiembre o Llevadme a mi Extremadura, “es lo que hemos escuchado en el puebo desde pequeños”, apunta Víctor. También hay flamenco, aunque no consideran que sea ese su rasgo más destacado, “bebemos de lo popular como puede ser el rock de los 80 y 90, como Extremoduro o Platero y tú”, destaca Juan.
“Queremos mostrar como es nuestra vida y la vida de la gente joven en estas zonas rurales despobladas”, destaca Juan, evitando la reivindicación de lo rural, “tampoco queremos que los pueblos se conviertan en una utopía. Son lo que son, tampoco van a convertirse ahora en el centro del mundo”. Tampoco las Sanguijuelas se ven en este papel, aunque su agenda de conciertos rebose de citas. “Ahora parece que todo son salas llenas, pero el invierno pasado hicimos una gira que era la mitad de la de este año, aunque tampoco podíamos quejarnos”, apunta Carlos. “Íbamos a salas donde a lo mejor había 40 personas y estábamos bien, eso también hay que vivirlo, que no sean todo fuegos artificiales desde el principio”.


