Las ciudades necesitan personas que no solo las expliquen, sino que sobre todo indaguen en la naturaleza de su alma colectiva. Precisamente eso es lo que Lluís Permanyer hizo durante muchas décadas, ejerciendo como verdadero cronista de Barcelona y conformando parte de nuestra identidad.
Su triste pérdida nos deja un vacío, en clave personal y de ciudad. Elegante y amable, Permanyer fue un apasionado barcelonés por delante de todo, atento al detalle y verdadero militante de la ciudad democrática.
De vez en cuando, hablábamos para contrastar ideas. Su conversación era cautivadora. Él era un pozo de conocimiento. Su constante inquietud y enorme perspectiva lo convertían en un activo valiosísimo a la hora de imaginar Barcelona. No solo tenía la virtud de ofrecer una mirada privilegiada del pasado, sino que era capaz de conseguir que el pasado dialogara con el presente.
Quedó pendiente una conversación sobre cómo recuperar la Rambla
Hace meses, almorzando en el balcón gastronómico del Port Olímpic, un espacio que hemos transformado para fortalecer el vínculo entre la ciudadanía y el mar, me apuntó: “Barcelona es una ciudad que se ha reinventado a sí misma muchas veces”. Me explicaba que cuando se inauguró el Port Olímpic, hace más de tres décadas, ya había tenido una comida igual con el alcalde Maragall para reflexionar sobre la ciudad olímpica.
Seguíamos abordando todo tipo de cuestiones. Desde cómo había que celebrar la culminación de la torre de Jesús de la Sagrada Família, hasta la ubicación de un futuro monumento a Ildefons Cerdà, figura clave de nuestra historia, a quien le debemos un mayor reconocimiento, como él mismo se encargaba de hacernos notar. Nos quedó una conversación pendiente sobre cómo recuperar la Rambla como punto de encuentro de todos los barceloneses.
En pocas semanas teníamos que reencontrarnos en la presentación de una nueva reedición de su libro Testimonis de tot el món sobre Barcelona, editado por el Ayuntamiento de Barcelona, una lectura que ya era imprescindible para entender la ciudad a lo largo de los siglos y que ahora adquiere una nueva dimensión.
Elegante y amable, un apasionado barcelonés por delante de todo
Creo que todos y todas los que amamos Barcelona le debemos una parte de nuestra forma de amarla. Hoy somos un poco más barceloneses gracias a él y seguramente este es su principal legado. Muchas gracias, Permanyer.