El oficio que más me gusta

El acto de entrega del Premi Ofici de Periodista a Ramon Besa reunió a periodistas colegiados, autodidactas, jubilados, practicantes y no practicantes. El poder de convocatoria de Besa es, por utilizar un adjetivo que detesta, transversal. El premio no esconde su condición endogámica: que un colegio cuarentón premie a uno de sus colegiados puede parecer un gesto impudoroso, pero lo hacen muchos otros gremios, que también cultivan la tradición de la autoestima y el reconocimiento como instrumentos pedagógicos. Nervioso, emocionado y combativo –Jordi Basté acababa de hacerle una glosa espléndida—, Besa desplegó un argumentario que, alternando memoria y gratitud, insistía en las obsesiones que viene compartiendo en los últimos años. No fue un discurso improvisado. Lo había preparado, impreso y probablemente ensayado en voz alta (es lo primero que me enseñó: que la lectura en voz alta de un artículo impreso en papel ayuda a detectar errores, incongruencias y redundancias). Todo su discurso gira en torno al oficio, que reivindica con una vehemencia que incluye la posibilidad de salir a la calle a defenderlo a gritos y a puñetazos contra los que lo prostituyen, frivolizan o envenenan en nombre de la rentabilidad, la tecnología o una inmediatez que tiene poco que ver con la información.

El Periodista Ramon Besa. En BARCELONA, 18 de Octubre de 2025.

El Periodista Ramon Besa, en Barcelona 

Joan Mateu Parra / Shooting / Colaboradores

Adicta a los electro-choques, la actualidad se expresa a través de delirios y brotes de lucidez

Adicta a los electrochoques, la actualidad se expresa a través de delirios y brotes de lucidez que necesitan el periodismo para ordenar, jerarquizar y contrastar contenidos. A diferencia de tantos colegas, Besa es duro con los fuertes e indulgente con los débiles, que es lo que le agradecen los que más le quieren: Montse y Sergi. Este humanismo selectivo le permite distinguir cuándo debe ser exigente y cuándo humilde. Por el tono que utiliza –un cabreo rural que alguien podría confundir con intransigencia cabezota cuando en realidad es una invitación al debate y al tráfico de incertidumbres–, puede parecer que despliega una severidad que sólo enmascara una generosidad y un rigor moral demostrados con hechos y no palabras. Besa te enseña a respetar el oficio no desde la distorsión de las vanidades sino desde los detalles que consagran la sabiduría ancestral del aprendizaje. Ejemplo: “No debemos estar de acuerdo con los lectores, los oyentes o los espectadores. Lo que debemos hacer es ganarnos su respeto”. Entre los que lo aplaudieron, había maestros como Tomás Alcoverro o Enric González, a los que Besa corresponde con una continuidad poco complaciente con los nuevos modelos de negocio, a los que avisa que no le obligarán a desaprender lo que tanto le ha costado aprender. Escuchándolo, me acordé de aquel poema maravilloso de Joan Salvat-Papasseit, El oficio que más me gusta , en el que el poeta glosa el trabajo de carpinteros, cerrajeros, calafates, pintores de paredes y paletas. Sabiendo que a Besa no le gustan las conjeturas, apostaría a que si Salvat-Papasseit lo hubiera conocido, habría incluido el periodismo a su lista de oficios admirables.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...