Los últimos fusilados del franquismo

'Mañana matarán a Daniel'

Aroa Moreno Durán novela la ejecución, a finales de septiembre de 1975, de tres jóvenes del FRAP

Entrevista a Aroa Moreno Durán es una escritora y periodista española, por su nuevo libro ‘Mañana matarán a Daniel’ en Penguin Random House de Madrid.

Aroa Moreno Durán, durante la entrevista 

Jesús Hellín / STUDIOMEDIA19

Paseando un buen día con su hijo, cerca de su casa, Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981) descubrió que allí, en Hoyo de Manzanares, habían sido ejecutados tres jóvenes militantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) el 27 septiembre de 1975. Dos miembros de ETA también fueron fusilados. Hace ahora cincuenta años.

Esta es la génesis de su novela Mañana matarán a Daniel (Random House), en la que la autora va entrelazando su situación personal –una relación de pareja conflictiva, agravada por la crianza de un niño– con los descubrimientos que su investigación obsesiva en archivos y la prensa de la época va sacando a la luz. También con sus entrevistas y encuentros con algunos de los testigos supervivientes.

La autora se rebela contra la “herencia casi genética del silencio” en las familias españolas

La salida de su libro ha coincidido con la de El verano de los inocentes (Anagrama), en la que Roger Mateos aborda los mismos hechos desde el reportaje. “Yo empecé a escribir en mayo de 2020, es como que la historia se levantó en ese momento delante de mí y empecé a tirar”, explica la autora madrileña.

Luego dejó el proyecto a medias y el año pasado lo retomó y decidió darle forma literaria y acabarlo: “Me parecía que era una aproximación distinta a lo que sucedió, más allá de lo que se pueda plantear desde el periodismo, de la crónica”.

El contraste entre el presente, la vida cotidiana de la narradora, su crisis matrimonial, y el pasado, de una dureza escalofriante, es intencionado: “Decidí meter todo eso que atañe a la propia escritura del libro”, explica sobre este ejercicio de metaliteratura. “Tenía dificultades para escribir esta novela. Requería dedicarle mucho tiempo, mucha atención, mucho cuidado y mimo, y a veces yo no encontraba eso”, recuerda. De hecho, añade, se levantaba a las tres de la madrugada para poder escribir con tranquilidad.

“Tiene que ver con una mujer de 40 años, que es madre, que tiene que buscar trabajo y que escribe una historia de hombres, de hombres que mandaban, hombres que disparaban”, reflexiona. “Y hombres que murieron, y la mirada de una mujer con esas condiciones aportaba algo distinto”, sostiene.

En el trasfondo de su inquietud por rescatar del olvido a Daniel, Hidalgo y Pito, los alias de los tres condenados sin juicio legal por el asesinato de un policía y un guardia civil, está una reivindicación de la memoria colectiva: “No hay nada biográfico, en mi familia, que tenga que ver con la represión, ni con el exilio, ni hemos estado particularmente politizados. Pero para explicarme mi presente necesito mirar hacia atrás. Y me resulta complicado de entender la posición de todos aquellos que quieren dejarlo estar”, afirma sobre la amnesia voluntaria de algunos ante “los renglones de dolor escritos que no se están leyendo todavía”. Y ahí es cuando introduce una idea ante la que se rebela: “La herencia casi genética del silencio”.

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