Sobre la novelista menos valorada de la historia

BLUES URBANO

Sobre la novelista menos valorada de la historia
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Guillermo del Toro, que acaba de estrenar una magnífica versión de Frankenstein o el moderno Prometeo , confesó hace unos días a Gabriel Lerman, en una entrevista que publicó La Vanguardia , que daría toda su carrera a cambio del privilegio de tomarse un té con la autora, Mary Shelley (1796-1851). Se entiende. Alguien que desde pequeño se ha sentido fascinado por la historia que Shelley escribió cuando aún era una teenager debe de tener muchas preguntas que, llegado el caso, querría hacerle. 

La biografía de la autora está envuelta por el misterio y a menudo eclipsada por la de otros dos maestros de las letras: su marido Percy B. Shelley y Lord Byron, amigo común. De hecho, su relación con ambos condicionó la recepción que tuvo en su día su propia obra. ¿Sería de eso de lo que querría hablarle Del Toro, de hasta qué punto dejó de lado su vocación de escritora para volcarse en la edición de los poemas de su marido? ¿Le preguntaría si, con el paso del tiempo, lamenta no haber promocionado mejor sus propios libros?

Porque hay evidencias de que eso fue exactamente lo que sucedió. Lo relevante no es solo que la primera edición de Frankenstein , de 1818, apareciera sin su nombre (en el bicentenario se expuso una copia en Ingolstad, la escena del crimen ) como si la novela hubiera caído del cielo, sino que Mary Shelley no tuvo ninguna opción de promover su trabajo, como debe de hacer todo escritor que todavía no ha alcanzado el éxito.

Es verdad que los motivos que llevaron al poeta Percy y a la hija de la feminista Mary Wollstonecraft y del filósofo William Godwin a embarcarse en un eterno Grand Tour por Europa, ausentándose de Inglaterra, eran compartidos por ambos.

Buscaban un clima benigno para su enfermizo hijo William y vivir al límite su pasión romántica, pero en el itinerario que los mantuvo lejos de casa pesaron mucho las deudas del poeta y los antojos literarios de este, como instalarse en una precaria mansión en la entonces poco civilizada villa italiana de San Terenzo (a Mary nunca le gustó ese lugar; en una de sus cartas, se quejó de que el botellón de los jóvenes locales le impedía concentrarse y escribir).

Su otra gran novela, 'El último hombre', se adelantó demasiado a su tiempo

La gran renuncia de la autora, sin embargo, llegó tras la trágica muerte de Shelley en 1822. Mary se encerró durante un año en una mansión genovesa, Villa Negrotto, que compartía con su hijo Percy Florence y otra familia inglesa y que estaba situada muy cerca de que la ocupaba Byron. 

Devastada por una soledad de que la que culpaba íntimamente al poeta ahogado (“No puedo dejar de sentir lo insignificante que es tu aportación desde el más allá como guía, maestro e intérprete”, escribió), no pudo recurrir al poder catártico de la literatura, ya que su suegro, el huraño Sir Timothy Shelley, le impidió escribir sobre Percy a cambio de pagar la manutención de su nieto.

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Lo que sí hizo Mary Shelley, en Génova y ya de vuelta en Inglaterra, fue entregarse en cuerpo y alma a la edición de los poemas de su difunto esposo. Sin su denodado esfuerzo para recopilar poemas inéditos y versos sueltos, preservar lo preservable y descartar lo que no lo era, la obra poética de Shelley sería hoy menos relevante. Para colmo, se empleó también a fondo, como amanuense, en copiar con buena letra los poemas del D on Juan de Lord Byron, tan genial como descuidado en su escritura.

Mary Shelley 5 / filme

Douglas Booth (Percy) y Elle Fanning (Mary) en un filme de Haifaa al-Mansour 

 Mary Shelley 5 / filme 

Solo años después de su regreso a Inglaterra pudo recuperar su carrera literaria, pero su gran obra posterior a Frankenstein , titulada El último hombre , un formidable relato postapocalíptico en el que una plaga liquidaba la humanidad, resultó demasiado avanzada a su tiempo.

Por fortuna, dos siglos después de su publicación no solo siguen haciéndose versiones de Frankenstein en el cine, sino que se han vendido decenas de millones de copias, muchas más, sin duda, que las que han alcanzado las excelentes obras de su marido y del mismo Byron. Pero, aún hoy, Mary Shelley es Mary Shelley y Percy B. Shelley, simplemente Shelley.

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La casa donde vivió Mary Shelley en Génova 

Miquel Molina
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