“He buscado poner en escena ese monstruo absoluto que es la ciudad de Buenos Aires”

Entrevista a Martín Caparrós

El periodista y escritor argentino publica 'BUE', una novela en la que disecciona la decadencia de su país

Martín Caparrós (Buenos Aires, 29 de mayo de 1957) es un periodista y escritor argentino.

El escritor argentino Martín Caparrós, en su casa de la sierra de Madrid, donde ayer recibió a La Vanguardia

Dani Duch

Cuando recibe a La Vanguardia , Martín Caparrós está trabajando en su casa de la sierra de Madrid ante un ordenador al que dicta si sus dedos, afectados por la enfermedad neurodegenerativa que padece, se resisten a teclear. Desde su ventana, se ve un frondoso jardín por el que se pasea orgullosa y “desdeñosa” la gata Tita, a salvo de la lluvia en un día más bien gris. “Al principio estaba un poco preocupado por qué iba a pasar con mi prosa, pero al contrario, me da mucho gusto escuchar lo que voy escribiendo”, dice el periodista y escritor antes de empezar a hablar de su última novela, BUE (Random House), en la que la ciudad de Buenos Aires, “ese monstruo absoluto”, es la gran protagonista.

Novela y crónica

Trato de buscar formas, nuevas o viejísimas, que me permitan contar mejor”

Afirma que siempre le importó la música de lo que escribe... En esta obra hay una clara voluntad de estilo...

Sí, trato de buscar formas que me permitan contar mejor. La literatura es encontrar formas nuevas o viejísimas, lo que sea. Un modelo estético que valga la pena por lo distinto, lo interesante, por algo. Y, sí, voluntad de estilo es algo que creo que falta muchísimo en la literatura contemporánea.

En su novela entrevera prosa y poesía, fragmentos breves y pasajes largos... ¿Se plantea de forma distinta la creación literaria y la crónica periodística?

No, para nada, en ambos casos el cuidado y la búsqueda con la prosa son los mismos. Un porcentaje altísimo de la narrativa que circula es ramplona, no hay preocupación por la forma. Yo vengo de una época en la que la vanguardia llevó a un callejón sin salida y medio se dejó de lado. Pero una cosa es eso, el ultravanguardismo, y otra resignarse a que todo sea el cuento de un señor mayor a un niño. Nadie pinta hoy como Delacroix y, sin embargo, hay muchísimos novelistas que escriben como Balzac, igual que hace 200 años, y no pasa nada. A mí eso siempre me incomoda y por eso intento cosas como esta.

¿También en la no ficción?

Sí, a veces he encontrado formas que me han cambiado más la manera de escribir en las crónicas que en las novelas. En El interior (Malpaso), un libro de viajes por las provincias de Argentina, me planteé ir más allá del nuevo periodismo, basado en la novela negra y social norteamericana. No quería hacer lo de siempre y recuperé el procedimiento de recurrir a otras formas literarias, pero con otro resultado: incluí tramos enteros en verso para contar los paisajes, haikus para los perfiles...

De nuevo la poesía...

Sí, como yo soy un viejo, busqué en la poesía. Si hubiera sido un jovencito, habría buscado, no sé, en Tiktok. Pero es eso, la idea de buscar, buscar, buscar...

El verdadero creador, pues, no se aburre.

Claro. No creo que puedas hacer lo mismo que hiciste ocho veces. Algunos se justifican diciendo que si el público, los lectores, el mercado no sé qué. Y esa me parece la peor de las justificaciones posibles para la propia cobardía o incapacidad. Alguien que escribió hace treinta años lo mismo que ahora es que algo no hizo en su vida.

Y en BUE el personaje protagonista es la Ciudad, así, escrito con mayúscula. Pero las ciudades no hablan... o lo hacen, en todo caso, a través de las personas que las habitan.

Sí, justamente en este libro he buscado una forma que pudiera transmitir mejor lo que yo quería contar y me pareció que el caos de la ciudad, la multiplicidad azarosa de la ciudad, necesitaba una estructura que fuera igualmente múltiple, azarosa, sorprendente a veces, desconcertante otras, no sé.

Una forma compleja, que no se lo pone fácil al lector...

Sí, he buscado una forma lo suficientemente compleja como para intentar, muy de lejos, reflejar esa complejidad que no se puede poner en escena, la de ese monstruo absoluto que es la ciudad.

Es una novela hecha de fragmentos, como un espejo roto, con saltos atrás, a la historia de Buenos Aires, de la familia protagonista, y hacia delante, que debe recomponerse...

Tenía ganas de hacer eso, de intentar contar, efectivamente, la ciudad, una de mis ciudades, pero sin duda la que más me importa, donde nací, donde viví dos tercios de mi vida, la que más conozco y cuya cultura de algún modo me formó.

Pero BUE no se lee como una guía turística, hay que sumergirse en su polifonía...

Sí. Un amigo que la leyó me dijo que le parecía que no había que ponerse a dirigir el tráfico, a ordenarlo y darle sentido y todo eso, sino más bien dejarse llevar por la música.

De una orquesta sinfónica.

Sí. Dejarse llevar, tener confianza y, bueno, eso, esperar que en algún momento las cosas se van a ir armando. Sin la tensión de esto qué sentido tiene, cómo no sé qué, cómo no sé cuanto, sino disfrutando del paseo. Las fichas irán cayendo donde tengan que caer. ¿Cuándo? Cuando llegue el momento.

En el recorrido histórico de la novela, que va de principios del siglo XX a la actualidad, se percibe cierta decepción...

Sí, la decepción existe. Buenos Aires apuntaba a finales del siglo XIX y principios del XX a ser una de las grandes ciudades del mundo...

Era casi como Nueva York en aquella época.

Era la segunda opción después de Nueva York. Llegaron entre ocho y diez millones de habitantes entre 1880 y 1920.

Y luego todo ese sueño se vino abajo, como la casa de la familia protagonista.

Sí. Ese es el eje, la columna vertebral de la novela, la que se cuenta más ordenadamente en los capítulos que hablan del la construcción y habitación de una casa durante el siglo XX. Allí van apareciendo las distintas etapas: cómo una ciudad pasó de ser una gran promesa a ser lo que queda de ella.

Borges decía que se le hacía cuento, que no podía imaginar, un mundo en el que no hubiera existido Buenos Aires, hoy una megalópolis inabarcable...

Sí, en aquella época Malraux dijo que Buenos Aires era la capital de un imperio que nunca había existido. En aquel entonces lo fue, pero ya no. Y ese supuesto imperio fantasmático no existe, nadie se lo cree...

Pervive, tal vez, en los poemas y los cuentos de Borges...

Sí, pero la ciudad de Buenos Aires le hizo una gran maldad a Borges. Le cambió el nombre a una de las calles que aparecen en Fundación mítica de Buenos Aires (“la manzana pareja que persiste en mi barrio: / Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga”) para rebautizarla en su homenaje. O sea, que esa manzana ya no existe. Convirtieron ese poema realista en otro roto por la realidad.

El Buenos Aires de hoy, el que aparece en BUE , es una ciudad más violenta, y en su novela hay pasajes muy sórdidos, ¿no teme estetizar la brutalidad?

Creo que hay que ver cómo uno lo hace. Hay dos páginas en una novela mía de hace mucho que se titula A quien corresponda (Anagrama) donde hay un texto sobre la tortura que me parece quizás de lo mejor que escribí. Y me pone en un aprieto la idea de que me guste, entre tantos otros, un texto sobre la tortura. Pero al mismo tiempo me interesa eso de buscar cierta, llamémosle, belleza en cosas que son absolutamente horribles, por otra parte.

De lo bello a lo sublime...

Siempre trato de no adjetivar mucho, de no sobrecargar.

“Argentina vehicula su rechazo al sistema a través de un energúmeno”

Al hablar de la situación actual de Argentina, bajo la presidencia de Javier Milei, Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) no oculta su desazón. “Bueno, la veo, evidentemente, con mucha tristeza. Tristeza, más allá de todo el resto, porque da la sensación de que se ha roto cierta idea de solidaridad y de comunidad que parecía bien establecida en la Argentina. Y ahora estamos votando, ya dos veces, a un señor que dice todo lo contrario, que reivindica la crueldad, que dice que la justicia social es una aberración y no hay que ayudar a nadie, que cada uno se busque la vida. Éramos distintos de eso”, reflexiona. 

Y a la pregunta de qué ha sucedido, responde que “una de las razones básicas por las que está Milei ahí y sigue es que todos sus adversarios están totalmente desestimados: vienen de 20 o 30 años de gobiernos muy malos que han llevado a esta situación”. Sin embargo, a su juicio, el relevo no ha funcionado: “Nadie quería votarlos. Apareció alguien que dice que no tiene nada que ver con ellos, y aunque es radicalmente mentira y se ve ahora en sus gabinetes y en sus acciones, mucha gente lo vota”.

¿Es que no había alternativa. “Una de las preguntas es por qué el rechazo se vehiculó a través de este energúmeno. Podría haber habido otras instancias que dieran forma a ese rechazo. Y la otra cosa es por qué ahora, pasados ya dos años, estas oposiciones posibles siguen sin hacer pie”, se pregunta. Y observa un camino de esperanza en la victoria de Zohran Mamdani en Nueva York: “Un señor le habla a los trabajadores, a los marginados, a los inmigrantes, a los pobres” y ha doblado el brazo a Donald Trump. “Y resulta que los trabajadores, los inmigrantes, los marginados y los pobres van y le votan. Quiero decir, algo tan sencillo como eso”, analiza ante las discusiones internas por tonterías de la oposición progresista en su país.

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