Érase una vez, en 1588, una Armada Invencible que antes de ser vencida huyó a toda vela, de las más de 130 naves que participaron en ella regresaron más de un centenar: apenas dos se perdieron en combate, mientras que unas 24 naufragaron por las adversas condiciones meteorológicas en la costa oeste de Irlanda. El episodio cimentó parte de la leyenda negra, tabú en España y propaganda en Inglaterra, con el convencimiento hasta tiempos recientes de una gran derrota que simbolizó el cambio de poder del imperio español al inglés, aunque el proceso fue más largo, con una contraarmada inglesa que fracasó al año siguiente –se calculan bajas de entre 8.000 y 15.000 ingleses– y las fallidas armadas españolas de 1596 y 1597.
Que hasta 1967 no se hallaran los primeros restos de los naufragios alimentó el mito e incluso convirtió a los náufragos españoles en leyenda popular: sin ir más lejos, hay quien cree que los black irish, irlandeses de pelo negro y ojos marrones, descienden de los españoles que se quedaron en la isla. No hay dato alguno que lo confirme. David Revelles, periodista especializado en la Armada –autor del libro En los confines de Hibernia. Tras la leyenda de la Armada Invencible en Irland a (Cuadernos Livingstone, 2016)–, apunta la posibilidad de que algunos se quedaran, pero “con el tiempo se integrarían y hasta cambiarían sus nombres. ¿Qué señor poderoso no querría contar con soldados de élite como los que llegaron a esas costas?”.
Un mito popular
El capitán Francisco de Cuéllar es un héroe popular en la costa oeste de la isla, con ruta turística incluida
Algo así estuvo a punto de sucederle al capitán Francisco de Cuéllar, convertido en la zona en un héroe popular, pues hasta existe una Cuéllar Trail, el recorrido por los lugares por donde pasó su desdicha afortunada, y que él mismo contó en una famosa carta, que no se descubrió hasta 1884 y recientemente ha publicado el Ministerio de Cultura español, con facsímil y transcripción, además de varios estudios.
El periplo del náufrago es singular y resume a la perfección los avatares que aquí vivió: siendo capitán del galeón San Pedro Mayor, rompió la formación y por ese motivo fue condenado a muerte, para lo que lo pasó a otro barco, la Lavia, que naufragó el 21 de septiembre junto a la Juliana y la Santa María de Visón. Apenas 300 de sus mil tripulantes se salvaron, el infortunio persiguió a los supervivientes. Cuéllar, herido, cuenta como los irlandeses del lugar les saquearon y robaron hasta la ropa, pues a menudo llevaban cosidas en ella joyas o monedas de oro, mientras los soldados ingleses mataban sin piedad a quien encontraran con vida. Tras su primera noche a la intemperie, llegó a la cercana abadía de Staad, donde topó con el espectáculo de doce españoles colgados. Encontró refugio en las tierras de Briand O’Rourke –muchos señores católicos incumplían las estrictas órdenes–, donde fue acogido junto a otros supervivientes y les llegó la noticia de que la nave Girona estaba recogiendo náufragos.
Philip James de Loutherbourg pintó en 1796 la derrota de la Armada española, el 8 de agosto de 1588
A causa de su herida se quedó a medio camino, lo que fue su salvación, pues este barco fue otra de las víctimas del mar –algunos de sus tesoros lucen hoy en el museo de Belfast–, pero en el camino Cuéllar fue esclavizado por un herrero durante dos semanas, hasta que, liberado por un cura, llegó al castillo de Rosclogher en tierras de MacClancy. Allí estuvo un tiempo, hasta que 1.700 soldados ingleses los acecharon. MacClancy huyó a las montañas, pero los nueve españoles se quedaron y mantuvieron la posición con apenas una docena de mosquetes y arcabuces. Al irse los ingleses, MacClancy llegó a ofrecer a su hermana como esposa al capitán, que lo rechazó y logró llegar a Derry, en el Ulster, donde con la protección de su obispo consiguió primero llegar a Escocia y finalmente, con otro naufragio en su haber, a Flandes, donde escribió una misiva que es una gran fuente historiográfica sobre la vida de los irlandeses de la época.
No fue hasta 1985 que un equipo de arqueólogos marinos descubrió los restos de los barcos de Streedagh Strand, y de vez en cuando el mar les devuelve tesoros como los dos cañones rescatados en el 2015. Allí, cada septiembre, un millar de cruces homenajea a los caídos en el festival anual de la Spanish Armada Ireland en Grange. “De pequeña, siempre me decían que aquí hubo naufragios de la Armada, y nos contaban historias de sus soldados, pero nadie había encontrado nada ni había información”, recuerda su presidenta, Prannie Rhatigan.
Homenaje
Cada septiembre, la playa de Streedagh se llena de mil cruces para homenajear a los náufragos
Aún hoy, en buena parte de la costa oeste de Irlanda se siente la presencia de la Armada, palabra que usan negocios como el Armada Hotel en Spanish Point, junto a Tuama na Spainteach, la tumba de los españoles, pues cerca naufragaron el San Esteban y el San Marcos. Según el folklore local, los náufragos estaban enterrados allí, pero apenas hace diez años encontraron algunos de sus restos unos kilómetros más allá de donde en 1986 el rey Juan Carlos inauguró un monolito en su honor.
Muchos de los enclaves más turísticos de la isla, ya sean los acantilados de Moher o la Calzada del Gigante, fueron tumbas para las tropas españolas en un episodio que puso la semilla de la colonización organizada del Ulster, la Plantation de Jacobo I, pues muchos de los expropiados habían dado antes su apoyo a unos náufragos de leyenda.
