Katy Perry dispara su infalible pirotecnia en el Palau Sant Jordi

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La californiana se metió al público en el bolsillo con un espectáculo colorido lleno de hits de su primera época

Katy Perry dispara su infalible pirotecnia en el Palau Sant Jordi
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Katy Perry presenta su gira 'The Lifetimes Tour' en Barcelona

EFE

Barcelona todavía se recupera de la monumental visita de Lady Gaga y hete aquí a Katy Perry, otra gran diva del pop, entregándose al Sant Jordi entre ropajes llamativos, mil focos de colores y escenografías grotescas. Una nueva fiesta hedonista de colorines para adultos que huyen de su presente o reivindican su derecho a ser como les de la gana entre melodías pop de aquellas que cuando las escuchas no logras quitártelas de la cabeza, llámense Roar, Last Friday night o Fireworks. Bienvenidos al espectáculo made in USA.

Y allí estaba la artista californiana para oficiar de maestra de ceremonias sobre un escenario dominado por múltiples pantallas de televisión y una pista que imitaba la forma del símbolo del infinito (es decir, un 8 de lado), referencia temporal acorde con el título de esta gira, Lifetimes (vidas). Sobre esas tablas, Perry defendió los temas de su último álbum, 143, transformada en androide que combate contra una malvada inteligencia artificial, responsable de robar las mariposas de todo el mundo.

Concierto de Katy Perry en el Palau Sant Jordi, Barcelona, 9 de Noviembre de 2025

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Joan Mateu Parra / Shooting / Colaboradores
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Perry no llegaba a Barcelona en las mejores condiciones, con la crítica fustigando el disco 143 que, para más Inri, tuvo como productor a Dr. Luke, denunciado por su expareja, la cantante Kesha, por agresión sexual. Tampoco ayudaron a cambiar las tornas polémicas como la propiciada por el viaje al espacio en un cohete de Jeff Bezos, o la grabación en Formentera del videoclip Lifetimes en espacio protegido, que acabó con multa del Govern Balear y una fiesta en Barcelona que anoche recordó con detalle en una de sus largas charlas.

Pero si tras aquel rodaje se pudo ver a la californiana bailando feliz en La Terrazza, anoche sucedió otro tanto rodeada de sus fans, que llenaron de color y ruido el Sant Jordi (sold out, 18.000 asistentes) para aclamar a una artista que por fuera es de goma pero parece de hierro en su interior. Como los desastres que sufre en el videoclip de su último single, Bandaid, que también cantó anoche y que va dedicado a su expareja Orlando Bloom, la artista es capaz de resistir y seguir adelante con el show. No importa si falla alguno de los artilugios mecánicos que frecuenta, si sufre descargas eléctricas accidentales o si tiene problemas visuales, como ha sucedido a lo largo de esta gira (anoche apareció con 30 minutos de retraso). Ahí está el dominio escénico y los éxitos musicales para hacer feliz a un público que se vistió para la ocasión como si de una verbena de fin de año se tratara.

La aparición de Perry, elevándose sobre el escenario en medio de una jaula futurista para abrir con Artificial, de su nuevo álbum, ya anunció el tono cibernético y desenfadado del espectáculo, que tomó pronto vuelo con los primeros éxitos. Dark horse, cerró el primer bloque de los seis que tuvo la noche, mientras que una mezcla de California Gurls y Teenage dream se pudo escuchar en la segunda parte, seguidas de cerca por Hot’n’cold, Last Friday night y I kissed a girl, con la protagonista subida a una bola metálica colgada del techo. Descarga del pop gomoso y altamente bailable que la convirtió en abanderada del movimiento gay y el optimismo que rezumaba la era Obama, cuando Trump sólo era un pelele que hacía un cameo en Solo en casa.

El argumento ecologista de la velada sirvió para transformar a la decena de bailarines que secundó a la artista en una suerte de cazafantasmas, además de verlos convertidos en flores danzarinas durante la parte más disco de la noche con la nueva Crush o Wide awake, para transformarse después en insectos gigantes que luchaban contra a una Perry que los combatía lanzando fuego de sus brazos. Parafernalia en la que se olvidó de añadir coros que acompañaran al cuarteto de músicos (guitarra, bajo, teclados y batería), y evitar así en lo posible las voces pregrabadas durante una actuación de ritmo irregular por las interrupciones para cambiar escenografías, así como por los largos discursos de la artista, que interactuó todo lo que pudo y más con sus fans. Incluso se atrevió a hablar algo de catalán, recompensada por ello con una sonora ovación del público.

Más espectáculo que música en varias partes del concierto, como era de esperar en la autora de Fireworks, tema que puso el punto final a una actuación donde se la vio flotando sobre el Sant Jordi o volando sobre una mariposa gigante entre el éxtasis del público en la misma noche que interpretó Double rainbow, luciendo voz en medio de un recinto lleno de lucecitas. Facetas opuestas para demostrar que, aunque lleva años sin sacar un hit, los que ya tiene le dan para montar el show que le venga en gana.

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