La visita semiclandestina y nocturna de Leo Messi al nuevo Camp Nou confirma el talento del argentino para, tras sortear todos los marcajes, marcar golazos inolvidables. Luego el periodismo y las versiones oficiales deben encontrar el modo de reconstruir la cronología de una escena que ya es historia. Messi controló la visita y estableció los criterios de eso que denominamos relato . En la práctica, la operación –más espontánea de lo que nos empeñamos en creer– ha servido para tenernos distraídos con todo tipo de interpretaciones y especulaciones. También ha diluido la última imagen que teníamos del jugador en su casa: llorando desconsoladamente pocas horas después de que la junta de Joan Laporta lo despidiera. Conviene tener en cuenta una máxima implícita del periodismo: cuando interpretamos y especulamos tanto, suele significar que nos falta información.
Messi utilizó los potentísimos medios convencionales regalándoles unas fotografías que no ganarán el World Press Photo, pero que, con la potencia de un cebo globalizado, han multiplicado el eco de lo que en principio tenía que ser una anécdota y se ha convertido en una monstruosa –en el sentido de sus dimensiones– noticia. A través de las redes sociales, ilustró las imágenes de su paso por el nuevo Camp Nou (en obras) con un texto que empezaba con la frase: “Anoche volví a un lugar que extraño con el alma”. El contraste entre pasado (“volví”) y presente (“extraño”) y la propia cadencia de la frase me recordó, como si fueran primas hermanas, la famosa primera frase de la novela Rebecca, escrita en 1938, por Daphne du Maurier y adaptada en el cine por Alfred Hitchcock. La frase dice : “Anoche soñé que volvía a Manderley”. Como en el caso de Messi en sus redes sociales, la fuerza evocadora de esa primera frase atrapa al lector y nos sumerge en la historia de esa mansión ficticia, situada cerca del mar, poseída por secretos que la inquietante ama de llaves, la señora Danvers, administra con un celo aterrador.
La visita de Messi reivindica uno de los valores del Camp Nou: su fuerza de evocación
Sería demasiado fácil buscar paralelismos entre el Manderley ficticio de Daphne du Maurier y las obras de un Camp Nou que también esconde secretos, o preguntarse qué personaje del universo culé encarna el rencor de la señora Danvers. Pero me gustaría pensar que en el estruendo generado por la visita de Messi ha intervenido, más allá de su condición de héroe expulsado del paraíso, de la grandeza globalizada del Barça, y de la voracidad de expectativas de una opinión pública y publicada que necesita alimentarse de historias que rompan el monopolio asfixiante de las tragedias no deportivas, más allá de la esperanza de constatar que aún es posible saltarse los protocolos y las jerarquías y las apelaciones sentimentales a la memoria, la calidad de una frase –”Anoche volví a un lugar que extraño con el alma”– que, en un mundo esclavizado por el imperio de las imágenes, es profundamente literaria.