Tinderella en el heteropatriarcado

Si se toma el nombre de la aplicación más popular de citas, Tinder, y el de Cenicienta en inglés, Cinderella, y se compone un nombre nuevo, aparece Tinderella. Es una especie de acrónimo, aunque hoy se habla más de palabra formada por cruce, y el resultado es una palabra maleta, dos palabras en una.

Susana Guerrero Salazar define Tinderella como “una mujer que coquetea a través de las aplicaciones de citas, pero sin llegar nunca a concretar ninguna”. La referencia conecta directamente con las campanadas de medianoche, cuando la princesa se desvanece. La catedrática de Lengua Española de la Universidad de Málaga ha publicado un documentado estudio analizando esta nueva nomenclatura que, de manera popular, aparece para etiquetar comportamientos y actitudes. El trabajo se titula “El discurso seudocientífico de la prensa española e hispanoamericana sobre los síndromes relacionados con las mujeres” y disecciona los sesgos sexistas, o directamente machistas, que se esconden tras estas denominaciones populares.

El síndrome de Barbie o de Rebeca son nombres que buscan ser ingeniosos para definir perfiles de mujeres

Del mismo modo que la ciencia ha etiquetado una serie de síndromes a partir de los síntomas de una enfermedad, usando muchas veces el nombre de la persona que lo definió, hoy la tendencia popular busca nombres ingeniosos para definir perfiles sociales o comportamientos individuales. Estas etiquetas, válidas en un ámbito familiar o informal por su carácter popular, resulta que, en opinión de la doctora Guerrero, en bastantes casos contienen sesgos machistas: “Muchos de los textos analizados en la prensa recurren a una retórica pseudocientífica cuya argumentación se soporta en el empleo de falacias”.

La catedrática analiza 123 formas, marcadas por la palabra síndrome. Hay muchas que tiran de personajes de ficción, provenientes del cine y la televisión, como Rebeca (celos enfermizos de la expareja de la pareja actual), Barbie (miedo a la imperfección), Campanilla (intentar ser el centro de atención) o Bonnie and Clyde (atracción sexual hacia criminales y personas peligrosas).

Según Guerrero, “esta divulgación pseudocientífica está condicionada por estereotipos que no hacen sino acentuar la brecha de género” que contribuye a “victimizar a las mujeres, presentándolas psicológicamente débiles”. Y concluye: “En muchos discursos mediáticos persiste un sexismo institucionalizado que patologiza con más facilidad el comportamiento de las mujeres que el de los hombres”.

En resumen, un estudio que se muestra muy útil para tomar conciencia del machismo que se esconde en cualquier rincón.

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