Gertrude Bell, la arquitecta de fronteras que hizo suyo Oriente Medio

Novedad editorial

El escritor y periodista francés Olivier Guez narra la vida de esta arqueóloga y espía que se codeó con Churchill y Lawrence de Arabia en su nuevo libro, 'Mesopotamia'

Gertrude Bell

La arqueóloga Gertrude Bell 

Corbis via Getty Images

Arqueóloga, alpinista, escritora, geógrafa, diplomática, espía... Que alguien a día de hoy pueda ser definido con tantos adjetivos, es llamativo; pero a principios del siglo XX, impensable, especialmente si el sujeto de quien se hablaba era una mujer. La sociedad tenía para ellas un único destino: el hogar. Por eso, quien se salía de la norma establecida estaba condenada a la crítica y, con el paso de los años, a la admiración. Eso si hay suerte y su figura no ha quedado en el olvido.

El escritor y periodista francés Olivier Guez (Estrasburgo, Francia, 1974) no ha querido permitir que eso suceda con Gertrude Bell (1868-1926) quien, además de ejercer todas las profesiones anteriormente descritas, también fue la responsable de dibujar las fronteras de Oriente Medio tras la Primera Guerra Mundial. No obstante, durante su visita a Barcelona para presentar Mesopotamia (Tusquets), la novela en la que narra su vida, asegura a La Vanguardia que no cree que su olvido se deba a su género. “Creo que se debe más a que lo que creó, ese imperio llamado Irak, que durante décadas fue una monarquía pro occidental, hoy no existe. Ese reino quedó sepultado y el Irak que conocemos hoy nada tiene que ver. Digamos que ella fue la madre espiritual de ese lugar. Una especie de reina sin corona”.

“Bell no es la heroína que se espera encontrar en el siglo XXI”, admite Guez, que destapa sus claroscuros

Una sangrienta revolución a finales de los 50 lo cambió todo, tal y como recuerda el autor, que escuchó por primera vez hablar de esta mujer hace veinte años, cuando trabajaba como corresponsal en Oriente Medio para un diario económico. “El amor por ese territorio me lo transmitió un profesor de la London School of Economics, donde estudié. Impartía una asignatura fascinante sobre Oriente Medio que me hizo mirar el territorio con otros ojos y, en parte, me animó a irme a trabajar allí. Escribía a menudo sobre temas petroleros pero, un día, cuando empezó la guerra de Irak, los diarios empezaron a mencionar en sus artículos a Gertrude. Yo no sabía quién era, pero recuerdo que me cautivó una foto en la que ella aparecía con un gran sombrero de flores y una boa de piel”.

Winston Churchill secretaire colonial anglais a la conference du Caire en 1921 a propos de l' avenir de l' Irak Irak on peut reconnaitre Gertrude Bell et Percy Wilson du Bagdad Office et Thomas Edward TE Lawrence dit Lawrence d' Arabie (au centre derrier Churchill) consulte a titre d' expert Cairo - Winston Churchill (in the middle) in 1921 with Gertrude Bell 2nd line left, Percy Wilson of Baghdad, TE Lawrence aka Lawrence of Arabia 2nd line 4th right, and Sir Herbert Samuel at the Cairo Conference officiers en uniforme. La Conferencia dura dos semanas aproximadamente.

Gertrude Bell, junto a Winston Churchill, Lawrence de Arabia y otros políticos 

Getty

No era una instantánea cualquiera. “Se tomó en marzo de 1921, al final de la conferencia de El Cairo. Y no aparecía sola, pues le acompañaba el entonces primer ministro de Reino Unido, Winston Churchill, y lo que él denominó su ejército de cuarenta ladrones. Plenipotenciarios, representantes y gobernadores de la región. Ella, por tanto, era una de sus ladronas. Para muchos historiadores, la mujer más importante del imperio inglés en los años 20”.

El autor supo de la existencia de Gertrude Bell a principios de los 2000, con la guerra de Irak

Si bien Guez afirma en todo momento que Bell fue “una protagonista de primer orden, pues tuvo responsabilidades políticas inmensas y una gran influencia”, se esmera también en mostrar en sus páginas sus claroscuros, pues “son sus dualidades las que me atraparon”. 

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No hay que olvidar que Bell, a quien muchos bautizaron en su día como ‘la gran arquitecta de fronteras’, fue una figura colonial, pues su trabajo sirvió a los intereses imperiales británicos para controlar la región. Sus fronteras, además, no siempre respetaron las realidades tribales, lo que provocó que se acabaran generando unas tensiones que estallaron tiempo después. “No fue, por tanto, el prototipo de heroína que se espera encontrar en el siglo XXI, pero no hay que olvidar tampoco todo lo que hizo”. En un momento dado, según relata Guez, ella es consciente. “Ama Oriente pero, a la vez, ve como el imperio británico empieza a moldearlo y no sabe bien cómo frenarlo. ¿Se pudo llegar a sentir utilizada? Es muy probable, pero ¿quién no lo estuvo en un momento con guerras de por medio donde todo estaba por definirse?”.

Lawrence de Arabia, también presente en el relato de Guez y en la famosa foto con Churchill que motivó este libro, la veía como una igual. “La suya era una relación de amistad y de admiración política. Tenían el mismo sentido de la aventura y muchas afinidades en común, como su interés por el mundo beduino. Ambos padecían, además, de la misma melancolía y soledad”.

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