Byung Chul Han piensa con Weil

Tres días antes del lanzamiento de Berghain, Byung Chul Han recibió el premio Princesa de Asturias. A diferencia de Rosalía y aunque toque a menudo Bach con sus famosos pianos de cola, Han no canta que tan solo es un terrón de azúcar. Ni tampoco que ha sido hecho para divinizar y que, a través de su cuerpo, que quiere humildemente que Dios golpee, se puede ver la luz. Pero curiosamente ha dedicado su último libro, Sobre Dios. Pensar con Simone Weil, a barajar los mismos conceptos que se reflejan en las metáforas de Lux. Las afinidades electivas, en este caso la atracción por la mística masoquista y autodestructiva de Weil, forman extrañas parejas. E, incluso, grupos igualmente peculiares pero más numerosos. De hecho, la pasión por las elucubraciones de la autora de La gravedad y la gracia convoca, desde hace unos años, tanto en las aulas universitarias como en las salas de cine y los teatros nacionales, una orgía temática itinerante y continua centrada fetichistamente en prácticas que, a manera de imitatio Christi, subliman la sumisión y el dolor como vías hacia el erotismo espiritual.

Byung Chul Han es uno de los pensadores europeos más leídos del siglo XXI. Se hizo un lugar en el mercado supervendiendo libros que explicaban, en pocas páginas y muchos arreglos actualizados y efectistas de temas ajenos, los mecanismos por los que el neoliberalismo digital logra que los individuos se exploten a sí mismos y se sometan voluntariamente a las tecnologías que permiten controlarlos. Pero sus últimos ensayos, que lo han convertido en una figura de referencia del proselitismo católico, usan esta crítica del presente como cebo para pescar ex progresistas nostálgicos de un pasado que nunca existió con el anzuelo de la esperanza en un futuro que se asemejaría. El libro clave en este tránsito es La crisis de la narración, donde realiza una aún medio encubierta apología del cristianismo como gran relato que daba y podría volver a dar un sentido personal y comunitario a la vida humana y fundamentar un nuevo comienzo. Pero, antes, en La desaparición de los rituales, ya había subrayado con colores chillones las grandes virtudes de la misa para transmitir valores capaces de cohesionar la comunidad.

Escribe con el indisimulado propósito de reintegrar la religión en la civilización occidental

En Sobre Dios. Pensar con Simone Weil, como en El espíritu de la esperanza, Han habla desde la fe, coqueteando con la mística y con el indisimulado propósito de defender la reintegración de la religión en la civilización occidental para superar la lógica demoledora de la modernidad. Propone combatir la autoexplotación neoliberal con la espiritualización del trabajo y permutar la servidumbre tecnológica por la obediencia a Dios. Con estas credenciales, no resulta extraño que sea un autor que gusta mucho en el Vaticano y hace especialmente felices a quienes, desde una u otra perspectiva o posición política, anhelan la restauración de la influencia y la autoridad de la Iglesia en la vida pública.

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