Así se publicó ‘La colmena’

La odisea de un título mítico

El autor acabó la novela en 1946 pero no la pudo editar en España hasta 1963

'La colmena' deconstruida

Madrid, 16-1-1982.- Luis Escobar, Mario Pardo, Francisco Rabal y Camilo José Cela (i-d), durante el rodaje de

Amigos.Cela (derecha), en el rodaje de ‘la colmena’ con los actores Luis Escobar, Mario Pardo y Paco Rabal

EFE

A finales del verano de 1944 Camilo José Cela entra en contacto epistolar con Carlos Fernando Maristany (1913-1985), propietario de Ediciones del Zodíaco. Relación epistolar clave para entender la forja de La colmena, editada con extraordinario rigor por la tesis doctoral de Pilar Criado, que dirigí en 2023, que obtuvo el Premio Extraordinario y que está a las puertas de su publicación por la Universitat de Barcelona. Tesis que aportaba como documento instrumental el empleo del mecanoscrito depositado en el AGA (Alcalá de Henares), localizado en una caja de 1946 y que corresponde a la algarabía mediática de estas pasadas semanas, en que insólitamente se ha vendido su supuesta aparición como un ‘hallazgo’. Mecanoscrito que carece de los sellos de la censura que, en cambio, se pueden advertir en la carpeta que custodia la BNE desde 2014, donde se archivan además las autocensuras posteriores de Cela. Censuras y autocensuras que se reproducen en la edición de La colmena dirigida por Darío Villanueva y publicada por la RAE en 2016.

Cuando se inicia la relación epistolar (conservada íntegra por doña Isabel Maristany y en gran parte por la Fundación Pública Galega CJC) el novelista tiene en su equipaje dos novelas, La familia de Pascual Duarte (1942) y Pabellón de reposo (1943) y está a punto de ver la luz en la editorial La Nave Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944). Al margen de interesantes propósitos que no acabaron de cuajar, Cela se propone la edición del poemario que había escrito en el otoño de 1936, Pisando la dudosa luz del día, que se publica en abril de 1945 precedido de un prólogo de Leopoldo Panero, que será –no es un dato baladí– el censor laico que trató de ‘salvar’ La colmena en enero de 1946, con un dictamen benévolo, frente a la total intransigencia moral y literaria del censor eclesiástico, Andrés de Lucas Casla, quien ni siquiera cedió en la entrevista que mantuvo con Cela.

En 1945, Cela lee dos capítulos en el Ateneu de su obra inédita, lo que reseña Masoliver en ‘La Vanguardia’

Mientras se gesta la laboriosa y pulcra edición de los poemas, Cela va leyendo las reseñas de su palimpsesto del Lazarillo. Tres de ellas (Eugenio Montes, Ignacio Agustí y Torrente Ballester) coinciden en pedirle que se acerque en su próxima novela a la sociedad contemporánea. La más explícita es la del autor de Javier Mariño : “Me gustaría que CJC utilizase alguna vez sus espléndidos medios expresivos en un tema de nuestro tiempo”. Al alborear el año 45, Cela le comunica a Maristany que, pese a tener el compromiso (con adelanto crematístico) de dos nuevas novelas con La Nave, está tomando notas para una nueva novela que será para Zodíaco: es el germen de La colmena con el inicial título de La clientela de María Domingo, luego mutado en Café Europeo y Café La Delicia, e incluso (junio del 45) La ciudad llagada, que formará parte del ciclo Vagando por los caminos inciertos, según comunica a los asistentes a la inauguración de la exposición de acuarelas de Juan Esplandíu sobre Madrid en el Museo Nacional de Arte Moderno: su artículo “El alma de Madrid en 34 acuarelas” (Arriba, 3-VIII-1945) es una poética premonitoria.

Cela trabaja sin descanso en su novela sobre el Madrid de la posguerra (“que creo será mi best-seller”, le escribe al orsiano Nicolás Barquet durante el verano). A finales de octubre viaja a Barcelona, gracias a las mil pesetas que le presta Maristany, y la tarde del 30 ofrece en el Ateneu la lectura de dos capítulos de su novela, cuyo marbete es ya La colmena. Juan Ramón Masoliver escribe una breve e inteligente síntesis de la intervención de CJC (La Vanguardia, 1-XI), pautada por la frase de Stendhal: “Escribo en lengua francesa, no en literatura francesa”, que pronunció el propio Cela y que aparece destacado en la carpeta que contiene el manuscrito que cedió –por mediación de Rodríguez Moñino– en marzo de 1962 a Noel Salomon en Burdeos (custodiado en la BNE desde 2014). Nada más comenzar el año 46 Cela le comunica a Maristany que va a presentar el primer volumen de Caminos inciertos el día 7 en censura: “Creo que tacharán algo pero que, en definitiva, la aprobarán”.

Se equivocó, pese a la estrategia de las provocadoras escenas de lesbianismo, que sabía que se eliminarían sin destrozar la novela. El último día de enero, siendo ya padre, le escribe a su editor, antes de salir para la estación de Atocha a despedir a Dionisio Ridruejo (“que hizo todo lo que pudo por mi novela”) que la censura ha varado La colmena. Mientras tanto intenta una edición de bibliófilo, que prepararía Ediciones del Zodíaco, pero el 9 de marzo la censura la rechaza de nuevo. Cela, incansable, le manda copias a Maristany para ver de colocarla en el extranjero, camino plagado de dificultades. Cela, no obstante, resiste e inicia una insólita aventura de las que el autor llamó “páginas zarandeadas”: la preparación de una edición clandestina de La colmena, idea que le habían ofrecido dos empresarios catalanes y que en una carta del primero de abril –“privadísima, secreta y escrita para ser echada al fuego o guardada con siete llaves, después de leída”– que le remite a Maristany se consolida. Cela y Maristany están de acuerdo: van a preparar una edición clandestina. Con todo lujo de detalles el escritor gallego le expone el proyecto de la edición en las prensas de Zodíaco, con el “bonito pie” de Aux Editions du Cocu d’Or en los talleres parisinos de Richelieu et sa belle soeur. Está convencido de que la venta será automática y generosa: un negocio para Zodíaco y para sí mismo.

Maristany bautiza el original de la novela como Pepe. Cela, como en él era habitual, quiere atar todos los cabos y busca el consejo de su paisano Pepiño Pardo, futuro director de la editorial Noguer (que publicó la primera edición oficialmente española de la novela en 1963, expresamente permitida por Fraga Iribarne), y en aquellos días delegado en Barcelona tanto de Propaganda como de Información y Turismo. Pardo le aconseja que Le Cocu no fuera a librerías, porque “hay agentes especializadísimos en Barcelona que suelen comprar enteras –y muy caras– cocus de 100 a 150 ejemplares”. Por muy diversas razones la edición clandestina no alcanzó un buen puerto, pese a que a finales del verano del 46 Maristany le comunica que el original “está en manos de su posible impresor, hombre de entera confianza” y le solicita que suprima algún párrafo de conspicuo lesbianismo. Pasaron las semanas y Pepe no vio la luz. La etapa de La colmena con Maristany había finalizado, al tiempo que el editor y el novelista veían aparecer en mayo la cuarta edición de La familia de Pascual Duarte, prologada por Gregorio Marañón.

Aunque Cela siguió siempre muy de cerca las fortunas y adversidades de sus obras, desde el verano del 46, echó mano de la agencia literaria barcelonesa Universitas, cuya propiedad y dirección era del profesor Herman Stock. En la aventura editorial de La colmena Stock tiene un papel importante, dado que Cela le encargó a lo largo de 1947 la gestión de la publicación de La colmena en Argentina. Después de diversos intentos y aun reconociendo el valor de la novela, tres editores argentinos, amparándose en la crisis aguda que vivía el sector, concluyen que no se podía llevar a cabo la edición en esos momentos. Cela aceptó el fracaso y dedicó parte de su tiempo a rehacer (como atestigua el haz de manuscritos custodiado en Iria Flavia) la primera redacción del 46.

Al finalizar la primavera del 49 Cela le comunica a Stock que ha acabado la versión definitiva y que tiene preparada una copia mecanografiada que le remite con la finalidad de “que gestione usted la edición con alguna casa de México que le merezca garantía”, dejándole que negocie las condiciones del contrato. El 2 de julio Stock le dice que ha entregado la copia a Antonio López Llausàs, gerente de la Editorial Sudamericana, fundador de Edhasa y “que tiene al mismo tiempo una casa editora en México bajo el nombre de Editorial Hermes”. A finales de agosto, el escepticismo de Cela se confirma, porque sabe no sólo que Hermes ni siquiera se ha interesado, sino que el futuro editor de Cien años de soledad (López Llausàs) opinó que La colmena era “demasiado madrileña para poder gustar en América del Sur”. Sudamericana rechazaba La colmena. Diez años después, suspiraría por ella.

El que resiste, gana. Por propia iniciativa, Cela ofrece el 15 de febrero de 1950 a la casa editorial bonaerense Emecé el original de La colmena. Ya había publicado en la primavera del 45 la tercera edición del Pascual (con importante intervención de Blanco Amor) y estaba preparando la sexta. Cela envía el original el 18 de marzo a Enrique J. Nölting, administrador general, con una certera confidencia: “De mis cuatro novelas, creo que esta es la más importante. He trabajado en ella varios años y la escrito –de principio al fin– cinco veces”. El proceso editorial fue rápido, con algunas concesiones a la censura y con los favores del peronista Hipólito J. Paz, Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina. El 21 abril de 1951, Nölting le remite 50 ejemplares. Su venta fue notable. Mientras CJC le comunicaba a Emecé (18-XI-1951) que “La colmena ha tenido por aquí una gran acogida”, Nölting se quejaba (29-XI-1951) de que la venta de la novela estaba siendo desigual: “Lástima es que la venta que su libro ha tenido aquí y en otras partes de América no haya podido lograrse en España”. Lo cierto es que para comienzos de marzo del 52 se habían vendido cerca de cinco mil ejemplares sobre una tirada de ocho mil. Para el otoño del 53 la edición estaba totalmente agotada.

La colmena empezaría muy pronto su tránsito por la editorial Noguer, al compás de la edición –muy rentable para Cela: Noguer le abonó noventa mil pesetas de anticipo– de La catira (1955). Las sucesivas ediciones de 1955, 1957 y 1962 en la colección “El espejo y la pluma” se imprimen oficialmente en México. En 1963 la colección “Galería literaria” de la misma editorial acoge la quinta edición de la novela, la primera española. La serie Caminos inciertos quedó definitivamente olvidada, pese a la bondadosa mentira que Cela le escribe a Pardo (11-IX-1955): “El segundo libro de esta serie lo tengo ya muy anotado y pensado, y sólo espera su turno y su ocasión”. Ocasión que no llegó nunca.

Adolfo Sotelo Vázquez, uno de los mayores especialistas en Camilo José Cela, desmiente en el siguiente artículo un supuesto ‘hallazgo’ del mecanoscrito original de La colmena, demostrando que ya se conocía e incluso había sido citado en una tesis doctoral. El experto reconstruye, paso a paso, el viacrucis que siguió Cela para conseguir publicar su novela más célebre, contra el veredicto inicial de la censura, a la que intentó despistar incluyendo escenas eróticas de lesbianismo. Fue tal el empeño de Cela en conseguir ser editado que llegó a planear una edición clandestina en Barcelona que finalmente no se llevó a cabo.

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