Una de las fotografías más conocidas de Peter Hujar es su hermoso y melancólico retrato de la superestrella de Warhol, Candy Darling, reposando en su lecho de muerte. La artista trans, de 29 años, está rodeada de flores, con una rosa a su lado y los brazos levantados con aire seductor. La tomó en 1973 a petición de la actriz, que se estaba muriendo de linfoma, bajo la luz de un insulso fluorescente de la habitación 1423 del Centro Cabrini de Nueva York. La misma donde catorce años después, el artista y activista gay David Wojnarowicz, que había sido su amante y ahora era su amigo del alma, retrató a un Hujar agonizante en un tríptico sagrado y desgarrador de los años de la plaga del sida: el rostro demacrado y barbudo, su mano derecha aferrada a una sábana, los pies pálidos asomando entre la ropa.
Ben Whishaw interpreta al fotógrafo en 'Peter Hujar’s Day', de Ira Sachs
Alto, atractivo, rematadamente promiscuo y casi siempre sin blanca. Hujar tenía 53 años y se había autorretratado de muchas maneras, con un cigarrillo entre los labios y entrecerrando los ojos por el humo, o desnudo mirando a la cámara con una complicidad insondable. Entre la ternura, la vulnerabilidad, la sorpresa y el impacto. Pero ninguna cavó tan profundo en el recuerdo como aquella moderna pietà con el cuerpo ya rendido. “Todo el mundo estaba enamorado de Peter, yo incluida”, confesó Nan Goldin, colega que, como Robert Mapplethorpe, aprendió mucho de él, aunque a diferencia de ellos, murió pobre y sin saber lo que era la fama. Para sus amigos, fue un maestro del autosabotaje (la escritora Fran Lebowitz dijo en su funeral: “Le colgó el teléfono a todos los marchantes de fotografía importantes del mundo occidental”) y según el desaparecido crítico de The New Yorker Peter Schjedahl “vivió el sueño bohemio de convertirse en leyenda, en lugar del sueño burgués de ser rico y famoso”. “Cuando se hable de mí, que se haga en voz baja”, rogaba.
Vivió el sueño bohemio de convertirse en leyenda, en lugar del sueño burgués de ser rico y famoso
Hujar capturó un mundo hoy desaparecido, la excitante escena creativa del Nueva York de los setenta y ochenta (Susan Sontag, William Burroughs, John Waters...), con escapadas a los bajos fondos, y es uno de los grandes fotógrafos estadounidenses de todos los tiempos. También uno de los más intrigantes, con la complejidad natural de su fotografía. Solo por ver sus manos y pies en movimiento, los ojos llenos de vida, vale la pena una película como Peter Hujar’s Day, de Ira Sachs , un pequeño tesoro que el mes que viene llegará al Dart Festival.
Es solo una conversación entre el fotógrafo (Ben Whishaw ) y la escritora Linda Rosenkrantz (Rebecca Hall), que le pidió que describiera de principio a fin una jornada cualquiera. Hujar eligió la del 18 de diciembre de 1974. Veinticuatro horas en las que se cruza con Susan Sontag, Vince Aletti, Fran Lebowitz o Allen Ginsberg (el poeta, a quien retrata para The New York Times, l e sugiere que le practique sexo oral a su siguiente modelo: William S. Burroughs), dulce, amable, inteligente e ingenioso que conmueve hasta la lágrima cuando baila Hold me tight , de Tennessee Jim y, metido en la cama, se deja arrullar por las voces de las prostitutas apostadas bajo su ventana.

