Los humanos se llevaron lobos grises a una isla del Báltico hace 5.000 años y convivieron con ellos alimentándolos con focas y pescado

Arqueología

La única forma de llegar hasta Stora Karlsö era en barco

Lobo gris (Canis Lupus) el que hasta ahora se creía pariente cercado del lobo gigante.

Un ejemplar de lobo gris 

Roger Trentham

Stora Karlsö es una pequeña isla sueca en medio del mar Báltico. En una superficie de 2,5 kilómetros cuadrados no hay mucho más que piedra caliza y acantilados. Ni un solo mamífero terrestre autóctono vive allí. Y aún así, varios lobos grises consiguieron llegar hasta ella hace entre 3.000 y 5.000 años. No lo hicieron solos, acompañaban a los humanos.

Eran cazadores de focas y pescadores prehistóricos que alcanzaron la isla en barca y se asentaron en la cueva Stora Förvar, un yacimiento conocido por su uso intensivo durante el Neolítico y la Edad del Bronce, según explican investigadores del Instituto Francis Crick y las universidades de Estocolmo, Aberdeen y East Anglia.

Una dieta rica en proteínas marinas

Estos expertos realizaron un análisis genómico de los restos de dos cánidos que confirmó que eran lobos, no perros. Aunque no había evidencia de ascendencia canina, estos animales exhibían rasgos típicamente asociados con la convivencia con humanos.

El análisis isotópico de sus huesos reveló una dieta rica en proteínas marinas, como focas y pescado, lo que coincide con los alimentos que consumían los residentes de la isla y sugiere que contaban con provisiones, explican en un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Vista desde el interior de la entrada a la cueva de Stora Förvar

Vista desde el interior de la entrada a la cueva de Stora Förvar 

Jan Storå / Stockholm University

Estos lobos, además, eran más pequeños que los lobos continentales típicos. Uno de ellos, además, mostró signos de baja diversidad genética, un resultado común del aislamiento o la reproducción controlada.

“El descubrimiento de estos animales en una isla remota es completamente inesperado”, asegura el doctor Linus Girdland-Flink, autor principal del estudio. “No solo tenían una ascendencia indistinguible de la de otros lobos euroasiáticos, sino que parecían vivir junto a los humanos, comiéndose su alimento”.

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A Stora Karlsö solo podrían haber llegado en barco, lo que sugiere un panorama complejo de la relación entre humanos y lobos en el pasado. Llevarlos a la isla fue una decisión meditada por alguna persona, detallan los arqueólogos.

El hallazgo desafía la comprensión convencional de la dinámica lobo-humano y el proceso de domesticación del perro. Aunque no está claro si fueron domesticados, mantenidos en cautiverio o controlados de alguna otra manera, su presencia en un entorno aislado apunta a una interacción deliberada y sostenida.

Detalle del hueso de uno de los lobos incluidos en el estudio

Detalle del hueso de uno de los lobos incluidos en el estudio 

Jan Storå / Stockholm University

“Fue una completa sorpresa ver que se trataba de un lobo y no de un perro”, declaró Pontus Skoglund, del Laboratorio de Genómica Antigua del Instituto Francis Crick. “Este es un caso provocador que plantea la posibilidad de que, en ciertos entornos, los humanos pudieran mantener a los lobos en sus asentamientos y encontraran valor en ello”, apunta.

Anders Bergström, de la Universidad de East Anglia, considera que los datos genéticos descubiertos “son fascinantes”. “Descubrimos que el lobo con el genoma más completo presentaba una baja diversidad genética, inferior a la de cualquier otro lobo antiguo que hayamos observado. Esto es similar a lo que se observa en poblaciones aisladas o en cuellos de botella, o en organismos domesticados”, añade.

Vista aérea de la isla de Stora Karlsö, con sus imponentes acantilados

Vista aérea de la isla de Stora Karlsö, con sus imponentes acantilados 

Wikipedia

Uno de los especímenes, que data de la Edad del Bronce, también presentaba una patología avanzada en un hueso de una extremidad, lo que habría limitado su movilidad. Esto sugiere que pudo haber recibido cuidados o haber sobrevivido en un entorno donde no necesitaba cazar presas grandes.

La combinación de análisis osteológicos y genéticos ha proporcionado información única que no estaba disponible por separado. El estudio sugiere que las interacciones entre humanos y lobos en la prehistoria fueron más diversas de lo que se creía, extendiéndose más allá de la simple caza. Pero también refleja interacciones complejas que reflejan nuevos aspectos de una domesticación que no dio lugar a los cánidos que conocemos hoy.

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