De Cide Hamete Benengeli, el historiador ficticio al que Miguel de Cervantes atribuye un originario manuscrito en árabe de El Quijote , a Solimán López, el artista real que se ha valido de la inteligencia artificial (IA) para reescribir las andanzas del ingenioso hidalgo en el siglo XXI.
El juego metaliterario que ya se daba en la novela, y que prosiguió con Pierre Menard, autor del Quijote, el cuento en el que Jorge Luis Borges imagina a un escritor que se esfuerza durante años en escribir palabra por palabra exactamente el mismo texto que Cervantes, está detrás de la exposición Aeolia , que se inaugura hoy en el Instituto Cervantes de Madrid y podrá verse hasta el próximo 8 de marzo.
“En un lugar de la red, cuyo dominio no quiero acordarme, vivía un hombre de criptografía antigua”
Esta muestra, que ha comisariado Roberta Bosco, experta en arte digital, abre el ciclo Paisajes intangibles , que se desarrollará en el nuevo espacio Banca Cervantes, situado en el vestíbulo del antiguo Banco Español del Río de la Plata, el edificio art déco construido en 1918.
Para tan imponente escenario, Solimán López (Burgos, 1981) ha creado una escultura retrofuturista que se nutre, en su parte intelectual, de la obra cervantina volcada en la red, a la que se añade un sinfín de bibliografía sobre el autor y otros textos actuales, y, en su parte mecánica, de los ocho metros cúbicos de aire que él mismo capturó en la Mancha, a los que se sumará el aliento de los asistentes, que contribuirán al movimiento del mecanismo soplando por unas plumas.
Se trata, obviamente, de un montaje simbólico en el que gracias a un compresor que el artista llevó a Campo de Criptana –donde estaban los molinos a los que se enfrentó Don Quijote al confundirlos con gigantes–, Aeolia , cuyo nombre se inspira en la isla flotante de Eolo, el dios del viento de la mitología griega, se mueve con la misma energía que hoy activa, desde el paisaje manchego, los aerogeneradores.
Esta conversación artística entre pasado y presente tiene, sin embargo, luces y sombras, ya que, destacó Solimán López en la presentación a la prensa de su obra, si por un lado la energía eólica es sostenible, por el otro, los gigantescos molinos modernos están causando la muerte de las águilas imperiales ibéricas.
Esta ambivalencia, que la IA extiende a todo lo que toca, desde el concepto de autoría hasta el papel del lector, conecta el famoso capítulo VIII de El Quijote –el de los molinos o gigantes– con los miedos contemporáneos ante el desafío ambiental.
El resultado de toda esta reflexión serán cinco libros que se irán escribiendo durante este work in progress con los textos generados por la IA a medida que avance la muestra. Versiones de El Quijote que no serán tan fieles al original como la del borgiano Menard, a juzgar por el primer capítulo del primero de los libros, ya accesible y bautizado como La performance perpetua del hidalgo digital: “En un lugar de la red, cuyo dominio no quiero acordarme –aquí la diabólica máquina se ha dejado la preposición de –, vivía hoy un hombre –el tiempo verbal no se ajusta al adverbio– de los de lanza en astillero –este sintagma la IA parece que no ha sabido readaptarlo–, criptografía antigua, computadora flaca y algoritmo corredor”...
“Es brillante, pero le falta humanidad...”, analizó Bosco. O, tal vez, el genuino genio cervantino.
