El escritor franco-libanés Amin Maalouf (Beirut, 1949), flamante premio FIL en Lenguas Romances, se reunió el pasado lunes con mil jóvenes mexicanos en Guadalajara (México), en lo que llama “una auténtica conversación, que demostró que están muy interesados en el futuro”. Al día siguiente, recibió a este diario en su hotel.
¿Cómo era el joven Amin Maalouf?
Era rebelde. Pensaba que había muchas injusticias en el mundo, muchas cosas que corregir. Ya estaba furioso contra las identidades exclusivas y agresivas. Lo que realmente ha cambiado es que el mundo que imaginaba que vendría no ha llegado a materializarse. Imaginaba que superaríamos las identidades estrechas, creía que lo que estaba sucediendo en mi país natal, el Líbano, era algo anacrónico, y que nos convertiríamos en un país como todos los demás. Y ha sucedido lo contrario. En primer lugar, el comunitarismo no ha desaparecido en el Líbano, sino que se ha vuelto mucho más violento. El país no se ha desarrollado, ha retrocedido. Y lo peor es que el comunitarismo se ha extendido por todo el mundo. No podía imaginar que íbamos a tener problemas de ese tipo en Estados Unidos, en Europa… y que, por el contrario, los ideales de universalidad iban a retroceder. Esos sueños que tenía no se hicieron realidad, pero sí hay otros que no imaginé pero que han sucedido, relacionados con el progreso científico y técnico, como que cualquiera puede hablar con su familia al oto lado del planeta.
El progreso moral y el científico no van a la par, denuncia usted.
Desde el punto de vista moral, esto es un fiasco global y profundamente preocupante. La pregunta que debemos plantearnos es: ¿podrá el avance científico y técnico elevar las mentalidades de las personas a su nivel? ¿O el colapso moral se traducirá en un colapso incluso en la evolución material?
Es la pregunta correcta, pero no tenemos la respuesta.
No, hay una gran incertidumbre. Es decir, puede ir la cosa en cualquier dirección. Podemos imaginar que el mundo se recuperará, que habrá un nuevo orden mundial, de solidaridad, que se gestionarán mejor las cuestiones identitarias, no es en absoluto imposible que la humanidad viva un futuro realmente brillante. Pero también podemos imaginar todo tipo de accidentes, relacionados con la carrera armamentística, con un descontrol de las nuevas tecnologías, de la IA, de manipulaciones genéticas... Que ponga en peligro la integridad física y mental del ser humano.
Aquí, en Guadalajara, usted reivindicó la función social de la literatura en su discurso. ¿Qué puede hacer el escritor de novelas para arreglar el mundo?
Necesitamos imaginar un mundo diferente. Inventarte un mundo que se convierte en una pesadilla es relativamente fácil, basta que pienses la realidad y le añadas dos o tres accidentes. Yo he intentado, en mi última novela, ‘Nuestros inesperados hermanos’, imaginar lo contrario, es decir, una especie de milagro que nos permite superar esta fase tan delicada, con una referencia moral a la Antigua Grecia, a los viejos sueños de la humanidad. La literatura puede hacer mucho. Al menos, hay un ámbito que se está volviendo realmente urgente, la cuestión de la atención. Vivimos en un mundo en el que se nos empuja completamente hacia una civilización del zapping, siempre pasamos de una cosa a otra, nos interesa un acontecimiento y al día siguiente nos interesa otro. Necesitamos centrarnos más en los problemas esenciales y profundizar en ellos. Y, para profundizar, necesitamos la literatura, necesitamos libros, porque es ahí donde podemos reflexionar.
¿Cuál será su próximo libro?
Estoy trabajando en dos, pero el más avanzado es un ensayo sobre cómo afrontar este gigantesco trastorno que está viviendo la humanidad, que puede llevarla a la apoteosis o a la aniquilación. Nunca ha existido esta posibilidad, bien la de resolver todos los problemas o bien ser completamente esclavizados o aniquilados. Estoy convencido de que esta cuestión, que es la más grave de la historia de la humanidad, se resolverá pronto. Si logramos encontrar un camino de sabiduría en los próximos 10 o 15 años, estaremos salvados. Si no, estaremos perdidos, acabados. Completamente.
Como secretario permanente de la Academia Francesa, usted presidió la entrada en ella de Mario Vargas Llosa, un escritor que escribñia en español y que ya era miembro de la RAE…
Creo que es el único caso semejante. Mario era un personaje excepcional.
Encaja muy bien con su teoría de la identidad múltiple.
Por supuesto. Por eso me gusta mucho que la FIL otorgue un premio a autores de cualquier lengua románica, porque tenemos muchas cosas verdaderas en común. Necesitamos establecer relaciones de fraternidad entre estas lenguas. Yo deseo que estos encuentros se profundicen.
La IA va a permitir que hablemos cada uno nuestro idioma y todos nos entiendan”
Usted redactó un informe favorable al multilingüismo para la Unión Europea. ¿Por qué cree que el multilingüismo es positivo y puede fortalecer Europa? Porque hay gente que dice lo contrario, que es mejor una sola lengua por país.
Europa es una aventura apasionante, aunque hoy en día esté pasando por un periodo extremadamente difícil. La idea de reunir a naciones que se han combatido durante mucho tiempo a lo largo de la historia para que miren hacia el futuro juntas es una idea maravillosa. Pero esta idea supone respetar la cultura y la historia de cada país. No se puede decir a un país, ni siquiera al más pequeño, que abandone su lengua para adoptar un idioma común. No tiene ningún sentido. Al contrario, hay que encontrar soluciones para que todas las lenguas sigan vivas. Lo que yo proponía en ese informe, en mi opinión, tiene interés, aunque pronto quedará obsoleto por la IA. Eso fue, creo, en 2007-2008, propuse que en todos los sistemas educativos de Europa hubiera tres lenguas. Una lengua internacional, que generalmente sería el inglés, excepto en los países donde el inglés es la lengua nacional, que tendrían que elegir otra. Luego, un idioma identitario, que es el de cada país, de cada región. Y una tercera lengua, y esto es lo más importante, que yo llamo la lengua del corazón. Es decir, que cada uno elija una lengua por diversas razones personales e históricas. También pedía que las relaciones entre los países de Europa se desarrollaran exclusivamente en las lenguas de esos mismos países. Es decir, las relaciones entre Italia y España no tienen ninguna razón para desarrollarse en inglés. Pero es probable que la evolución de la inteligencia artificial aporte algo nuevo que nos permita replantearnos toda la cuestión.
¿Porque yo ya puedo hablar en español y mi interlocutor escucharme en italiano?
Exactamente. En este momento, en los congresos científicos solo se habla inglés, pero cada uno podrá subir al estrado, hablar en su propio idioma y cada uno de los oyentes lo escuchará en el idioma que quiera.
En Cataluña estamos tristes porque no se puede hablar catalán en el Parlamento Europeo…
Con la tecnología será del todo posible. Habrá incluso cientos de lenguas que se rehabilitarán automáticamente. Cada uno podrá subir al estrado, hablar en su lengua, por pequeña que esta sea, y cada uno de los oyentes le escuchará en la lengua que él elija. Eso no es un futuro lejano, es muy probable que se generalice en la próxima década.
Qué enorme utopía lingüística.
Es Babel, pero no como división sino como unión.
Jordan Bardella, el pasado octubre, en el parlamento europeo
¿Es posible que la extrema derecha gane en Francia? ¿Qué consecuencias podría tener?
Si lo observamos de manera objetiva, independientemente de los sentimientos que podamos albergar, todas las encuestas muestran que en las próximas elecciones presidenciales puede ganar el Rassemblement National de Jordan Bardella. Yo diría que hoy en día hay un 50 % de posibilidades. Y otro 50% de que sea superado por poco por una coalición de aquellos que no lo quieren. Desde hace unos años estamos asistiendo a un fenómeno similar en muchos otros países europeos. Yo crecí en un mundo en el que Suecia era el símbolo de la socialdemocracia, y hemos visto cómo tenían gobiernos de derecha bastante duros. Italia, el país de Gramsci y Berlinguer, está gobernado por Meloni. La verdad es que nos hemos acostumbrado.

