Cuatro años después del gran éxito de crítica que supuso La peor persona del mundo, el cineasta noruego Joaquim Trier vuelve a hacer tándem con Renate Reinsve como intérprete principal y con Eskil Vogt en el guion para ofrecer al espectador una de las mejores películas del año. Valor sentimental, la gran competidora de Sirât en la temporada de premios tanto del cine europeo como, en principio, de cara al Oscar internacional, habla de esas heridas emocionales en el seno familiar que tanto cuestan cicatrizar.
En este caso, Reinsve es Nora, una actriz de teatro emocionalmente inestable que, justo cuando muere su madre, se reencuentra con un padre que abandonó el hogar cuando se divorció: el carismático director de cine Gustav Borg, al que da vida un espléndido Stellan Skarsgård. El distanciado patriarca le ofrece el papel protagonista de su nueva película como una forma de acercarse a ella, aunque Nora lo rechaza. Sin embargo, el director decide seguir adelante y utilizar la casa familiar como escenario del rodaje con el fichaje de una joven estrella de Hollywood (Elle Fanning). El vínculo afectivo entre Nora y su hermana Agnes será el refugio para sortear la complicada relación paternofilial. Mientras la primera vive atormentada por el trauma de la ausencia del patriarca, la segunda ha logrado perdonarle y formar una familia.
Joachim Trier y Stellan Skarsgård en la presentación de la película en el festival de Cannes
A Reinsve, Trier siempre la tuvo en mente desde que empezó a escribir este drama sobre la incomunicación en la familia. “Durante la escritura pude tener muchas conversaciones con ella, a Stellan no le conocía, pero he admirado su trabajo desde que era pequeño y le dije que le necesitaba para el papel porque sabía que si no la película no iba a funcionar. Él fue lo suficientemente educado para decirme que había un 90% de posibilidades de que la hiciera. Gustav es un personaje muy difícil de retratar porque no quería caer en el cliché del típico padre frío o malo. Necesitaba una persona capaz de transmitir una calidez de esa frialdad y sabía que Stellan era el único que podía hacerlo”, explica el realizador en charla con Guyana Guardian. A su lado, Skarsgård, de 74 años, y para quien este ha sido “uno de los mejores papeles” de su carrera, matiza con una sonrisa pícara: “En realidad sabía que era el 100%, pero quería mantener el suspense”.
En la película se habla mucho de la herida y de las diferencias que hay a la hora de conectar unos con otros
La película, que indaga en la memoria familiar, los traumas, la depresión y la soledad, no exenta de algún toque de humor e ironía, apuesta por el poder reconciliador del arte. Una declaración de intenciones que no comparte el veterano actor sueco. “Yo no creo que el cine tenga un poder curativo como algo terapéutico, más allá de algo que pueda resultar terapéutico para un director como Gustav, pero igual le serviría correr una maratón”, admite. “No pienso que en el tema de los artistas consista en darnos la mano y tener esa especie de sensación curativa”.
El intérprete de títulos como Dogville o Rompiendo las olas, de Lars von Trier, confiesa que no tuvo que inspirarse en nadie en particular para meterse en la piel de un personaje tan complejo: “En realidad no tiene que ver con la vida de un director, sino con la de cualquier artista, ya sea un pintor, un músico... Yo eché mano de mi propia experiencia, que consiste en la obsesión que tengo con mi profesión y por la que he hecho sufrir a mi familia también. Pero pienso que tampoco un artista puede no hacer lo que tiene que hacer porque luego en realidad dejas de ser tú mismo y al final tu mujer se divorciará de ti igualmente”, revela tajante.
Renate Reinsve e Inga Ibsdotter Lilleaas, dos hermanas en la película
Valor sentimental, ganadora del Gran premio del Jurado en el festival de Cannes, explora un tipo de relación familiar que Trier considera muy característica de una cultura noruega con gente “que tiene dinero, pero curiosamente parece que cada vez resulta más difícil crear entornos familiares y mantener la conexión entre las personas”. La intención del director de Oslo, 31 de agosto o Thelma con esta historia donde “se habla mucho de la herida y de las diferencias que hay a la hora de conectar unos con otros” era “transmitir la idea de la soledad y la desesperanza dentro de una familia donde se reconoce que tanto el padre ha sufrido una pérdida y su hija ha pasado por una experiencia similar. Tal vez esto viene tan atrás como de sus abuelos y se trata de elegir vivir una y otra vez”, declara respecto a las imágenes que aparecen al principio del filme del pasado de la casa familiar y ese arco histórico que abarca a varias generaciones.
Pienso que tampoco un artista puede no hacer lo que tiene que hacer porque luego en realidad dejas de ser tú mismo y al final tu mujer se divorciará de ti igualmente”
El relato bucea asimismo tanto en el ego de Gustav como el pánico escénico a través del personaje de Nora durante una representación teatral. ¿Es algo que va de la mano de un artista? “Son aspectos que están bastante unidos -remarca Trier- esa especie de anhelo por tener más atención o afecto y, por otro, la vergüenza que creo que sienten los artistas por si acaso no se reconoce su trabajo”. El realizador asegura que habló con Renate sobre la posibilidad de utilizar el pánico escénico más bien “como el anhelo permanente del artista de ser reconocido”.
Stellan Skarsgård y Elle Fanning
Y menciona que en los créditos aparecen 1.066 personas que han estado trabajando muy duro en esta película “y sentía una enorme responsabilidad pensando que tenía que hacerlo bien”. “Por eso -continúa-, trato de liberar ese ego recordándome a mi mismo que soy parte de un grupo enorme y trato de impulsar esa colaboración. Cuando escribo nunca lo hago solo y eso me ayuda mucho a quitarme esa importancia. Pero de repente un día te encuentras en Cannes con 2.000 personas y estás sudando como un cerdo porque siento mucha presión para que todo salga bien. Así que también lo paso mal y tengo mis ansiedades”.
