Muere a los 96 años Frank Gehry, genio de la arquitectura del siglo XX y autor del Guggenheim de Bilbao

Adiós a un icono

El arquitecto ha fallecido este viernes en su casa de Santa Mónica, consolidado ya como uno de los más afamados arquitectos norteamericanos

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Frank Ghery, durante las obras del Museo Guggenheim de Bilbao 

Carlos de Andres / Getty

“Un resultado como el del Guggenheim Bilbao demuestra que vale la pena arriesgarse”, me dijo Frank Gehry durante una entrevista, en junio del 2011, en su estudio de Los Ángeles, una enorme nave de 4.000 metros cuadrados, en la que trabajaban un centenar de profesionales con una edad promedio de 35 años, entre decenas y decenas de maquetas a escala 1/50.

La frase que abre esas líneas sintetiza el espíritu creativo que ha impulsado la larga carrera de Gehry, nacido en Toronto, en Canadá, en 1928 y fallecido este viernes en su casa de Santa Mónica a los 96 años, consolidado ya como uno de los más afamados arquitectos norteamericanos del siglo XX, junto a autores como Frank Lloyd Wright y Louis Kahn, pero, a diferencia de ellos, activo durante el primer cuarto del XXI.

Gehry nació en una modesta familia judía. Su madre le abrió una primera ventana al mundo de las artes. Su padre, que fue boxeador, camionero y vendedor de máquinas tragaperras, emigró en 1947 a Los Ángeles en busca de mejores horizontes económicos. El futuro arquitecto, que contaba entonces 18 años, quedó deslumbrado por la luminosidad y el caos organizativo de la ciudad, por su fragmentación, algo esto último que se reflejaría de sucesivos modos en su arquitectura.

Con 18 años, quedó deslumbrado por la luminosidad y el caos organizativo de Los Ángeles, por su fragmentación

Cursó estudios en la University of Southern California, pero muy pronto tendió a relacionarse con la comunidad de artistas plásticos. Algunos de los principales de la época, desde Richard Serra hasta Claes Oldenburg, fueron amigos suyos. “Mis héroes –solía decir Gehry- son los creadores que rompieron. Lo importante es ser uno mismo”. Y eso es lo que siempre hizo como proyectista, convirtiéndose hace ya medio siglo en el cabeza de fila de la vanguardia arquitectónica norteamericana.

Influido inicialmente por la obra de Le Corbusier o Wright, interesado en autores como Gaudí o Sert, buen conocedor de la producción de pintores de distintas épocas, como Giotto, Matisse o Morandi, Gehry empezó a concretar su personalísima arquitectura por reacción contra el postmodernismo de colegas como Moore, Venturi o Graves, en boga en los años setenta del siglo pasado. Si aquellos autores recuperaban elementos de la tradición clásica arquitectónica, Gehry decidió ir más allá y reivindicar cualquier tipo de vía expresiva. Es decir, comportarse con completa libertad al concebir sus edificios. Estaba convencido de que “para ser algún día una figura histórica tienes que ser alguien muy de tu tiempo, alguien que define y distingue el presente”.

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Gehry posando junto a algunas de sus maquetas en 1989. 

Bonnie Schiffman Photography / Getty

Más que de etapas en su trayectoria, cabría hablar de evolución, guiada por un constante deseo de investigación e innovación formal. En una obra inicial como el Estudio Danziger (1965), vemos los ecos ortogonales del Movimiento Moderno, allí con toques brutalistas. Vinieron luego varias casas para amigos artistas. Pero antes de que pasaran diez años, entre 1977 y 1978, Gehry adquirió notoriedad al proyectar su propia casa en Santa Mónica, un experimento compuesto con materiales baratos, adentrándose en el terreno de la dinámica espacial, al encerrar una construcción preexistente en otra, usando chapa ondulada, tela metálica de gallinero, etcétera. 

Por entonces Gehry era ya un arquitecto apreciado, también criticado por su libérrima radicalidad, lo que hacía improbable, pero no imposible, que consiguiera el encargo de una gran obra posterior como el Disney Concert Hall en Los Ángeles, seguramente la más parecida al Guggenheim Bilbao, proyectada antes que este museo, en 1987, pero cuya construcción se demoró durante dieciséis años, hasta el 2003. También en 1987, Gehry inició el Vitra Design Museum en Alemania, su primera obra europea, que al igual que el Disney refleja su apuesta por los volúmenes descompuestos, dislocados, yuxtapuestos.

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El pez de Frank Gehry en Barcelona. 

Xavier Cervera / Propias

De 1989 es su Pez en la Villa Olímpica de Barcelona, fruto de dos circunstancias. Por una parte, el uso inicial del programa de diseño por ordenador Catia, que facilitó la construcción de sus peculiares edificios, y luego usó regularmente en su obra posterior. Por otra, su ya mencionada reacción al posmodernismo. En 1992 inició en Praga la Nationale Nederlande, también conocida como la torre Ginger y Fred, en memoria de la célebre pareja de bailarines hollywoodenses, un edificio caracterizado por un cuerpo-torre adosado en una de sus esquinas, que parece danzar sobre la acera.

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Estas podrían ser algunas fases de su evolución arquitectónica. Luego vinieron otras, siguiendo siempre una línea que parte del movimiento moderno y se dirige hacia su descomposición, hacia un cierto organicismo, como el reflejado en el Museo del Rock de Seattle, iniciado en el 2000, o hacia una plena libertad formal, que en un rascacielos como el de la calle Spruce de Nueva York puede traducirse en una fachada que evoca la caída de una túnica esculpida por Bernini, y en el caso de la Fundación Vuitton de París en lo que parce una nube de velas de un viejo velero. La audacia formal y el riesgo creativo siempre como divisa.

Dicho esto, entre todas las obras de Gehry destaca especialmente la del Guggenheim Bilbao, inaugurado en el 1997. Fue su gran do de pecho, convirtiéndose en el más aclamado edificio global del cambio de siglo, capaz, más allá de cumplir sobradamente su programa, de impulsar la transformación terciaria de toda la ciudad de Bilbao. Este éxito tuvo un efecto indeseado en nuestro país, donde diversas ciudades quisieron replicar el éxito bilbaíno recurriendo a otras estrellas de la arquitectura para que “las pusieran en el mapa” con un edificio suyo, obteniendo a menudo resultados menores, cuando no ruinosos… Otras obras de Gehry en España fueron su ya mencionado Pez en la Villa Olímpica de Barcelona o el Hotel Marqués de Riscal en Elciego.

Los detractores de Gehry, que también los ha habido, le afearon el determinante componente formal de sus obras. Cierto es que con colegas como Zaha Hadid, Jean Nouvel o Santiago Calatrava, Gehry fue uno de los autores más codiciados en los años de la arquitectura icónica, allá por el cambio de siglo. Pero a diferencia de alguno de ellos, supo renovar sin descanso su oferta y controlar los presupuestos de sus espectaculares obras.

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