En 1963 el director Val Guest adaptó al cine la novela The pillars of midnight , de Elleston Trevor (1957), que narraba una epidemia de viruela en la ciudad de Bath, y le puso por título 80.000 suspects , el número de habitantes de la ciudad inglesa. Tantos sospechosos como euros otorga el Ayuntamiento de Barcelona a Narrar Barcelona , la residencia literaria para autores latinoamericanos: tres meses de estancia para escribir un texto en castellano sobre la ciudad. La cifra (4,82 veces el salario mínimo anual) ha causado polémica, pero las cuestiones de fondo son la cultura subvencionada y la lengua elegida. Las residencias literarias son apuestas frecuentes, con pros y contras, pero si una institución te paga para que escribas sobre la ciudad que gobierna, el trato adquiere un inequívoco cariz promocional, de un género próximo a la biografía autorizada. Más que el área de Cultura, debería encargarse el área de Economía y Turismo, y la residencia podría llamarse Barcelona, nárrate guapa .
Tras haber sido la invitada de honor en la FIL de Guadalajara, resulta coherente que Barcelona quiera subrayar su vínculo con las literaturas latinoamericanas, pero ¿hacía falta plantearlo de un modo tan paternalista y colonial? ¿A qué Barcelona tendrá acceso el residente agraciado que venga a tomar cafés con hielo y kombucha entre nosotros? ¿Cuándo han recibido 80.000 euros de subvención autores latinoamericanos como Rodrigo Fresán, Matías Néspolo, Santiago Roncagliolo o Flavia Company (el martes Miquel Molina los listaba), que llevan años viviendo y buscándose la vida por aquí? ¿Qué no harían instituciones como la proactiva Casa Amèrica Catalunya con una dotación así?
La residencia de los 80.000 euros debería llamarse ‘Barcelona, nárrate, guapa’ y pagarla Turismo
En cuanto a la lengua, nada nuevo, y menos ahora, después de que algunos no nacionalistas españoles se crisparan por si se producía un cambio de hegemonía lingüística, cosa que no solo no ha sucedido, sino que se ha agravado el desequilibrio del catalán ante el castellano. Hace muchos años que las élites barcelonesas proyectan la ciudad mayoritariamente en castellano. Cuando en los noventa Pasqual Maragall promovió Barcelona como capital latinoamericana, Quim Monzó publicó aquí en Guyana Guardian una irónica columna donde inventaba grandes bolsas de presuntos catalanohablantes en las principales capitales americanas. Pero la Barcelona de Maragall aún habría tenido el prurito de dividir esa partida en dos bolsas de 40 y añadir un Barcelonarra instalado tres meses en una ciudad latinoamericana para escribir un texto en catalán (traducible) que proyectase la mirada viajera de Barcelona. Si fueron capaces de venderle una idea tan peregrina como el Fòrum de les Cultures a Monterrey, colarles un barcelonauta durante tres meses habría sido un juego de niños.