Rutger Bregman: “La gran batalla hoy es qué reemplazará al neoliberalismo, y vamos hacia algo realmente oscuro”

Entrevista

El historiador neerlandés, al que la BBC ha censurado una crítica a Trump, publica 'Ambición moral'

RUTGER BREGMAN, SOCIOLOGO E HISTORIADOR HOLANDES 22-3-2017 FOTO KIM MANRESA

El historiador neerlandés Rutger Bregman 

Kim Manresa

Acaban de censurarle en la BBC una frase en la que aseguraba que Donald Trump “es el presidente más abiertamente corrupto en la historia de EE.UU.”. El historiador holandés Rutger Bregman la pronunció en las Reith Lectures, conferencias que la radio británica emite desde 1948 y por las que han pasado desde Bertrand Russell a Stephen Hawking. Él era el encargado de este año con cuatro charlas tituladas Revolución moral y que abordan, señala, “la cobardía paralizante de las élites actuales doblando las rodillas ante el autoritarismo”. Pero tras revisarlas, los abogados de la BBC, a la que Trump amenazó con demandar por 5.000 millones por otro reportaje, eliminaron la frase.

Amenaza grave

El grupo que rodea a Peter Thiel y J.D. Vance quiere destruir la democracia”

A Bregman su libro Utopía para realistas , que recordaba entre otros hitos cómo la renta universal estuvo a punto de aprobarse en EE.UU. ¡con Richard Nixon!, le catapultó hasta foros como Davos. Y publica ahora Ambición moral (Península/Empúries), una llamada a la acción para que las mejores mentes de una generación no se dediquen solo a idear cómo enganchar adolescentes en las redes sociales. Un libro que recuerda cómo en la historia son con frecuencia pocos, pero decididos, los que logran los grandes cambios sociales. Pasó con el abolicionismo. Y con gente como Elon Musk y Peter Thiel hoy.

Una deriva conocida

Los estudiosos del fascismo pueden identificar claramente lo que sucede en EE.UU.”

¿Su nuevo libro es la continuación de Utopía para realistas?

Aquel libro trataba sobre cómo las ideas utópicas pueden convertirse en realidad. A lo largo de los siglos hemos hecho que lo imposible se vuelva inevitable. El fin de la esclavitud, la democracia, la igualdad de derechos para hombres y mujeres, eran fantasías utópicas en su momento. Éste es más una guía práctica, un libro de autoayuda sobre cómo hacer del mundo un lugar mucho mejor.

Justo hoy que Utopía para realistas parece ciencia ficción en plena ola reaccionaria.

Cuando escribí aquel libro hace una década me aburría la política neoliberal. Parecía como si hubiéramos olvidado cómo soñar a lo grande. No teníamos ideas sobre cuál podría ser el próximo gran cambio. La historia de la socialdemocracia es la historia de inmensos logros, desde la jornada laboral de ocho horas hasta el voto para las mujeres. Pero como joven, al observar la política en Europa y el mundo, pensaba que todo era muy aburrido. Ahora tengo la mitad de lo que deseaba: la política ya no es aburrida, pero las cosas no se han movido en la dirección que deseaba. En lugar de un resurgimiento de la esperanza, la abundancia y la confianza, han resurgido el miedo, la ansiedad y el autoritarismo en todo el mundo. Es la gran batalla que se está librando ahora mismo: ¿qué reemplazará al neoliberalismo? Y vamos camino de algo realmente oscuro. La comparación que me gusta hacer es con Rusia en 1917. Cuando los bolcheviques tomaron el poder, no fue porque los rusos estuvieran entusiasmados con Lenin y sus camaradas. La mayoría de la gente pensaba que era un idiota. Pero la gente estaba harta de la política habitual. Había apatía. Todos son incompetentes. Tú también, pero toma el poder. Es el escenario más aterrador para los próximos años, sobre todo en EE.UU., donde hay un nuevo grupo en ascenso, el que rodea a Peter Thiel y J.D. Vance, que claramente quiere destruir la democracia. No son populares. A la mayoría no le gustan, pero pueden llegar al poder porque la gente está apática. En esta época de decadencia y pereza moral, es hora de una revolución moral de personas que se unan y digan basta. Practiquemos lo que predicamos y construyamos un movimiento contracultural centrado en poner de moda hacer el bien.

¿Por qué cree que hemos llegado aquí? ¿La socialdemocracia no ha soñado a lo grande?

Estamos aquí como resultado de un proyecto político muy deliberado. El auge del neoliberalismo no fue algo que simplemente sucedió. Grupos específicos de personas impulsaron ideas muy específicas. Comenzó en los cincuenta con la Sociedad Mont Pèlerin, el grupo en torno a Friedrich Hayek y Milton Friedman. Luego en los setenta en EE.UU. Se produjo un movimiento rompedor con el Memorando Powell. Lewis Powell era un abogado que formaba parte de la junta directiva de las grandes tabaqueras. Y esa gente construyó lo que llamaría una conspiración egoísta. Tenían todo un plan para recortar los impuestos a los ricos, debilitar al gobierno, debilitar el Estado del bienestar y tomar el control. Llevó muchos años. Sabían que iba a ser a largo plazo. Y ahí es donde las fuerzas de la democracia liberal, la socialdemocracia o como quiera llamarla, han fallado por completo. No se han realizado las inversiones necesarias. No se han recaudado los recursos necesarios. Ha habido una política de pureza, mucho mirarse el ombligo en lugar de acción. La cita a la que recurro una y otra vez en mi libro es de Margaret Mead: nunca debemos dudar del poder de pequeños grupos de ciudadanos reflexivos y comprometidos para cambiar el mundo. De hecho, es lo único que lo ha logrado. Y así se explica el actual cambio. Como si todo se redujera a personas muy específicas con ideas específicas y la perseverancia de cambiar el curso de la historia. Si las cosas no han ido en la dirección correcta, hemos tenido falta de pequeños grupos de ciudadanos reflexivos y comprometidos dispuestos a hacer los sacrificios necesarios y radicales en su idealismo.

En su libro indica que hoy sí hay un pequeño grupo de personas muy motivadas: en Silicon Valley. Peter Thiel, Elon Musk, lo que se ha llamado la mafia Paypal...

Sí, son personas muy ideologizadas y tienen una estrategia muy clara. Peter Thiel ha sido claro. Ha dicho que no cree que la democracia y la libertad sean compatibles y que la democracia debe desaparecer. Eso es lo que quiere para Estados Unidos. Es el hombre que financió el ascenso de J.D. Vance, actual vicepresidente de EE.UU.. ¿Qué pasaría si Trump fuera asesinado o muriera de un infarto? Vance sería presidente. ¿Esperamos que se celebren elecciones normales en 2026 o 2028? De hecho, ¿esperamos que eso ocurra con la trayectoria actual, cuando el entorno de Trump vende gorras para 2028? La amenaza a la democracia es muy grave ahora mismo. Así como los estudiosos del genocidio han podido identificar claramente lo ocurrido en Gaza, los estudiosos del fascismo pueden identificar claramente lo que sucede en EE.UU.. Lo hemos visto antes en la historia y está sucediendo ahora mismo.

¿Puede haber un contrapeso, pequeños grupos motivados que sean el origen de otro cambio?

Me inspiran profundamente los períodos de la historia donde la situación también era muy oscura pero donde la gente pudo lanzar una revolución moral. Dos ejemplos. En el libro hablo mucho del movimiento abolicionista británico, el mayor movimiento por los derechos humanos que el mundo haya visto. El abolicionismo fue un fracaso prácticamente en todas partes. En los Países Bajos, de donde soy, apenas existía. No logró casi nada. Solo hubo unos pocos guerreros calvinistas de la justicia social que se interesaban por su propia pureza moral. Lo mismo ocurrió en Francia, donde un grupo de escritores e intelectuales no logró nada. En España, no hubo prácticamente nada. Solo en el Reino Unido cientos de miles de personas se alzaron contra la atrocidad moral de la esclavitud. Y fueron galvanizados por un pequeño grupo de solo 12 personas, 12 fundadores de la Sociedad Británica para la Abolición de la Trata de Esclavos. Lo que más me fascina es que el movimiento nació en una época de egoísmo y decadencia. Londres era la capital mundial del sexo. Una de cada cinco mujeres era obligada a prostituirse. Los parlamentarios estaban borrachos todo el tiempo. Había una increíble pereza y decadencia en la familia real. Y el abolicionismo formó parte de un movimiento más amplio, un movimiento contracultural de élites que decían basta. Si le hubiera preguntado a William Wilberforce, el famoso abolicionista, cuál fue la gran misión de su vida, diría que estaba volviendo a poner de moda la virtud. Mi segundo ejemplo es estadounidense, en la transición de la Edad Dorada, a finales del siglo XIX, a la Progresista.

¿Vivimos una nueva edad dorada?

La edad dorada fue muy similar a la nuestra. Aquella primera tuvo a los magnates ladrones que ganaban cantidades desorbitadas de dinero con sus monopolios del acero, el carbón, el ferrocarril, los Carnegie, los Vanderbilt, los Morgan. Y también hubo una increíble cantidad de corrupción y escándalos sexuales. Y la sensación generalizada de que la gente había sido traicionada por sus líderes, de que había una increíble corrupción en la cúpula. Hubo un movimiento de gente común organizándose en sindicatos y partidos políticos, pero también un movimiento de élites uniéndose, como Louis Brandeis, el abogado que llegó a la Corte Suprema y a quien a menudo se llamaba el abogado del pueblo. Luchó contra los grandes monopolios y quiso proteger los derechos de los trabajadores. Y más famoso fue Theodore Roosevelt, el historiador y presidente, quien predicaba con el ejemplo, no solo quejándose entre bastidores. Dejó citas increíbles: “No es el crítico quien cuenta, sino el hombre en la arena, el que se arriesga, cae, pero luego se levanta y no es uno de esos perdedores que solo comenta y no hace nada”. Mi esperanza hoy es que después de esta segunda Edad Dorada, ahora que las cosas han empeorado, esto pueda impulsar una nueva revolución moral.

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