El cineasta Ed antoja debuta en el cine de ficción, y lo hace dirigiendo y produciendo el cortometraje Donde se quejan los pinos, candidato a las nominaciones para los premios Goya. El filme, que esta disponible en Movistar+, aborda una problemática muy presente en la actualidad como es la quema premeditada de bosques. Lo hace a través de una historia rural, de un thriller que se aleja de las grandes urbes para adentrarse en la frondosidad de los bosques.
“La idea sale del guion de un largometraje que estoy realizando y responde un poco también al mismo objetivo: mostrar nuestra relación con el medioambiente, preguntarnos que está pasando con el paisaje y las razones por las que cambia y denunciar la quema premeditada de terrenos forestales”, explica Antoja. Su objetivo es contundente: “Hacer llegar el mensaje a toda la gente posible. Para eso tenemos que captar a una audiencia que vaya más allá de la que ya está comprometida con la causa”. Los incendios acaecidos este pasado verano ejemplifican a la perfección la denuncia de Antoja, pero como él mismo afirma: “Cada año hay incendios durante el verano, siempre pasa lo mismo”.
Donde se quejan los pinos narra la historia de Serafín (Ramón Barea), un hombre mayor propietario de un terreno forestal que recibe presión del alcalde (Francesc Orella), de compañeros de profesión o de su hija (Almudena Amor) para venderlo. La trama también expone una muerte, no sabemos de quién, pero deducimos que se trata de un asesinato. “El thriller ha aportado una perspectiva diferente al filme, no es tan puramente reivindicativo, pero tiene un añadido; presenta al bosque como un personaje más e incrementa su importancia en la obra”, expone el director.
Imagen de 'Donde se quejan los pinos'.
El bosque, aparte de ser un personaje más, es el escenario en el cual se desarrolla toda la trama. Ed Antoja tuvo claro desde el principio que el espacio protagonista de los hechos tenía que ser “un lugar recóndito, donde las copas de los árboles engullan la luz y a los personajes no les dé el sol.” Las sombras de la vegetación, el ruido de la montaña y los animales, los amaneceres y atardeceres o la oscuridad de la noche, todos forman parte de la atmósfera rural, que “se refleja en los protagonistas con ropas desgastadas, arrugas y dejadez”, detalla el director.
En esta historia la violencia está presente todo el rato, aunque el espectador no se de cuenta, y no solo en referencia a los primeros planos de hachas y los disparos de escopeta. “Los personajes cortando leña, la contaminación de un coche, la presión de cadenas en los troncos o las balas perdidas en los árboles, esas son las agresiones que recibe constantemente el bosque”, expone Antoja, que concluye: “Algunos lo hacen por egoísmo o avaricia, otros por incompetencia u otros sin quererlo, todos debemos empezar a mirar esto desde otra perspectiva, necesitamos el medio natural para sobrevivir, necesitamos nuestros bosques sanos”.


