El cineasta chino Jia Zhangke optó el año pasado a la Palma de Oro del festival de Cannes con A la deriva , una propuesta tan embriagadora como experimental, compleja y misteriosa. Orquestada en un rodaje que abarca veinte años, el filme arranca en el 2001 en Datong con mujeres cantando y riendo. La cámara se mueve silenciosa para ejercer de testigo de diferentes espacios y rostros de una China en transición. Una mujer se quiere ir de un bus destartalado, pero hay un hombre que no la deja. Es una relación extraña y melancólica de encuentros y desencuentros en el tiempo la que establece esta pareja que prácticamente no se dirige la palabra.
El director vuelve a hablar de los cambios socioeconómicos de su país a través de una atmósfera poética y desasosegante que no escapa a la irrupción de la pandemia, TikTok y los robots en el súper.
