Cuando aparecieron Nosotros, los Caserta (1992) y Los rieles (2013), ambas recuperadas por Tusquets en 2024 y 2022 respectivamente, dejé constancia de mi admiración por Aurora Venturini (Buenos Aires, 1921-2015). En uno de mis comentarios en estas páginas señalaba: “Los rieles no necesita mis inevitables elogios. La novela habla por sí misma”.
Si allí introducía a la escritora bonaerense con la pertinente información sobre su persona y su obra, ahora, en El marido de mi madrastra, esta información es innecesaria, tras la exhaustiva biografía de Liliana Viola (Buenos Aires, 1963), periodista, ensayista y editora del suplemento SOY del diario Página/12. En efecto, me parece imprescindible empezar por la lectura de su biografía, Esta no soy yo.
⁄ La lectura de la biografía de Venturini resulta apasionante, como lo fue su vida, absolutamente novelesca
La vida de Venturini es realmente novelesca, y este espíritu lo mantiene Viola, por lo que su lectura resulta apasionante, aunque a veces se pase de la raya, como cuando al hablar del jurado que concedió el premio a Las primas nos dice que “pidieron la segunda ronda de whisky para aflojar los ánimos”. Peccata minuta. Fueron amigas, aunque “esta biografía no estuvo jamás en los planes de Aurora”. En cierta medida parece el eco de Venturini y cuando la leemos tenemos la sensación de que ella está allí.
Las anécdotas son infinitas: que habla con los animales “y asegura entender casi perfectamente las reacciones manifestadas por sus movimientos”; en las entrevistas, “la entrevistada resiste inventando más. ¡Es que su pasado está en vías de construcción! Puede corregir la fecha de su nacimiento y variar la configuración familiar tanto en los cuentos y novelas como en las entrevistas”. Todo es lícito con tal de que la persona y el personaje sean la misma. Se inventa una larga estancia en París, de la que sabemos que conoció a Simone de Beauvoir, a Sartre, a Camus o a Ionesco, cuando los veinticinco años en la realidad se reducen a 1956-1957. Cultiva el ejercicio de la mentira, elige ser una superdotada. Mentiras innecesarias a juzgar por lo interesante que fue su vida. Fue amiga de Eva Perón y a la caída del dictador la marginaron, la persiguieron, y tuvo que exiliarse. Repite que no ama, no llora, no siente; está contra la institución matrimonial, los matrimonios ayuntados le dan asco; es estudiosa de la magia negra, de los misterios de la mente, y organiza una sesión de espiritismo. Por eso afirma: “sugiero que la imaginación esté presente en todo momento”.
⁄ No ama, no llora, no siente; contraria al matrimonio; estudiosa de la magia negra, de los misterios de la mente
Algo determinante para la escritora fue la concesión del premio Exedra patrocinado por Página/12, con un jurado integrado, entre otros, por Juan Forn, Juan Ignacio Boido, Rodrigo Fresán y Alan Pauls. Venturini, destinada al anonimato durante ochenta y cinco años, obtendrá un súbito reconocimiento que le cambiará la vida. De las más de cien obras publicadas y muchas más inéditas, destaco Jovita la osa y otros cuentos (1974), Nosotros, los Caserta (1992), Me moriré en París, con aguacero (1998) (conocido verso de César Vallejo en Piedra negra sobre piedra blanca), el libro de poemas Adiós a la muerte (1948), la traducción y estudio crítico de François Villon (1963), el libro de memorias Eva, Alfa y Omega (2014) y, por supuesto, los relatos de El marido de mi madrastra.
En su prólogo Ariana Harwicz señala cómo Venturini “escribe contra el lenguaje, contra las convenciones de la escritura”, y que es una “voz disidente”. Entra en los cuentos como si fuese un personaje más o como si quisiese dejar huella con su presencia, a modo de biografía. En Carbúncula escribe que la protagonista “resulta horrenda, pero se acepta, ella lo hace con aparente goce y satisfacción”. Todo el relato parece un autorretrato. En Laura Laínez aparece como estudiante de Humanidades; en Antropología el curso estaba a cargo del profesor-doctor Christofredo Jacob, importante en su vida; en el Museo hay un muro con cuadros “con escenas que algún cataclismo había devastado y que nuestras memorias no guardan, pero que la imaginación reproduce”. Aparecen con frecuencia las casas, una obsesión en Venturini, entre otras la casa triste de El marido de mi madrastra, que nos recuerda la casa lóbrega y oscura del escudero de Lazarillo de Tormes.

Portada de la biografía de Aurora Venturini 'Esta no soy yo', de Liliana Viola
⁄ El libro contiene frases impactantes: “yo estoy gris, abandonada y sin lágrimas en esta casa de árboles y espejos”
En su narrativa son frecuentes los fenómenos en alguien que se considera y es considerada una bruja. En El tornado, “algunos difuntos ambulan y antes me he chocado con ellos por la calle. Hoy me chocan a mí porque estoy desapareciendo”; en Una vez vi un ángel, “ mi ángel me lastimó y me vació el alma”; en Amore, tu lo sai, la vita è amara, “ había visto pasar una guadaña viajera y volandera por el vidrio del balcón y conocía el significado”. Como ocurre en el mencionado El tornado, “ la rara historias de los miches, Heracly y Caty escapa a cualquier conclusión lógica”.
Por si faltasen pocos atractivos, el libro está salpicado de frases impactantes: “un universo para mí una enorme boca sonriente”; “mi piel, que es el órgano mayor del cuerpo que lo defiende y contiene”; “la luna ardía de repente”; “yo estoy gris, abandonada y sin lágrimas en esta casa de árboles y espejos”, como el barón Cosimo de El barón rampante, de Calvino. Y está “la calavera que sirve de silla”, o “cuando el verano zumba en el vientre de la abeja”.
En fin: si no he reflejado todo lo que de fascinante tiene este libro, es que he fracasado como crítico. ¡Pero no como lector!
Aurora Venturini
El marido de mi madrastra
Tusquets. 240 páginas, 19 euros.
Liliana Viola
Esta no soy yo
Tusquets. 320 páginas, 20,90 euros.