¿Azorín olvidado en la España olvidadiza? Por supuesto, no podría ser de otra manera. En un país en que escribir es llorar, el gran estilista de la Generación del 98 –término que acuñó él mismo– se ha disuelto como dos peces de hielo en un whisky on the rocks , que dijo aquel otro.
Fruto de la pericia asociada a sus conocimientos y su tozudez, aparece en Alianza la biografía Azorín. Clásico y moderno de Francisco Fuster, profesor en la facultad de historia de la Universitat de València. En plena agonía imperial, un grupo de musculosos escritores se propuso renovar el discurso y ofrecer un fresco de la historia española del momento, a través de nombres tan relevantes como Unamuno, Machado, Baroja, Valle-Inclán e, incluso, el poeta nicaragüense Rubén Darío, entre otros. ¿Cómo ser titular en este equipo de estrellas?
⁄ Con su particularísima visión de la realidad, tuvo además la osadía de mantenerse en activo más de sesenta años
Azorín, además, desde el detallismo con una visión particularísima de la realidad. José Martínez Ruiz, valenciano de Monòver, nacido en 1873 y muerto en 1967, entre otras desgracias tuvo la osadía de mantenerse en activo más de sesenta años. Oscila desde la visión libertaria todopoderosa de su juventud hasta el patetismo de tener que implorar a Franco que lo ayudase a obtener un permiso para poder representar una de sus obras de teatro.
Hombre de su tiempo, la radiografía de Fuster es muy recomendable porque, sobre todo, se lee bien, resulta el fiel al retrato de un estilista, comparable como ensayista a pocos escritores españoles, también inmolados por la historia desde los tiempos de Gracián. Azorín, que tanto agradaba a Josep Pla, fue –reitero– un estilista en el país de la picaresca, de los sanchos y los iletrados, del bruto común.
Azorín en una imagen sin fecha, probablemente de los años sesenta
⁄ Osciló desde la visión libertaria todopoderosa de su juventud hasta el patetismo de tener que implorar a Franco
Hace cinco años, Manuel Vicent recordaba que Pío Baroja solo respetaba a Azorín mientras decía de Unamuno que era incapaz de escuchar, “por su gusto no hubiera dejado hablar a nadie”. Periodista de raza –llegó a escribir cinco mil quinientos artículos de prensa–, cubrió para el diario ABC la entrada de los norteamericanos en París al final de la Primera Guerra Mundial. Interesante es el capítulo dedicado a la dictadura de Primo de Rivera de los años veinte, “todos ven, en una más que probable dictadura, la posibilidad de mantener sus privilegios y de recuperar el control sobre la vida cotidiana del país.” Preocupado por la situación catalana, el dictador se apoyó en la milicia catalana armada y parapolicial del somatén, que unía tradicionalistas, conservadores, carlistas, católicos y otros involucionistas. Al no poder opinar libremente desde su diario contra las fuerzas afines de la dictadura, el escritor valenciano optó por ofrecer sus crónicas como corresponsal de un diario argentino.
También en esos años inicia sus desavenencias con el poeta Juan Ramón Jiménez, que lo había caricaturizado diciendo que “hace una defensa llana de lo fácil, de lo feo, de lo vulgar...”. El estilo, puntualizaba Azorín, consiste en la eliminación, eliminar lo accesorio y dejar lo substancial. Coincidía con la visión de la poesía de Ezra Pound, basada en la condensación.
⁄ Admirado por Josep Pla, fue un estilista en el país de la picaresca, de los sanchos y los iletrados, del bruto común
Fuster lo ejemplifica a través del propio autor: “He escrito en muchos sitios a los largo de mi vivir: en Monóvar, nativo pueblo, en Madrid, en San Sebastián, en París. No sé dónde he escrito con más fervor, con más verdad, con más entusiasmo. He escrito en cuartillas anchas y amarillentas, en cuartillas chicas y blancas. He escrito por la mañana, por la tarde, a prima noche, en las horas de madrugada, con el alba, con la aurora, a mediodía... He escrito con letra abultada y letra menuda. He escrito con inspiración y sin inspiración; con ganas y sin ganas.”.
Opinaba Benjamín Jarnés que leíamos los libros de Azorín porque son suyos, independientemente de su contenido. El libro de Francisco Fuster refuerza las ganas de recuperar Azorín, “el alma de su tiempo”, como sintetizó Ramón Gómez de la Serna.
Francisco Fuster
Azorín. Clásico y moderno
Alianza Editorial. 384 páginas. 22 euros
