El arte de la biografía tiene dos dimensiones: informativa e interpretativa. Hay quien ha escrito biografías maravillosas de pura interpretación, sin descubrir un solo hecho que no fuera conocido: es el caso del fascinante Fouché de Stefan Zweig. Las hay que son lo contrario: exhaustivas, pero en las que nos cuesta ver al personaje, enterrado bajo montañas de datos. Sin duda las mejores biografías, las más completas, son las que desarrollan armoniosamente ambos aspectos: investigan, aportando nuevas informaciones, y a la vez se esfuerzan en entender la verdad íntima del biografiado. Es el caso de las de Anna Caballé. En la de Francisco Umbral (2004), sacaba a la luz el gran secreto del escritor, su condición de hijo natural, de madre soltera y padre oficialmente desconocido. En la de Carmen Laforet (2010), explicaba el misterio de esa mujer –su bloqueo como escritora tras la exitosísima Nada– como una tendencia a huir de las contradicciones que no podía resolver. En el caso de Concepción Arenal (2018), Caballé atribuye, al menos en parte, la compasión de Arenal ante la desgracia (miseria, encarcelamiento …), motor de su pensamiento y activismo, a la que supuso para ella la temprana muerte de su marido.
⁄ Su obra obedecía a unos principios estéticos que mantuvo con coherencia férrea, lindante con el dogmatismo
Ahora, en Íntima Atlántida, Caballé se enfrenta al reto, nada fácil, de descubrir la clave de otra escritora, una cuya obra está marcada, precisamente, por el enigma. Nacida en Valladolid en 1898, discípula de Ortega, miembro de esa generación llamada del 27 por el homenaje que sus poetas rindieron a Góngora en 1927 en Sevilla, pero que se podría llamar del 26 por la importancia que tuvo en ella el Lyceum Club Femenino fundado en Madrid en ese año, Rosa Chacel compartía la aversión de todos ellos al realismo decimonónico. Desdeñaba el argumento. No es que en sus novelas no pasara nada, al contrario: hay en ellas hasta suicidios y asesinatos, generalmente ligados a alguna transgresión sexual; pero es dificilísimo seguir el hilo, pues el foco está puesto en la vida interior, poética y filosófica, de los personajes. Esa apuesta antinarrativa fue fatal para la difusión de su obra: la dejó “fuera de juego, sin lectores”, como explica su hijo Carlos.
⁄ Lo amoroso y sexual, está en el centro de su obra y vida, pero no podía hablar abiertamente, le dolía demasiado

La biógrafa Anna Caballé con un ejemplar de su libro sobre Rosa Chacel
¿Por qué no suavizó sus planteamientos, por qué no escribió (salvo en sus memorias, Desde el amanecer) algo más accesible? Sin duda porque obedecía a unos principios estéticos que mantuvo toda la vida con una coherencia férrea, lindante con el dogmatismo: era una mujer muy dura. Pero también, y esa es la gran aportación, informativa e interpretativa, de Anna Caballé, porque no podía hablar abiertamente de un tema: lo amoroso y sexual, que está en el centro de su obra y lo estuvo de su vida… pero le dolía demasiado. La tesis de Caballé es muy convincente: Chacel nunca pudo superar el semiabandono por parte de su marido, el pintor Timoteo Pérez Rubio. Él vivió infelizmente atrapado por sus contradictorios sentimientos hacia ella: amor, admiración, respeto, pero también agobio y culpa; ella, atrapada por sus no menos contradictorios sentimientos hacia él: dolor e ira por su traición, pero también una dependencia afectiva (además de económica) que no le permitía romper con él.
⁄ Chacel nunca pudo superar el semiabandono por parte de su marido, el pintor Timoteo Pérez Rubio
En torno a esos dos personajes profundamente infelices, Anna Caballé teje un libro rico e interesante, por el que desfilan el ambiente intelectual de la España de los años treinta; la Guerra Civil (más vivida por él, que salvó los tesoros del Museo del Prado, que por ella, refugiada en París); el exilio en Río y Buenos Aires; una rica y acogedora (quizá demasiado) familia brasileña, y finalmente, el retorno de Chacel –medio reparador, medio decepcionante– a la España de la Transición. Moriría en Madrid en 1994.
Y ella, todo esto, ¿cómo lo vivía? La respuesta está en su diario, “uno de los más francos y conmovedores de la cultura española”, según Caballé, que “impresiona”, dice Elena Medel, “por su crudeza y su juicio inmisericorde, salvaje, de los demás” (también, cabe añadir, de sí misma). Quienes los leímos, ávidamente, en el momento de su publicación (en 1982 los dos primeros volúmenes, en 1988 el tercero), nos encontramos con un texto fascinante y frustrante a la vez. Fascinante por la extraña cotidianidad de esa mujer ferozmente solitaria, entregada absolutamente a la escritura en condiciones materiales muy difíciles, y por su introspección a tumba abierta; frustrante por lo mucho que calla: analiza extensamente sus sentimientos hacia, y sus conflictos con, personas cuya identidad no menciona. Inconvenientes estos solventados por la nueva edición que ahora sale a la luz, con un inteligente prólogo y útiles notas de la escritora Elena Medel.
Combinados, ambos libros – Íntima Atlántida de Anna Caballé y Diarios de Rosa Chacel (a los que aconsejo añadir la autobiografía Desde el amanecer y la novela Barrio de Maravillas, mi favorita)– nos muestran en todo su esplendor, aunque sin ocultar las sombras, una figura originalísima, admirable y capital de la literatura española del siglo XX.
Anna Caballé
Íntima Atlántida
Taurus. 568 páginas. 23,65 euros
Rosa Chacel
Diarios
Seix Barral. 1112 páginas. 29 euros