De la misma manera que ha habido veranos que han quedado en nuestra memoria por la huella sonora de canciones pegadizas que sonaban allá donde fuésemos, también hay libros que han marcado con su ritmillo algunos veranos de nuestra vida.
1992. Corazón tan blanco de Javier Marías (Anagrama). Rompió el tópico de que la literatura de calidad no podía interesar a todos los públicos. En aquel verano olímpico esta novela saltaría más lejos que ninguna.
1997. El sastre de Panamá de John Le Carré (Plaza & Janés / Edicions 62). Parecía que ya estaba todo dicho y finiquitado en la novela de espías con el final de la guerra fría. Pero regresó el maestro. Nos habló de espías pero también de la incertidumbre que pende sobre cualquier vida.
1998. El dios de las pequeñas cosas / El déu de les coses petites de Arundharti Roy (Anagrama). El debut de esta joven autora india dio muchísimo que hablar ese año. Con una prosa fresca mostraba los profundos problemas sociales enquistados en su país. Después, dejó la escritura por el activismo medioambiental.
1999. Memorias de una geisha / Memòries d’una geisha de Arthur Golden (Alfaguara / Edicions 62). Tenía todos los ingredientes de novela de verano: entretenida, polémica, romántica y un punto erótica. Una muchacha japonesa con una infancia desgraciada llegó a regentar el más exclusivo salón de geishas de Nueva York.
2000. El último encuentro/ L’última trobada de Sándor Márai (Salamandra / Empúries). Un descubrimiento deslumbrante, uno más, de la editorial Salamandra capitaneada por Sigrid Kraus. Sesenta años tardó en publicarse en España la obra maestra de la pluma más elegante y melancólica de las letras húngaras.
2002. La Reina del Sur de Arturo Pérez Reverte (Alfaguara). En el mes de junio del 2002 entró a caballo en la lista de más vendidos la arrolladora Teresa Mendoza: de una familia humilde de Sinaloa hasta lo más alto de la escala social al ritmo de los narco-corridos.
2003. La pell freda / La piel fría de Albert Sánchez Piñol (La Campana / Edhasa). La novela en catalán traducida a más idiomas (37) de manera más veloz. Y es que el terror, también es para el verano. Un terror acuático, con isla remota, faro y seres monstruosos que nos hacen pensar en quién es realmente el monstruo.
2005. El curioso incidente del perro a medianoche / El curiós incident del gos a mitjanit de Mark Haddon (Salamandra / La Magrana). La historia de un niño autista con enorme capacidad intelectual empeñado en investigar la extraña muerte del perro de su vecina no parecía que pudiera ser el libro del verano. Pero lo fue porque tenía intriga pero también un singular encanto.
2008. Los hombres que no amaban a las mujeres / Els homes que no estimaven les dones de Stieg Larsson (Destino / Columna). Llegó un primero de junio y ese verano fuimos suecos. La novela policiaca nórdica ya estaba en alza pero esta novela desató el boom por el policiaco escandinavo. Ibas a la cola del cine y, lo que no se veía hacía años, la gente de pie leyendo.
2013. La verdad sobre el caso Harry Quebert / La veritat sobre el cas Harry Quebert de Joel Dicker (Alfaguara / La Campana). Dicker es el Giorgie Dann de la novela del verano. Llegó en junio del 2013 con voluntad de novela de playa y tumbona y lo logró con sus tramposos enigmas muy bien enlazados. Cada verano llega desde entonces una novela suya. Ya no son tan adictivas, pero siguen siendo pegadizas.
2015. La chica del tren/ La noia del tren de Paula Hawkins (Planeta / La Campana). Arrasó ese verano esta intriga en la que una mujer alcohólica y atormentada mira desde el tren hacia la ventana de una casa donde la vida parece maravillosa. Hasta que deja de serlo. Vendió en castellano más de un millón de ejemplares y cerca de 100.000 en catalán.
2024. Blackwater de Michael McDowell (Blackie Books). Una saga con muertes repentinas y sucesos inexplicables que lanzaron por entregas siguiendo el modelo de Francia e Italia. Libros breves, intrigados, de bonito formato y baratos. Lo que más se leyó el pasado verano. Un exitazo.
