David Aliaga. La lengua herida (Candaya). Una narración agitada que exige la atención del lector por los continuos desplazamientos en torno a un ejemplar de la novela gráfica Midrash del coyote, que su autor, A.P. Coen, encuentra en una tienda. Está dedicada a Lucía, la mujer que le rescató de una manifestación en la que se hirió la lengua, que ella le sanará. Coen tiene dos misiones: investigar sobre el nonno Bruno y localizar a Lucía. La búsqueda le obliga a desplazarse continuamente. De México nos trasladamos a Barcelona, a Altafulla, al Cabo de Gata, a Trieste o, como final de trayecto, al desierto del estado de Sonora, lugares que el lector comparte encantado con Coen.
En El vuelo del hombre, de Benjamín G. Rosado (premio Biblioteca Breve 2025, Seix Barral), el libro es ahora la novela de Marín, Ciudad Café, “ una estafa publicada con su nombre”. La necesidad de encontrar el lugar donde murió su verdadero autor, Lucho Ortega, le obliga a una serie de desplazamientos: Valparaíso, el condado de Allegheny, en Nueva Jersey y, sobre todo, con Sara, Nueva York. Marín se propone escribir una segunda novela, El vuelo del hombre, y reescribir Ciudad Café: un proceso de recreación que el lector sigue con enorme interés, interés que no decae en ningún momento, acompañados por el recuerdo de su pariente La lengua herida.
Menchu Gutiérrez. Vida y muerte de un jardín de papel (Siruela). “El libro es un jardín de papel en el que todavía pueden producirse muchas transformaciones”, como ocurre con la escritura. “La memoria nos devuelve a aquella fantasía infantil de crear jardines en cajas de cartón”, fantasía que va acompañada de la lectura de escritores como Perrault o Andersen, del mismo modo que el jardín de los adultos va acompañado de Fleur Jaeggy o Virginia Woolf. Para los amantes de la floricultura, la novela, incluso cuando roza el ensayo, es una verdadera delicia, como lo es la prosa, viva como las plantas.
Juan José Millás. Ese imbécil va a escribir una novela (Alfaguara). No es la mejor novela del narrador valenciano, pero Millás ha sabido crear un mundo exclusivamente suyo que nace de la observación rigurosa de la realidad, para arrastrarnos de sorpresa en sorpresa. El narrador está obsesionado por encontrar temas para sus reportajes y que alguno le sirva para escribir una novela. Son frecuentes los desdoblamientos, como el protagonista, que descubre que el director del Banco es su padre. Hay situaciones especialmente divertidas.
Emilio Pacheco. Las batallas del desierto (Tusquets). Uno de los más celebrados representantes de la poesía mexicana contemporánea es asimismo un excelente narrador, por lo que es muy oportuna la recuperación de la novela breve Las batallas del desierto por Tusquets Editores. Contundentes sus referencias a la política de la época, con la destrucción del mito de la Revolución. El niño Carlitos escapándose de su casa para declarar su amor a Mariana representa la pérdida de la infancia y de la idealización del amor. Novela absorbente.