Para anunciar su trabajo final de estudios en performance y arte sonoro en The Cooper Union, de Nueva York, Laia Estruch (Barcelona, 1981) se paseaba por todos los pasillos y espacios comunes de la facultad anunciando “Hello Everyone, my name is Laia Estruch and I would like to announce the history of my Project”. La performance se convirtió en un tema musical publicitario, Jingle (2011) –“Me interesan mucho los anuncios”, afirma durante la entrevista–, y ahora pone nombre a la gran pieza que expone en el Reina Sofía.
La muestra recorre su trayectoria a través de 27 producciones –esculturas, obra performativa, vídeo, obra gráfica, sonora y partituras visuales– pero ella prefiere concebirla como una única obra nueva con la que quiere anunciar la historia de su proyecto: “yo quería que se viera que la exposición tiene todas las características de mi trabajo. La concibo como un archivo”, afirma.

Laia Estruch
La mayoría de las esculturas, de gran tamaño, como Trena , que presentó en el 2023 en el MNAC, ha sido desmembrada para dar lugar a otras construcciones adaptadas al espacio que las acoge a la vez que cuentan su historia: “hay un gesto de no colocar las piezas para ser activadas, sino señalando que han sido construidas de una determinada manera para poder hacer la performance, y
También para reivindicar la belleza arquitectónica que reside en cada uno de los elementos que forman este todo; son los escenarios o esculturas que sostienen un cuerpo y que son un lugar para la acción, un lugar con un entramado, con un recorrido. Para mí, cada escultura me dibuja un pequeño recorrido, que, aunque sea de dos pasos, ya lo estoy aprovechando como una partitura”, afirma.
La mayoría de las esculturas han sido desmembradas para dar lugar a otras construcciones adaptadas al espacio
En la producción de Laia Estruch, que ha podido verse en lugares como la Fundació Joan Brossa, la Miró, el MUHBA, el Palau de la Música, la Capella de Sant Roc de Valls u otras instituciones en Córdoba o Helsinki, se realiza una casi obsesiva investigación en la voz, no sólo como instrumento performativo, sino como espacio o materia a explorar: “trabajo una infinitud de conceptos que tienen que ver con cómo quieres que se mueva la voz, o este cuerpo de voz aparte de mi cuerpo, la voz grande y el cuerpo pequeño, eso me interesa”.
La sala del Reina Sofía reúne todas sus piezas sonoras, en las que también ha investigado en la tradición oral y musical de lugares como Ibiza. Como el propio cuerpo, la voz también necesita un entrenamiento y unos conocimientos: “me he formado en danza y he practicado diferentes deportes, mi trabajo es bastante físico; entro en la voz como si fuera un ejercicio gimnástico, de fortalecer y resistir, hacer gestos, movimientos con la voz que se acercan más al mundo físico del cuerpo que al canto coral o la música”.

Imagen de la exposición
La música también está presente, y se declara admiradora de artistas que han trabajado con la voz y la palabra de maneras diferentes pero que ella relaciona. En primer lugar, Samuel Beckett, entre otros muchos, especialmente quienes se dedican a la poesía fonética: “me flipan Meredith Monk, Joan La Barbara, Jaap Blonk, Demetrio Stratos... Del mundo de la danza contemporánea, cerca del arte, también tengo referentes, aunque son más de finales de los sesenta en Nueva York, Trisha Brown, Simone Forti, Yvone Rainer…”.
Todo está integrado en su trabajo, porque no entiende “la performance desde lo teatral o como algo ficcionado, sino como una cosa muy cruda, muy real, muy natural, la verdad… La naturaleza que hay en este cuerpo es esta y la comparto de una manera natural para hacer una pieza, y me acompaño de poesía y poesía fonética”.

'Hello Everyone'
Como en su práctica artística, todo en la vida de Laia Estruch parece estar condicionado por el movimiento y el esfuerzo. Aunque reconoce que se encuentra en un momento dulce en el que le llegan propuestas de grandes proyectos, como el del MNAC en el 2023 o la exposición actual en el Reina Sofía y otros que prepara, no ha dejado su trabajo en la farmacia familiar –“es una ocupación que también tiene algo de performativo, estás de cara a la gente”, comenta– ni las clases que imparte en la facultad de Bellas Artes.
Es consciente de las exigencias que supone dedicarse al arte, así como de las que se impone ella habiendo apostado por la performance: “lo interesante es buscar los límites, porque se acelera todo, se acelera la acción, aparecen mil acciones y tienes que escoger una de esas revoluciones que pasan en cuestión de segundo, y tienes que editarla en directo, es poner al límite el cuerpo de una artista”.
Para sobrevivir, por tanto, es necesario conseguir “economizar en todo”, algo que también muestra ahora en Madrid. Hay que saber administrar las fuerzas del propio cuerpo de la misma manera que se gestiona la producción, el almacenaje o la reencarnación de las enormes esculturas que produce para sus performances. Hay que saber respirar y que el aire puede ser un buen aliado para construir construcciones inflables que, acabado un proyecto, ocupan menos espacio y pesan menos.
Todos estos gestos están cargados de significado y sentido, tanto en sus performances como en el archivo prodigioso que Laia Estruch pone a disposición de las visitas en el Reina Sofía.
Laia Estruch Hello Everyone Comisariado: Latitudes (Max Andrews y Mariana Cánepa Luna) Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia www.museoreinasofia.es Hasta el 1 de septiembre