El próximo día 4 se cumplen 150 años del fallecimiento del cuentista danés Hans Christian Andersen. Las circunstancias de esa muerte tienen mucho que ver con cómo había sido su vida. Para empezar, sucedió en casa de unos benefactores, sus amigos Moritz y Dorothea Melchior, en Copenhaguen. Andersen, que nació pobre y estuvo siempre avergonzado por ello –le gustaba jugar al equívoco y hacer creer que era un hijo ilegítimo de la nobleza, hasta el punto que algún biógrafo excesivamente enamorado de su tema escribió que era hijo del rey Christian VIII– vivió muchos años como huésped de amigos ricos. En el momento de su muerte, ya estaba considerado un “tesoro nacional” y cobraba por ese motivo un estipendio público. Según su biógrafa Jackie Wullschlager, al cuentista le aterrorizaba que le enterrasen vivo, un miedo muy siglo XIX, por lo que en los días de su agonía, precipitada por una caída de la cama, le pedía a Dorothea que le cortase las venas después de muerto. Ella le decía de broma que utilizase una nota que a menudo Andersen tenía en su mesilla, que decía que solo “parecía muerto”.

Sabrina Carpenter
LA PROPORCIÓN ÁUREA DEL POP
¿Tiene el pop una proporción áurea?, ¿una medida mágica que asegura niveles casi perfectos de plasticidad y burbujeo musical? Nos atrevemos a decir que sí, y que esa medida es 1,52 centímetros, ni uno más, ni uno menos. Porque eso es lo que miden Sabrina Carpenter, que a finales de mes publicará su nuevo álbum, Man’s Best Friend, justo un año después del brillante Short’n’Sweet, y es también lo que mide Kylie Minogue, de la que poco más se puede decir, al margen de que es la estrella musical más adorable de los dos hemisferios y que ha tenido un paso triunfal por Bilbao y Sevilla este verano como parte de su Tension Tour. Las dos, Sabrina y Kylie, que claramente debería hacer una colaboración, comparten un amor ilimitado por los microshorts y la lentejuela y una capacidad sin rival para lanzar pegadizos pildorazos musicales. Tentaría incluir a ese panteón de popstars diminutas a Ariana Grande, pero lo cierto es que la coprotagonista de Wicked se las mira muy desde arriba con su 1,57 de estatura.

'Sin medida'
VETERANOS DEL UNIVERSO DURHAM
Resulta casi imposible ver Sin medida, la serie de Netflix protagonizada por Meg Stalter y Will Sharpe, y no compararla con Girls. Para bien o para mal, todo en la nueva serie de Lena Dunham acaba remitiendo a la vieja serie de Lena Dunham, y es difícil juzgarla sin pensar si es más o menos divertida, más o menos acertada en sus observaciones generacionales y más o menos taimada que su predecesora. De entrada, lo que está claro es que Sin medida es una serie tan “de Netflix” como “de Lena Dunham”, es decir adolece de esa pátina, de ese brillo innecesario, que da la plataforma a todo lo que produce. En ese sentido, también Girls era una serie “de HBO”. No por casualidad, dos de los mejores personajes de Sin medida los interpretan actores que ya estaban en Girls. Uno es Andrew Rannells, que hacía de Elijah, el amigo gay nominal, en la serie de HBO y ahora interpreta al ex cuñado y ex jefe de Jessica (Stalter), la protagonista. Uno de los muchos talentos de Dunham es dar nombres a sus personajes (¿Booth Jonathan, el artista enfant terrible de Girls? Genialidad) y por eso el de Rannells se llama o se hace llamar Jameson South, un productor audiovisual que ha dejado a su mujer, la hermana de Jessica, para explorar la pansexualidad y la poligamia. La otra repetidora es Rita Wilso, que hacía de madre de Marnie (Alison Williams) y ahora es la madre de la protagonista, una asfixiante madre de las almendras (progenitora obsesionada con el fitness y las dietas) con toda la pinta de haber pasado por mucha terapia sin que la terapia haya pasado por ella.

Fotografía de Sonia Celma
ARQUITECTURA DEL ESQUELETO
“La traumatóloga midió su cuerpo con los instrumentos que se encuentran en mi mesa de dibujo, como una arquitecta del cuerpo humano. Escoliosis idiopática adolescente. Edad 9 años. Desviación 28 grados. Corsé ortopédico 20 horas al día y rehabilitación”. Con estas palabras explica la arquitecta y fotógrafa Sonia Celma de dónde surge Columna el proyecto fotográfico que ha ganado ahora el premio Descubrimientos Photoespaña reconociendo los mejores fotolibros del año. Columna incluye también un apartado musical, unas piezas que tocan Celma al cello y su hija al oboé y que establece un diálogo a priori complicado entre el esqueleto humano y el de los edificios. Celma hace una analogía entre la columna vertebral de su hija y la columna del único mausoleo romano que existe en España , el de Fabara, en Zaragoza, cuya tercera columna del frontis fu reparada hace dos siglos dejando una huella del daño que había sufrido.