El mundo de anteayer (el primer Sacristán). El 27 de agosto de 1985 falleció en Barcelona Manuel Sacristán. Pocos días más tarde, el 5 de septiembre, hubiera cumplido sesenta años. La conmemoración del centenario de su nacimiento, transcurridas cuatro décadas desde su muerte, nos proporciona la suficiente distancia como para poder aquilatar la aportación teórica y política de quien ha sido, sin el menor margen de error, el filósofo marxista más importante que ha dado este país.
Empecemos por una constatación que a alguien le podrá parecer un tanto paradójica, pero que en sí misma resulta reveladora. Así, no es raro escuchar, en boca de personas que relativizan la importancia de nuestro filósofo, frases del tipo “a los estudiantes de hoy en día ni les suena el nombre de Manuel Sacristán”, como si la ignorancia pudiera constituirse en juicio de valor acerca de lo ignorado. Que tales frases describen la realidad es un hecho, pero habría que puntualizar que el desconocimiento señalado forma parte de un desconocimiento mayor, referido al conjunto de nuestro pasado, tanto al más remoto como incluso al más reciente.
De ahí que, entrando ya en materia, si se pretende establecer con un cierto fundamento la relevancia de la figura de Sacristán, se imponga empezar por inscribirla en el específico contexto histórico, social y político en el que le tocó vivir. A este respecto, Javier Muguerza señaló con acierto que nuestro autor pertenecía a una generación de filósofos que, a diferencia de la precedente y de las posteriores, fue especialmente maltratada por su circunstancia. Es bajo esa luz bajo la que se impone interpretar su trabajo para evitar tanto cualquier forma de anacronismo como de victimismo.

Manuel Sacristán
Aunque había nacido en Madrid, su familia, alineada en el bando de los vencedores de la Guerra Civil, se trasladó en agosto de 1939 a Barcelona, en cuya universidad el joven Sacristán estudiaría Derecho y Filosofía, y donde residió prácticamente toda su vida. Es de sobras sabido que su primer compromiso político, al igual que el de muchos otros jóvenes con inquietudes cívicas en aquella época, fue con la sección juvenil de Falange, aunque no haya faltado algún coetáneo (básicamente Carlos Barral, sin olvidar alguna pequeña perla de Alberto Oliart) que en textos autobiográficos ha hecho referencia a dicho compromiso como si fuera una especie de cadáver en el armario de la trayectoria del filósofo (o, peor aún, su secreto mejor guardado, que le habría dejado una marca indeleble). Lo que no es tan sabido, por mucho menos publicitado, son los motivos de su alejamiento de los falangistas. Uno de ellos fue su intento de contactar, junto con otros dos compañeros con cargos en el SEU (Sindicato Español Universitario), con el anarcosindicalismo clandestino. A resultas de esto, Sacristán llegó a recibir amenazas de muerte por parte de algunos de los miembros más exaltados de la organización franquista, que pasaron a considerarlo un traidor. Aunque el factor determinante que, según su propio testimonio, le llevó a romper con Falange fue la noticia de las torturas a las que sus camaradas falangistas habían sometido a Francesc Vicens y a otros estudiantes catalanistas.
El mundo de ayer (el Sacristán maduro). Pero que los árboles de los detalles, por llamativos que nos puedan resultar desde la perspectiva actual, no nos impidan ver el bosque del sentido de una trayectoria. Repárese que en esta temprana etapa de Manuel Sacristán podemos encontrar ya in nuce los elementos que van a definir su especificidad, no ya solo como pensador, sino también como persona. Porque, en efecto, si algo caracterizó su conducta, incluso desde la primera hora, fue el aunar voluntad de conocimiento, responsabilidad moral y compromiso político. E importa añadir que ese aunar no era un mero yuxtaponer sino un articular, siendo precisamente dicha articulación la que le ponía a salvo de algunas de las patologías más frecuentes en quienes carecen del espíritu abarcador de Sacristán. Adelantemos algunas, en concreto las que se producen cuando se intenta pensar separadamente ética y política. A este respecto, gustaba de repetir: “Política sin ética es politiquería. Ética sin política es narcisismo”. Una afirmación que parece pensada para describir un comportamiento muy frecuente en nuestros días.
⁄ Desde primera hora le caracterizó la voluntad de aunar conocimiento, responsabilidad moral y compromiso político
Como es natural, el contenido de cada uno de esos elementos irá variando. En concreto, es al terminar sus licenciaturas cuando decide especializarse en lógica. Su brillante expediente académico le permitió obtener una beca para estudiar lógica matemática y filosofía de la ciencia en la Escuela de Lógica de Münster, que dirigía Heinrich Scholz. Allí permaneció de 1954 a 1956. Paralelamente, en esos mismos años había entrado en contacto con trabajadores comunistas alemanes y españoles, de tal manera que, al regresar a Barcelona en la primavera de 1956, era ya un militante del PSUC-PCE, condición que habría de resultar determinante para su futuro.
Por lo pronto, lo resultó en lo relativo a su incorporación como docente a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, donde solo enseñó tres años. Enseguida fue desplazado, por la presión de algunos de sus colegas y, posiblemente, del arzobispado barcelonés, a la Facultad de Económicas, donde sería profesor no numerario (PNN) prácticamente hasta el final de sus días (con dos expulsiones de la UB por razones políticas entre 1965 y 1976). Su condición de comunista resultó asimismo determinante cuando, en 1962, intentó, en vano, acceder a una cátedra de Lógica de la Universidad de Valencia, a pesar de ser, a juicio de quienes asistieron a la oposición (por ejemplo, de Jesús Mosterín, quien dejó testimonio de ello), el concursante de largo más cualificado. Años después, el presidente del tribunal declararía, sin el menor pudor: “Yo no entendía nada de lógica; hice lo que me dijeron”.

Manuel Sacristán
Es bajo esta clave, económica y de precariedad laboral, bajo la que se explica su ingente trabajo como traductor: unos noventa libros y más de veintiséis mil páginas de textos traducidos del alemán, inglés, francés, italiano, catalán, latín y griego. Sin embargo, no deberíamos convertir la necesidad en defecto, como han hecho algunos malévolos que se han encargado de difundir la anécdota de una Agnes Heller sorprendida por el hecho de que el más importante marxista español tuviera una obra relativamente corta, y constituida en lo fundamental por prólogos y epílogos.
Al margen de lo inexacto de la descripción (véase la bibliografía adjunta, de Salvador López Arnal), un aspecto de su trabajo editorial merece ser destacado, por la trascendencia que tuvo. Sacristán, además de su tarea como traductor, en muchos momentos ejerció en los diversos sellos con los que colaboraba (Grijalbo, Ariel, Siglo XXI, Materiales…) como lo que hoy en día se suele denominar un prescriptor, tan influyente entre nosotros en el ámbito del marxismo como lo fue en el de la filosofía analítica Javier Muguerza. Lo hizo dirigiendo colecciones, sugiriendo la publicación de autores hasta ese momento desconocidos en nuestro país, etcétera. Sin la menor exageración se puede afirmar que lo que la izquierda pensó durante unos determinados años vino determinado –cuando no tutelado– por Manuel Sacristán.
En todo caso, que su aportación teórica haya sido, en gran medida, fragmentaria no rebaja en lo más mínimo la importancia de la misma (¿acaso no es fragmentaria la obra de Antonio Gramsci?). De entrada, no parece que, en tiempos de crisis generalizada de los grandes sistemas filosóficos, tenga mucha entidad el reproche de carecer de sistema filosófico propio. Pero es que, además, la filosofía no va al peso, como dejó patente, bien temprano, el hecho de que, en la polémica con Gustavo Bueno acerca del lugar de la filosofía en los estudios superiores, los argumentos de Sacristán, contenidos en un breve panfleto, fueron los que alcanzaron mayor repercusión –hasta el punto de que, a estas alturas, todavía siguen siendo objeto de debate–, sin necesidad de recurrir al agotador número de páginas habitual en los escritos del que fuera catedrático en Oviedo.
⁄ Le gustaba repetir que “política sin ética es politiquería” y “ética sin política es narcisismo”
Sacristán, en efecto, nunca tuvo un sistema. Como tampoco, en su opinión, debía entenderse en términos sistemáticos la tradición de la que se reclamaba, la marxista. De ahí las palabras con las que la definía en una entrevista en 1979: “El marxismo es un intento de vertebrar racionalmente, con la mayor cantidad posible de conocimiento y análisis científico, un movimiento emancipatorio”. Se desprende de esta formulación que el marxismo no ya solo no es un sistema filosófico, sino que tampoco debe entenderse como una ciencia (según sostenían los althusserianos respecto al materialismo histórico). Distinto es que se pueda afirmar que hay ciencia en la obra de Marx y en las aportaciones de autores marxistas, pero lo específico del marxismo es que todas ellas están puestas al servicio de un programa político orientado a alcanzar una sociedad sin clases, sin forma alguna de explotación del hombre por el hombre.
El mundo de hoy (el Sacristán póstumo). No es casualidad que en los últimos tiempos los haya habido que han vuelto los ojos hacia la figura de Manuel Sacristán, reconociendo la pertinencia de muchas de sus observaciones, pero, sobre todo, la lucidez de su propuesta de aunar las dimensiones científica, ética y política. Ya se aludió a los términos en los que calificaba tanto a una política como a una ética que se pretendieran absolutamente autónomas, sin ningún contrapeso fuera de sí mismas. Podríamos prolongar la argumentación señalando que el conocimiento es el antídoto para que la política, en el caso de la izquierda, no derive (degenere, para ser precisos) en aventurerismo, en radicalismo de salón o en indocumentado adanismo, de los que tuvimos sobradas muestras la pasada década, al rebufo del 15-M. Por cierto que a ese tipo de presuntos rojos –que ya existían décadas atrás– se dirigía Sacristán en una conferencia a mediados de los setenta, recordándoles que, aunque a primera vista lo pueda parecer, el hierro no está a la máxima temperatura cuando se encuentra al rojo vivo, sino cuando alcanza el rojo blanco. Es el fuego del conocimiento el que permite convertir el mero anhelo voluntarista de emancipación en programa político coherente.
⁄ Defendía la importancia política que también presentaban otras luchas como el feminismo o el pacifismo
Y a la recíproca, obviamente. Daron Acemaglu y Simon Johnson, en su exhaustivo Poder y progreso, han mostrado cómo, a lo largo de toda la historia, el signo, positivo o negativo, del desarrollo tecnológico se encontraba íntimamente vinculado al uso de las nuevas herramientas que el poder político iba propiciando. Esta tesis, de carácter general, adquiere una particular trascendencia en el momento actual del capitalismo, en el que el complejo científico-técnico se ha convertido en una formidable fuerza productiva capaz de dar lugar a los más variados efectos, algunos de ellos, como los relacionados con el medio ambiente o el clima, de particular gravedad.
Se ha repetido mucho que Manuel Sacristán fue pionero en formular esta advertencia, pero tal vez menos que lo hizo como consecuencia de su forma de entender tanto la teoría como la práctica, tanto el pensamiento como el compromiso político y moral. Fue precisamente esta forma –abierta, omnicomprensiva, contraria a cualquier reductivismo o unilateralidad– la que le llevó a defender la importancia política que también presentaban otras luchas, como la del feminismo o el pacifismo, sin miedo a distanciarse de las ortodoxias economicistas dominantes en los partidos de izquierda en aquellos momentos. No fueron los suyos, pues, meros fogonazos de lucidez o certeras premoniciones aisladas, sino los efectos de una manera de interpretar la batalla por la emancipación que bien podría quedar resumida así: las diferentes luchas contra los distintos modos de dominación, lejos de resultar excluyentes, forman parte de un mismo combate, el de la completa liberación de los seres humanos. El cómo emprender este complejo combate es justo la cuestión que en estos momentos más está dando que pensar a la izquierda.
BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA DE MANUEL SACRISTÁN
Por Salvador López Arnal

Seis conferencias
El Viejo Topo, 2025
Presentación de F. Fernández Buey; epílogo de Manuel Monereo.
Volumen que incluye la transcripción de seis conferencias del autor dictadas entre 1978 y 1985 en las que se recogen dos de sus principales preocupaciones: la necesidad de una política de la ciencia de orientación socialista no adicta al desarrollismo y la exigencia de una mirada autocrítica a algunos nudos de la tradición emancipadora marxista.

La filosofía de la práctica. Textos marxistas seleccionados
Irrecuperables, 2025
Edición y presentación de Miguel Manzanera.
Reúne los textos dispersos (conferencias, artículos, prólogos) que Manuel Sacristán redactó entre 1957 y 1983 sobre Marx y el pensamiento marxista. Se ha añadido a la edición un texto de Francisco Fernández Buey sobre el que fuera su maestro, compañero y amigo.

Socialismo y filosofía
Los libros de la Catarata, 2025
Edición de Gonzalo Gallardo Blanco.
En esta antología se recoge una variedad de escritos de Manuel Sacristán de carácter filosófico y político en torno a distintos temas, problemas y experiencias históricas: el ecologismo, la crisis del bloque socialista, su lectura de distintos pensadores y filósofos, etcétera.

Filosofía y Metodología de las Ciencias Sociales I, II y III
Montesinos, 2022, 2024 y 2025
Primeros tres volúmenes de un proyecto que aspira a publicar los materiales de las clases de Metodología de las Ciencias Sociales, más cursos de doctorado y materiales complementarios, que Sacristán impartió en la Facultad de Economía y Empresa de la UB y en la UNAM mexicana entre 1976-1977 y 1984-1985.

M.A.R.X. Máximas, aforismos y reflexiones con algunas variables libres
El Viejo Topo, 2025
Presentación de J. Riechmann; epílogo de Enric Tello.
Se organizan aquí en forma de aforismos retazos de papeles inéditos de Sacristán, combinándolos con algunos pasos escogidos de otros escritos ya publicados. El conjunto es un compendio iluminador que abarca reflexiones filosóficas, políticas, científicas o literarias abordadas con el estilete de una inteligencia deslumbrante.

Ecología y ciencia social
Irrecuperables, 2021
Edición de Miguel Manzanera Salabert.
Recoge algunos de los últimos escritos de carácter ecologista de Sacristán y el curso de Metodología de las Ciencias Sociales de 1984-1985.
Pacifismo, ecologismo y política alternativa
El Viejo Topo
(En prensa)
Muchos de los textos que Sacristán publicó a partir de 1979. Entre ellos su último texto largo.