Cuando una persona aterriza por primera vez en Nueva York tiene una sensación rara. Nunca ha estado allí y sin embargo todo le resulta familiar. ¿Por qué? Porque todos hemos visto miles de veces ese escenario urbano en la pantalla. Puede suceder algo similar con otras urbes muy fotogénicas como París y Londres. Barcelona no está en esa liga, pero ha sido plató de muchas películas, entre lo local y lo internacional, que han retratado su fisionomía cambiante, con el punto de inflexión del 92. Ahora un libro muy ameno y bien documentado, Una Barcelona de cine de Jordi Picatoste (L’Arca, publicado solo en catalán), repasa setenta y cinco películas rodadas aquí a lo largo de la historia. Es una buena excusa para trazar un recorrido por la relación de la ciudad con el séptimo arte.
Las primeras imágenes filmadas de Barcelona son obra del francés Alexandre Promio, camarógrafo y agente de los Lumière. Se trata de una toma del puerto de 1896. Les explico el doble cargo: inventado el cinematógrafo, los hermanos mandaron a camarógrafos por todo el mundo para realizar lo que llamaban vistas : entre cuarenta y sesenta segundos –lo que permitían los aparatos de la época– de imágenes en movimiento que documentaban para los espectadores cómo era el mundo. A su vez, estos camarógrafos actuaban como vendedores que promocionaban el invento de sus jefes ahí por donde pasaban.

En el puerto barcelonés, Alexandre Promio, camarógrafo y agente de los Lumière, filmó las primeras imágenes de la ciudad
La primera proyección también fue debida a los Lumière y se hizo con presencia de ambos hermanos en el estudio fotográfico de Antonio y Emilio Fernández –conocidos como los Napoleón– en la rambla de Santa Mónica, a finales de ese mismo año. Después fueron apareciendo los pioneros autóctonos: el aragonés Segundo de Chomón, Fructuós Gelabert y los hermanos Baños (uno de ellos, Ricardo, autor de las famosas películas pornográficas supuestamente encargadas por Alfonso XIII, asunto que los expertos ponen cada vez más en duda, lo cual no quiere decir que el monarca no fuera aficionado al porno, pero sí que le gustaban producciones un poco más sofisticadas que importaba del extranjero).
Las calles de la ciudad no empezaron a funcionar como plató hasta la década de los cincuenta del siglo pasado, con el rodaje de varias películas policiacas, un género que durante una década gozó del favor del público. La pionera es Apartado de correos 1001 de Julio Salvador. Rodada en 1950, va precedida por una nota inicial que proclama con orgullo que “ha sido filmada en las mismas calles, plazas, edificios y ambientes naturales en los que se supone pudo ocurrir el hecho que se da como real”. Uno de los escenarios auténticos que aparecen en la película es la antigua sede de este diario en la calle Pelayo.
Unos años antes, el neorrealismo italiano había empezado a sacar las cámaras a la calle, algo hasta entonces muy inusual, porque las películas se rodaban en estudio, con decorados que recreaban incluso los exteriores. Por ejemplo, la apreciable La calle sin sol de Rafael Gil, de 1948, está ambientada en el Raval –entonces barrio chino–, pero, salvo un par de planos generales, todo está filmado en estudio.

Una instantánea de 'El 47'
Entre el cine policiaco clásico barcelonés destacan Los atracadores de Rovira Beleta y A tiro limpio de Francisco Pérez-Dolz, esta última basada en la historia real de Josep Lluís Facerías, líder de un grupo urbano del maquis que se financiaba atracando bancos y murió en un enfrentamiento con la policía en 1957. Ambos títulos son de principios de los años sesenta, cuando el género empezó a perder popularidad y fue sustituido por el western. Tal era el éxito de los vaqueros –empezaba el reinado de los spaghetti western en las salas de barrio– que en 1964 los hermanos Balcázar construyeron en Esplugues unos estudios con un poblado del oeste para filmar este tipo de películas. Se conocía como Esplugas City, que vivió unos breves años de esplendor.
En 1963, un año después de Los atracadores , Rovira Beleta rodó Los Tarantos , una versión flamenca de Romeo y Julieta con Carmen Amaya. La cinta es relevante, entre otros motivos, porque muestra las barracas del Somorrostro, esa otra Barcelona que no suele aparecer en pantalla (recientemente, la bienintencionada El 47 de Marcel Barrena mostraba las edificaciones ilegales de los inmigrantes del boom económico del franquismo y el nacimiento del movimiento vecinal de Torre Baró).
Muy distinta era la Barcelona exquisita de la gauche divine , la de los niños bien con inquietudes culturales y beligerante antifranquismo. Hay algunos atisbos de ese universo, aunque retratado con un tono un poco folklórico, en Tuset Street de 1968. La empezó a rodar Jordi Grau, pero la acabó Luis Marquina, por desavenencias del primero con la diva Sara Montiel, que interpretaba a una vedette de El Molino seducida por un arquitecto modernillo. De la calle Tuset, que aspiraba a ser la versión barcelonesa de la Carnaby Street londinense, aparecen en la película espacios emblemáticos de la época como el pub Tuset y la Cova del Drac, y además asoma también el mítico Bocaccio.

'Noche de vino tinto' de José María Nunes
Vinculado con la gauche divine , surgió en la ciudad un movimiento cinematográfico de aires vanguardistas: la llamada Escuela de Barcelona. El libro elige como largometraje representativo Biotaxia del portugués y barcelonés de adopción José María Nunes, con Nuria Espert, por sus escenarios gaudinianos. Sorprende, en cambio, que no esté otra obra de Nunes, Noche de vino tinto , largo periplo nocturno de una pareja –él, Enrique Irazoqui, el Jesucristo de Pasolini; ella, Serena Vergano– por calles y locales del casco viejo.
⁄ Las calles de la ciudad empezaron a funcionar como plató en los años 50 con el rodaje de películas policiacas
Los años setenta fueron los de la contracultura y la transición. Tal vez el mejor testimonio de esa época en Barcelona sea el documental Ocaña , retrato intermitente de Ventura Pons, que muestra la efervescencia de la Rambla –¡sin guiris!– y la nueva sociedad que estaba emergiendo en 1978. Los submundos urbanos –bulliciosos y sórdidos– de la plaza Reial y el Raval en los tiempos previos a la invasión turística quedaron plasmados en varias películas de Francesc Betriu: Furia española de 1974, con Cassen y Mónica Randall, y un trasfondo de afición culé; Sinatra , con Alfredo Landa y basada en la novela del argentino Raúl Núñez, y el documental Mónica del Raval .
También asoma esa Barcelona canalla en Tatuaje y Bilbao de Bigas Luna, en cuyos fotogramas perviven espacios que ya no existen, como los billares Monforte de la Rambla. En cambio, es en una torre de la Floresta donde un grupo de jóvenes organiza L’orgia de Francesc Bellmunt, que termina con Juanjo Puigcorbé paseándose en pelotas en una Vespino por el Eixample. La escena hubo que repetirla con extras, porque los viandantes ni se inmutaban y no se volvían para mirar pasmados.

'Biutiful', de Alejandro González Iñárritu
En esos años de la transición nace en la ciudad un subgénero popular que retoma a su manera el policiaco barcelonés de los años cincuenta. Es el llamado cine quinqui , que inaugura en 1977 Perros callejeros de José Antonio de la Loma. El director reincidió en unas cintas que se mueven entre cierta vocación de denuncia social y el puro sensacionalismo, explotando como estrellas fugaces a delincuentes juveniles reales en los terribles años de la heroína. Su valor es más sociológico que artístico.
Esa Barcelona convulsa daría paso a la del diseño, que se puso guapa para las olimpiadas y puede verse en Souvenir de Rosa Vergés –sorprendentemente ausente en el libro–, con un japonés despistado paseándose por la ciudad. Un poco antes, en 1988, Isabel Coixet había debutado con Demasiado viejo para morir joven –tampoco incluida en el libro–, un recorrido juvenil y noctámbulo por la urbe del empleo precario con una joven Emma Suárez como protagonista.
La ciudad aparece profusamente en películas de directores como Cesc Gay –que estrena en septiembre una nueva estupenda: Mi amiga Eva – o Dani de la Orden, autor de Barcelona, noche de verano y Barcelona, noche de invierno . Entre las curiosidades dignas de mención: una de 1974, Larga noche de julio de Lluís Josep Comeron, sobre la ya desaparecida carrera de motos de las 24 horas en el circuito de Montjuïc. Y otra del 2007: REC de Jaume Balagueró y Paco Plaza que, aunque sucede casi por completo en interiores, está rodada en un histórico edificio en el número 34 de la Rambla Catalunya y es terror barcelonés que triunfó en todo el mundo.

'Ocaña, retrat intermitent', de Ventura Pons
El cine también ha mirado hacia atrás y recuperado la ciudad histórica. Por ejemplo, en los esforzados empeños épicos del entusiasta Antoni Ribas, que en La ciutat cremada y la trilogía Victoria! jugó a ser una mezcla de David Lean y Visconti, con menos talento y sin el presupuesto necesario: ¡aquellas chapuceras maquetas de los incendios de la Setmana Tràgica!
También reconstruyen momentos del pasado largometrajes como la comedia Inconscientes de Joaquín Oristrell, que recrea la belle époque; La sombra de la ley de Dani de la Torre, sobre la Barcelona de los anarquistas y pistoleros. También se ha recreado la ciudad de la Guerra Civil – La plaça del Diamant de Betriu, Libertarias de Vicente Aranda– y la de los escritores: la modernista de Mendoza – La verdad sobre el caso Savolta de Antonio Drove y La ciudad de los prodigios de Mario Camus– y la de la posguerra de Marsé: Si de dicen que caí de Aranda y El embrujo de Shanghái de Fernando Trueba.
Y por otro lado está la mirada foránea. Pedro Almodóvar presentó su Barcelona almodovariana en Todo sobre mi madre y tres estadounidenses han utilizado nuestras calles como plató. Wilt Stillman –que tenía vínculos muy estrechos con la ciudad– rodó Barcelona ; Susan Seidelman Tardes de Gaudí , con Judy Davis, y, claro, Woody Allen Vicky Cristina Barcelona , que es una postal turística (es evidente que ronda algún tipo de maldición, porque las dos peores películas de su larguísima carrera las ha filmado en España: al churro barcelonés se suma otro desastre: Rifkin’s Festival , ambientada en San Sebastián).

La Semana Trágica en 'La ciutat cremada' de Antoni Ribas
En las antípodas del cromo de Allen, el mexicano González Iñárritu retrató una Barcelona fea, desoladora y mucho más realista en la descarnada Beautiful, que incluye una espectacular escena con la guardia urbana persiguiendo a los manteros en la plaza Catalunya.
⁄ Los 60 mostraron la Barcelona de la ‘gauche divine’, los 70 la de la contracultura y la transición
La ciudad también ha sido plató de películas de espías internacionales, como la secuencia inicial de Indomable de Soderbergh, o Caza al asesino con Sean Penn. Y de algunas producciones más exóticas: Jackie Chan se lio a tortazos e hizo piruetas marciales por nuestras calles en Los supercamorristas , coproducción de la mítica Golden Harvest hongkonesa con la catalana Lauren, y también hemos puesto escenarios urbanos para Bollywood en cintas como Iddarammayilatho , un musical indio del 2013. Por último, los hermanos Pastor se permitieron imaginar una Barcelona postapocalíptica en Los últimos días , una película mediocre, pero que contenía imágenes impactantes, como una Via Laietana desierta e invadida por la vida salvaje.
Las imágenes en celuloide permiten trazar un recorrido visual: de la ciudad gris del franquismo a la ciudad escaparate de los turistas. Las películas tienen, más allá de su dimensión artística, valor como documentos históricos y sociológicos. Dejan testimonio de las sucesivas transformaciones y conservan para el recuerdo espacios que ya no existen.

Las protagonistas de 'Vicky Cristina Barcelona', de Woody Allen, en La Pedrera
De pista de disco a selva para Tarzán
JOHN WAYNE Y UNOS LEONES EN EL LICEU.
‘El fabuloso mundo del circo’ de Henry Hathaway, protagonizada por John Wayne, era una producción de Samuel Bronston, el productor estadounidense que utilizaba como plató barato de sus superproducciones la España franquista. Se rodó en parte en Barcelona en 1963. Una escena en el puerto, con el alcalde de la ciudad –interpretado por el actor José María Caffarel– y otra en el Liceu, transmutado en pista de circo, para lo cual se cubrió el patio de butacas con un falso suelo. Wayne había visitado unos meses antes la ciudad en su recién estrenado ‘Wild Goose’, viejo dragaminas de la Segunda Guerra Mundial reconvertido en yate, con el que durante el verano previo al rodaje navegó por el Mediterráneo.

John Wayne y el director Henry Hathaway (centro y derecha) a su llegada a Barcelona para rodar la película “El fabuloso mundo del circo”
FRANCO, FU MANCHÚ Y DRÁCULA EN EL PARK GÜELL. El Franco del que hablamos no es Francisco sino Ricardo, rey de las series B y Z, tío de Javier Marías y probablemente el director más prolífico de la historia. En Barcelona rodó con el gran Christopher Lee ‘El castillo de Fu Manchú’ –el Park Güell hacía de cuartel general del malvado– y ‘El conde Drácula’. Pere Portabella filmó partes del rodaje de esta última y convirtió el material en la experimental ‘Vampir, Cuadecuc’. En el 2017 el documentalista Carles Prats presentó ‘Drácula Barcelona’, que explora ese doble rodaje.
JACK NICHOLSON EN UN HOTEL DE LA RAMBLA.
A mediados de los años sesenta Michelangelo Antonioni firmó un contrato con la Metro por tres películas: la primera fue la excelsa ‘Blow up’, cuyo escenario es el Swinging London; la segunda, la fallida ‘Zabriskie Point’, filmada en California; y la tercera, de 1975, ‘El reportero’, con Jack Nicholson y Maria Schneider, rodada en parte en Barcelona. Sale una ciudad más bien feúcha, con su inevitable dosis gaudiniana –el Palau Güell y la azotea de La Pedrera–, además del hotel Oriente de la Rambla. El entonces director del establecimiento aprovechó para chupar cámara en el papel de recepcionista. ¿Saben quién era? Joan Gaspart.

Maria Schneider y Jack Nicholson en La Pedrera
TARZÁN ENTRE LAS LIANAS DE COLLSEROLA.
No me pregunten por qué, pero recuerdo perfectamente haber visto esta película a los ocho años con mi abuelo. Ya a esa tierna edad la selva que aparecía en pantalla me pareció cutrilla. Después averigüé que ‘Tarzán y el misterio de la selva’ se rodó en Collserola, porque filmar en Uganda, lo previsto inicialmente, salía demasiado caro. El protagonista era Richard Yesteran, o sea, José Luis Ayesterán, un culturista de Soria, que después fue doble de acción de Schwarzenegger en ‘Conan el Bárbaro’. La productora era Profilmes, entrañable tentativa barcelonesa de hacer cine de género baratero, adorada por los fans del fanta-terror como un servidor.

'Tarzán y el misterio de la selva'
SUCEDÁNEO DE JAMES BOND EN EL TIBIDABO.
El Tigre, espía francés salido de la máquina de sucedáneos de James Bond, lucha contra una organización secreta y malvada, como no puede ser de otra manera. La película tiene un título delicioso: ‘El tigre se perfuma con dinamita’, y en la primera escena lo vemos en el Tibidabo. La dirigió como encargo Claude Chabrol, para recuperarse de las deudas por el fracaso en taquilla de ‘Las buenas chicas’. El Tigre apareció en un segundo largometraje, aunque el mejor refrito francés de Bond es sin duda el agente OSS 117. También en Barcelona se filmó en parte otro clásico de los refritos bondianos: ‘Estambul 65’ de Antonio Isasi-Isasmendi. El rodaje empezó en la ciudad del título, pero dadas las dificultades que le ponían, el equipo se trasladó a Barcelona, ciudad de adopción del gran cineasta madrileño, que supo hacer desde España cine de género de factura internacional.

'El Tigre se perfuma con dinamita'
Jordi Picatoste
Una Barcelona de cine
L’Arca. 242 páginas. 20,90 euros