La literatura catalana ríe (pero ¿ríe lo suficiente?)

LA SETMANA DEL LLIBRE EN CATALÀ/HUMOR

La literatura catalana tiene una gran tradición de textos humorísticos, que arranca con Pitarra y llega hasta Miquel Bonet y Edgar Cantero. Pero da la impresión que actualmente tiene menos tirada al humor y que la lectura de los clásicos se resiente. ¿Qué ha pasado?

Cartel de Enric Cluselles, ‘Nyerra’, para ‘L’Esquella de la Torratxa’, de los años de la guerra

Cartel de Enric Cluselles, ‘Nyerra’, para ‘L’Esquella de la Torratxa’, de los años de la guerra 

Acudits / acudits

En 1939 Ernst Lubitsch estrenó Ninotchka que se anunciaba con un cartel muy vistoso en el que Greta Garbo aparecía riendo. “Garbo Laughs” –decía el cartel–. Hay que decir que reía de una manera un poco forzada. Era una chica muy guapa, pero un poco pánfila, la gente decía que era fría. La cosa tampoco estaba para grandes risas. En España, Ninotchka no se pudo estrenar hasta 1941, a causa de la guerra. La fábula política de la película de Lubitsch caía como una bomba cómica en el mundo que se preparaba para la gran masacre.

En 1148 Geoffrey de Monmouth escribió la Vida de Merlín (el mago, no el profesor de la tele). En la guerra que enfrenta al rey de Britania, Peredur, con el rey de Escòcia, Gwenddolau, Merlín pierde a tres hermanos y enloquecido por el dolor se esconde en el bosque. Siente una tristeza tan grande que promete que no va a reír nunca más. La preocupación es máxima. Su hermana, Ganieda, lo acoge en la corte donde empieza a recuperar lentamente la memoria de sí mismo. 

Un día, en palacio, ve una hoja en el pelo de la reina. El rey se la retira y Merlín se hecha a reír. El rey quiere saber qué es lo que le hace tanta gracia. Merlín le dice: has sido digno de alabanza y reproche. Fielmente has sacado a tu mujer la hoja que le quedó enredada en el pelo cuando te metía cuernos bajo una encina. Otro día ve a un pobre que pide limosna y estalla a risotadas. Ve a otro tipo que selecciona unas botas de calidad y también ríe. Debajo del pobre hay un tesoro enterrado. El hombre que selecciona las botas con tanta atención no tendrá tiempo de estrenarlas porque va a ahogarse en el río.

⁄ Bajo la dirección de Kalders y Tísner, ‘L’Esquella’ se renovó con un humor cafre brillantísimo

Hace días que estas dos historias se me trenzan en la cabeza. La literatura catalana no ríe, o no ríe lo suficiente. Y antes reía mucho. ¿Qué ha pasado? Primero, el diagnóstico. No se puede decir, propiamente, que el humor haya desaparecido de los libros catalanes. En las novelas de Irene Solà y Jordi Nopca, en los cuentos de Carlota Gurt, en muchas de las obras de Julià de Jòdar, en los libros monumentales de Miquel de Palol, hay humor, pero es un humor discreto, reservado. Pinceladas desmitificadoras y paródicas, miradas escépticas y rabelesianas, en medio de historias que no son propiamente cómicas.

Otros autores –Miquel Bonet, Edgar Cantero, Maria Nicolau– situan el humor en el centro, pero tienes la sensación que no se les hace mucho caso. En el mundo periodístico, durante unos años, el humor recibió unas críticas demoledoras que salpicaron incluso a Quim Monzó: la conyeta –se decía muy despectivamente–, el ji-ji, ja-ja . Pero si examinas la tradición periodística del país el humor ha sido un elemento fundamental. El Glossari de Xènius, por decir un autor serio, está lleno de textos guasones, sobre todo en sus primeros años excelentes. Por no hablar de los artículos de Carner, Jordana, Trabal, Pla, las columnas de L’Aperitiu, de Sagarra, maravillosas, Arquimbau, Murià, Rodoreda, las rumbas de Joan de Sagarra y los artículos de Barnils en Tele/eXprés.

Viñeta de Pere Calders ‘Kalders’, sobre los muertos de la Rabassada (1937)

Viñeta de Pere Calders ‘Kalders’, sobre los muertos de la Rabassada (1937)

Y finalmente tenemos la relectura fúnebre de la tradición. No es casualidad que entre los libros y autores más revalorizados, que se han leído en clave contemporánea y son más admirados por los jóvenes autores, figuran la tétrica La mort i la primavera de Mercè Rodoreda, La infanticida de Víctor Català y las tragedias diversas y desgracias de mosén Cinto. Catalunya tiene una tradición de revistas satíricas extraordinaria, empezando por L’Esquella de la Torratxa y acabando con El Be Negre , con un momento excepcional, que es el Papitu de 1909-1912, con Francesc Pujols, Rafael Moragas, Ramon Raventós y una pléyade dibujantes encabezada por Nonell y Apa. 

Pues bien: los estudios de referencia sobre este mundo ¡son de los años setenta! De acuerdo: Jaume Capdevila, Kap, ha publicado unos libros ilustrados preciosos, pero han circulado poco y no hay manera que Apa, Junceda, Valentí Castanys o Tísner ocupen el lugar que les corresponde. Tengo un gran aprecio a Raül Garrigasait, pero quedé muy sorprendido cuando en su libro sobre Rusiñol dice que la gente no se lo toma en serio y que ha quedado como una broma. ¡Es justo lo contrario! 

Rusiñol es un gran humorista, el Glossari de Xarau en L’Esquella de la Torratxa da mucha risa. Tenían razón en el Papitu, cuando decían que se reía demasiado las gracias a sí mismo, lo que dificultaba que hiciera reír a los lectores. A pesar de ello es buenísimo. El Rusiñol simbolista y místico lo ha eclipsado totalmente.

⁄El humor no es evasión. Es una manera de ver el mundo, de entender las cosas que pasan, de establecer una distancia

Para encontrar las razones de este olvido del humor hay que retroceder hasta 1939. En los años de la guerra el humor catalán llegó a un punto delirante. Bajo la dirección de Kalders y Tísner, L’Esquella de la Torratxa se renovó con un humor cafre brillantísimo. Tísner dibujó un chiste que me encanta: se ve a Ulises, atado al palo mayor del barco para no dejarse atraer por las sirenas, que son sirenas antiaéreas. El chiste más bestia que se ha publicado nunca en catalán –y el preferido de mi querida Maria Campillo– es el de Kalders sobre los muertos de la Rabassada que hemos reproducido aquí: una pareja que va de excursión encuentra el esqueleto de uno de los muertos de la FAI: parece que aquí han montado una barbacoa, dice ella. Es puro Charlie Hebdo

La posguerra se abrió con un libro sensacional, la Primera història d’Esther de Salvador Espriu, que era una parodia del franquismo protagonizada por títeres bíblicos. Pero fue un canto de sirena (no antiaérea). Cuentan que Riba, a la salida de una sesión privada de Primera història d’Esther, comentó: tantos esfuerzos para volver a Pitarra. Se tenía que salvar el país.

undefined

En los últimos años del franquismo entró un poco de aire sesentayochesco y arrancó Terenci, seguido de Monzó, se intentó revivir El Be Negre con el nombre de Amb potes rosses y surgieron revistas de humor tituladas Cul de sac y La pipa d'en Roc; al principio parecía que las cosas iban bien pero enseguida vino la quiebra.

Hay una cuestión de fondo: para que exista el humor son necesarios unos referentes compartidos. ¿Cuáles son los referentes de los catalanes? Tiene que haber libertad para decir lo que se quiera. ¿La hay? La corrección política no ayuda nada. Estamos viviendo episodios demenciales nunca vistos, como la censura del pobre Nonell por pintar gitanas, lo que no habían conseguido en su tiempo los burgueses de la Sala Parés. Por otro lado, el humor envejece. Yo me troncho con Trabal. Pero lo descubrí cuando apenas se hablaba de él y me lo apropié. Cuando a mi hermano, que tiene siete años menos que yo, se lo dieron a leer en la escuela le pareció un libro escolar.

La época dorada de Quaderns Crema en los años ochenta-noventa, fue un momento único, con un catálogo en el que convivían Trabal y Rusiñol con Monzó, Pàmies, Torrent y los guionistas del programa de radio Pasta Gansa. En la tele Polònia o Natura sàvia han sido programas de éxito que han llegado a un público no necesariamente lector de libros catalanes. Pero no tengo claro que exista una relación fluida entre el humor radiofónico y televisivo y la literatura. He leído novelas de Toni Soler y de Jair Domínguez que me han divertido pero tengo la sensación de que juegan a otra cosa.

⁄ El ‘Glossari’ de Xènius, por decir un autor serio, contiene textos que hacen gracia, sobre todo en sus primeros años

El otro tema es: los lectores, ¿se quieren divertir? ¡Ojo! El humor no es evasión. Es una manera de ver el mundo, de entender lo que pasa, establece una distancia, denuncia la hipocresía de la gente, los clichés y la inanidad de los discursos, la tontería general, empezando por la tontería de los propios escritores: por eso hay tantas parodias literarias. ¿Es lo que queremos? ¿O preferimos la reflexión, la solemnidad y el sermón? No las tengo todas. ¿Y los autores? ¿Por qué escriben tan poca literatura de humor? 

Nicolau M. Rubió i Tudurí por Tísner (1935)

Nicolau M. Rubió i Tudurí por Tísner (1935)

Es quizás por falta de confianza, por la dificultad de poderse enfrentar al mundo con la ligereza y seguridad de la comedia. La literatura –no sólo aquí– se ha problematizado, quiero decir que ya no tiene temas: tiene problemas. Y estos problemas –unos problemas temáticos que se van repitiendo hasta constituir géneros en si mismos– ofrecen un espacio de control a autores y lectores: crisis de pareja, relaciones catastróficas con padres y madres y el problema de los problemas de la literatura catalana problemática: el problema de Europa.

Merlín recuperó las ganas de reír viendo como el rey sacaba una hoja del pelo de la reina que había estado retozando bajo un árbol con otro tipo. Volvió a reír viendo a un pobre que pedía caridad sentado sobre un tesoro. Y rió de nuevo cuando encontró a un señor que compraba botas y medias suelas que se iba a morir sin estrenar. De esta manera olvidó la guerra y la muerte de sus tres hermanos. A ver qué se nos ocurre a nosotros para superar la guerra y nuestros muertos y poder anunciar como Lubitsch: ¡la literatura catalana ríe!

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...