La novela que nada más aparecer se ha colocado en el número 1 de las listas de venta internacionales es una combinación de thriller de aventuras y libro de divulgación. Una fórmula habitual en Dan Brown (Exeter, EE.UU., 1964), que en El último secreto la lleva al nivel más alto de virtuosismo que ha conseguido hasta el momento. Recordemos que en obras anteriores había puesto a su héroe, el simbólogo de la universidad de Harvard Robert Langdon, a bregar con los enigmas del Vaticano, el supuesto linaje de Cristo, la masonería, las pandemias o el origen de la humanidad.
Ahora se trata de un tema que no puede ser más actual: el de la vida después de la muerte o, por ponerlo en otros términos, la supervivencia de la conciencia (o del alma) respecto al cuerpo físico de los humanos. Una cuestión que se planteaba ya en el antiguo Egipto, que abordan diversas religiones –muy especialmente el cristianismo– y que, con el triunfo del racionalismo y su premisa de que lo que no se puede explicar científicamente no existe, quedó durante bastante tiempo limitada a los círculos estrictamente religiosos o culturalmente alternativos.
⁄ Se enuncian todo tipo de fenómenos paranormales, que el protagonista y sus amigos van afrontando
Dan Brown, como el Thomas Kuhn de La estructura de las revoluciones científicas, considera que cada cierto tiempo el cambio de atmósfera intelectual, la insuficiencia y el agotamiento de explicaciones para determinados fenómenos fuerzan a un cambio de paradigma en el conocimiento humano.
Y en ello trabaja Katherine Solomon, vieja amiga de Landgon y ahora, inopinadamente, también su pareja sentimental. Se trata de una neurocientífica con un libro a punto de aparecer en un gran grupo editorial estadounidense, donde analiza teórica y prácticamente, y prueba, esa capacidad de prolongación de la conciencia (o el alma) más allá de su soporte corporal.
“Cada vez más, descubrimientos en numerosos campos científicos como la física de plasmas, las matemáticas no lineales o la antropología de la conciencia, respaldan la idea de la conciencia no local. Nuevos conceptos como la superposición y el entrelazamiento desvelan un universo en el que todas las cosas existen en todas partes”, argumenta Solomon. Y su nuevo modelo “proporciona explicaciones lógicas de todas las ‘anomalías paranormales’ que han asolado el modelo tradicional durante tanto tiempo”.
Puesto que distintas instancias que no desvelaremos están avanzando en el mismo estudio, con la ciudad de Praga como laboratorio central, y llevando a cabo experimentos inquietantes, Langdon y Solomon tendrán que hacer frente a una catarata de acciones encaminadas a la desaparición del libro inédito de la neurocientífica. Y luego a esquivar las amenazas contra su propia vida. Con la aparición estelar en la trama de la figura por excelencia del universo literario fantástico de Praga: el golem.
En los años 50 y 60 del siglo pasado hicieron furor los libros de T. Lobsang Rampa. En el más famoso de ellos, El tercer ojo, se hablaba de cómo en determinadas circunstancias la conciencia humana puede abandonar el cuerpo e irse a dar una vuelta por el mundo, en plan El diablo cojuelo. Es una posibilidad que, siendo yo adolescente, me parecía fascinante. A su debido tiempo se supo que Lobsang no era el lama tibetano que decía ser sino un imaginativo ciudadano británico, hijo de un honesto fontanero. Lástima.
⁄ La neurocientífica Katherine Solomon, ahora pareja de Landgon, se ve en peligro por sus estudios pioneros
Dan Brown junto al alcalde de Praga, Bohuslav Svoboda, que le hizo entrega de la llave de la ciudad
Lobsang Rampa aparece citado de pasada en una página de Brown, al igual que Raymond Moody, pionero en los best sellers de divulgación sobre la vida después de la vida, y otros autores comentados por David Barba en el reportaje que abre esta semana el suplemento Cultura/s. En El último secreto surgen de forma regular conceptos como la doble personalidad, la psicotrónica, los sueños lúcidos, los psiconautas, la interfaz humano-máquina, la retrocausalidad… Y se enuncian todo tipo de fenómenos paranormales, que Robert Langdon y sus amigos van sorteando a la vez que las amenazas de los malos.
Carezco de competencia para señalar hasta qué punto las especulaciones de Brown resultan debatibles. Tras leer este entretenidísima novela sí diré que se trata de asuntos que hacen pensar, y que en cualquier caso brindan un muy adecuado marco conceptual para la acción desarrollada en una ciudad tan señera de lo fantástico como es Praga.
Praga adopta al novelista
“Escribir una novela es un trabajo solitario, pero publicarla requiere una familia. Vosotros sois mi familia”, dijo Dan Brown durante su intervención el pasado 19 de septiembre en la fiesta por la publicación de El último secreto.
Tenía lugar en el palacio Zafin, un hermoso edificio decimonónico de aire renacentista ubicado en una pequeña isla del río Moldava. La convocaban diecinueve editoriales que han participado en el lanzamiento mundial conjunto, bajo la batuta del checo Petr Onufer. Del grupo Planeta, que lo publica en castellano y catalán, se desplazaron a la capital una decena de personas encabezadas por Jesús Badenes, Elena Ramírez y Marc Rocamora.
Posiblemente todos estos editores internacionales se veían hermanados no solo por las grandes tiradas –la española es de 500.000 ejemplares–, también por el complicado proceso de edición en los últimos meses, con los traductores trabajando contrarreloj en una sala segura de las respectivas sedes y sin acceso a internet (para evitar la piratería y los hackers).
A la fiesta del palacio Zafin se accedía a través de un gran ojo de cerradura. En el interior, los asistentes encontraban actuaciones musicales en vivo, camareros con antifaz, actores remendando algún personaje de la novela y esforzadas bailarinas vestidas de rojo vaporoso moviéndose entre el público.
El escritor iba acompañado de su entorno de confianza: su padre, Dick Brown, el matemático que le enseñó a bregar con enigmas, un afable octogenario que se movía del brazo de su segunda esposa; y el grupo de amigos fieles que con alguna letra intercambiada en sus nombres desempeñan papeles o cameos en la novela: el editor Jason Kaufman, vicepresidente de Doubleday; la agente Heidi Lange; la asistente personal Susan Morehouse; el informático Alex Cannon, que trabaja para Brown desde El Código Da Vinci; o el antiguo CEO del grupo Penguin Random House, Markus Dohle, que presta su físico al vigilante nocturno del libro.
Brown, que el jueves fue recibido por el presidente checo Petr Pavel en el castillo de Praga, ha sido calurosamente acogido por la ciudad, hasta el punto de generar un inmediato merchandising. El folleto-guía “Praga, ciudad de secretos”, editado por el Ayuntamiento, permite al interesado seguir los escenarios de El último secreto, de la torre Petrin y el laberinto de espejos al siempre muy visitado Clementinum, cuya biblioteca barroca ambienta una de las escenas culminantes de la novela, y donde se especula que en los próximos meses va a ser imposible entrar por la afluencia de curiosos.
Las guías turísticas municipales ya ofrecen también un itinerario Brown de Praga en sus programas, y la decidida joven que nos paseó el sábado pasado por la mañana incluso se detuvo ante una casa deshabitada donde especuló que “tal vez, pero solo tal vez” podría ocultarse el golem de la novela.
Al escritor los checos le han perdonado alguna escena imposible, como el salto de Langdon desde una terraza del hotel Four Seasons al río Moldava, ya que el propio autor reconoció que había necesitado forzar la verosimilitud en aras del efecto.
La oficina de turismo de Praga pone también al alcance del visitante unas guías temáticas de esta ciudad, muy bien hechas. En la guía literaria se menciona, inevitablemente, a Jan Neruda, Gustav Meyrink, Franz Kafka, Jaroslav Seifert, Bohumil Hrabal, Angelo Maria Ripellino (autor del indispensable Praga Mágica), Milan Kundera, Umberto Eco (El cementerio de Praga). Falta Jorge Luis Borges, cuyo poema El Golem constituye uno de los mejores homenajes posibles a la tradición esotérica de la ciudad. Un autor de best sellers norteamericano viene a incorporarse ahora a esta tradición de tanto peso.
Dan Brown
El último secret/
El darrer secret
Trad. al castellano de Aleix Montoto Llagostera, Conde Fis; al catalán de Marc Barrobés, Esther Roig Giménez
Planeta/Columna
832 pags 24, 90 euros
