En una sala del museo del Prado, la 56, entre pinturas de Antonio Moro, retratos formidables de personajes igualmente formidables del siglo XVI, el visitante encuentra un detalle que también nos habla de poderío, pero de otra manera. Se trata de una instalación olfativa, un difusor del aroma de unos guantes perfumados según una fórmula del siglo XVII: olor a sándalo, a iris, notas de ámbar, palo santo y agua de rosas.
Muchos de los notables retratados portan unos guantes en la mano, pero no porque los necesitaran, sino porque estaban perfumados y se consideraban un objeto de lujo. Una cartela sobre el difusor nos lo explica mientras evidencia que hay diferentes formas de mostrar el arte y difundirlo. Como planteaba la exposición Fugaz. Aroma en colores en el Mauritshuis de La Haya, “¿experimentas una pintura de forma diferente si, además, puedes olerla literalmente mientras la contemplas?”.
Leonardo da Vinci: 'La dama del armiño', 1489-1491
OLOR A MUSEO HISTÓRICO. En el 2021 el Museo Nacional de Cracovia decidió evaluar la calidad del aire de la vitrina que alberga La dama del armiño de Da Vinci. Al abrirla, les sorprendió su olor; los investigadores decidieron investigarlo y para ello recogieron rastros de la pintura y separaron los compuestos. Cada elemento fue identificado y utilizando estos análisis se reprodujo fielmente el olor del cuadro, “un olor muy agradable, a museo histórico”.
Las instalaciones olfativas forman parte del arte del siglo XX, pero no ha sido hasta este XXI cuando han irrumpido en los museos y se han multiplicado las muestras que utilizan difusores, crean aromas, intentan trasladarnos al interior de las pinturas, recreando cómo deberían oler las escenas que representan o el puro y duro olor del cuadro, de sus materiales. Hay muchas aproximaciones, no siempre rigurosas, pero la mayoría cuestionan los marcos que han circunscrito la contemplación de las pinturas y la historia, ampliándolos.
Los recorridos olfativos son pueden ser una buena herramienta si están hechos por historiadores
“Las instituciones suelen percibir los olores que emiten sus instalaciones como información innecesaria, e incluso como contaminación indeseable. Sin embargo, a partir de ahora, los visitantes podrán explorar el olor de los objetos históricos de una forma completamente nueva y poco transitada”, explicaba Elżbieta Zygier, conservadora del Museo Nacional de Cracovia, en la presentación del proyecto Odotheka, que analizó el pasado año La dama del armiño de Leonardo Da Vinci, conservada en aquella ciudad.
Jan van der Heyden : ‘Vista del Oudezijds Voorburgwal con la Oude Kerk en Ámsterdam’, c. 1670
PAISAJE URBANO DE OLORES. El Mauritshuis no sólo exhibió buenos olores, porque el hedor de los canales dominaba el Ámsterdam del siglo XVII; la muestra recreó las pestilencias que percibiría un paseante en el lugar donde se sitúa esta pintura: junto al puente sobre el canal hay un baño público que desemboca directamente en el agua, mientras un barrendero amontona el estiércol de caballo.
La faceta de perfumista del genio renacentista fue examinada en otra muestra del 2024, en el Clos-Lucé, el castillo francés donde falleció en 1519; a través del estudio de sus pinturas, dibujos y escritos se planteaba la tesis, interesante pero sólo esbozada, de que Da Vinci podría haber mezclado aceites perfumados o resinas aromáticas en los pigmentos o barnices, tanto por razones técnicas (conservación, brillo) como sensoriales.
“En los museos, los curadores están incorporando olores que pueden transportar a los visitantes a una época diferente”, tituló el New Yorker un amplio reportaje el pasado julio. Entre otros ejemplos, citaban la reciente exposición Mujeres medievales: en sus propias palabras, en la Biblioteca Británica de Londres. La muestra incluía cuatro instalaciones olfativas que permitían a los visitantes experimentar fragancias como perfumes capilares y ambientadores bucales basados en recetas del siglo XIII, pero también interpretaciones olfativas del cielo y el infierno inspiradas en las visiones de las místicas Juliana de Norwich y Margery Kempe.
El sentido del olfato es el más vinculado con la memoria y el recuerdo por razones fisiológicas
La actual exposición sobre María Antonieta en el también londinense Victoria&Albert incluye este tipo de instalaciones; las fragancias recrean los aromas florales del Petit Trianon, gracias a que los historiadores conocen las flores que estaban plantadas allí; también el olor de la celda en la prisión, en el que el moho, la piedra y las aguas residuales se mezclan con el enebro, que María Antonieta había pedido para enmascarar la pestilencia, y sus perfumes favoritos, según las facturas que se conservan de sus compras: en polvo, fuertemente florales y con raíz de Florencia. Más arriesgada es otra de las instalaciones, en la que se traslada al visitante a un baile en Versalles a través de sus narices.
Los ejemplos se han multiplicado en los últimos años, y sin embargo, en el 2014 el historiador del arte Jim Drobnick todavía acusaba a los museos de ser “el cubo anósmico”, por la falta de atención que tradicionalmente se ha prestado en los centros de arte al olfato, al que también denomina “el sentido olvidado”. No ha sido así exactamente, ya André Breton y Marcel Duchamp lo reivindicaron en 1938 en la Exposición Internacional del Surrealismo celebrada en París.
Jan Brueghel el Viejo/Pedro Pablo Rubens: ‘El olfato’, 1617-18
POR EL OLFATO A LA PINTURA. Haciendo honor a su título, esta pintura de Brueghel y Rubens está llena de ‘olores’; el perfumista Gregorio Sola creó para la exposición La esencia de un cuadro, entre otros aromas, ‘Higuera’, que anima a reconocer esta planta en el cuadro, ‘Alegoría’, que alude al ramillete de flores que huele la figura, o ‘Flor de naranjo’. Cuatro difusores permitían oler las 10 fragancias en una sala donde estaban los cinco cuadros de la serie de Brueghel.
Allí, en una galería diseñada por Duchamp para crear una experiencia inmersiva, con las paredes pintadas de blanco, se instalaron difusores de aroma a café brasileño. El objetivo era rebelarse contra el “régimen escópico occidental”, en el que el sentido de la vista era considerado el más importante. Las instalaciones olfativas no han dejado de crecer desde entonces, pero como una práctica artística, no como experiencia museística. Hasta ahora.
La doctora Cecilia Bembibre, directora de investigación del Instituto de Patrimonio Sostenible en University College London y Académica de Mérito de la Academia del Perfume, explica a Cultura/s los cambios que han permitido estos nuevos enfoques.
Por una parte, “lo que entendemos por museos o, más ampliamente, espacios donde nos relacionamos con el patrimonio cultural y con la historia han evolucionado. Y hay discusiones sobre cómo la experiencia museística puede reflejarlo de una manera más viva y parecerse a la que tenemos al estar inmersos en el mundo o en la cultura, que es multisensorial”.
El museo del Prado hizo una exposición olfativa que fue un éxito de crítica y visitantes en el 2022
Por otro lado, “trabajar desde sentidos que han sido ignorados o subestimados nos permite encontrar nuevas narrativas para interpretar la historia, las colecciones y los espacios históricos, y llegar a públicos que quizás su experiencia de vida y expectativas no son primeramente visuales”. Públicos como, por ejemplo, “gente joven que suele buscar experiencias en los museos y no tanto el abordaje tradicional al aprendizaje”, añade.
El Mauritshaus efectuó una investigación exhaustiva sobre los olores en los Países Bajos en el siglo XVII para su exposición; no ha sido el único centro en organizar estos retornos al pasado : en Ámsterdam en el 2022 se organizó un “recorrido olfativo” por la ciudad, desarrollado por Odeuropa, en el que participó la doctora Bembibre.
Odeuropa fue un proyecto desarrollado entre 2021 y 2023, en el que un consorcio de universidades, museos y empresas europeas se centró en investigar 300 años de historia europea en relación a los olores, utilizando la IA y con participación, además de historiadores y perfumistas, de científicos especializados en computación, web semántica y humanidades digitales y desarrollo de algoritmos para interrogar textos que analizaron desde libros de cocina a relatos de viajes.
También se analizaron cientos de miles de pinturas, grabados, ilustraciones, “y le enseñamos a los ordenadores a reconocer los objetos olfativos, o sea, objetos que olían o paisajes olfativos, dentro de estas pinturas”. Con el resultado se elaboró una base de datos y una enciclopedia de olores históricos digitales y de libro acceso, “donde contamos la historia de estos olores y de la gente que los olía”, explica Bembibre.
Antonio Moro: ‘La emperatriz María de Austria’, 1551
EL GUANTE. La emperatriz luce los guantes perfumados que en el siglo XVI estaban considerados un símbolo de estatus en la misma sala en que un difusor permite oler este aroma.
La esencia de un cuadro. Una exposición olfativa , la más importante muestra de este tipo en nuestro país, tuvo lugar en el museo del Prado también en el 2022, como si tras la Covid hubiéramos recuperado colectivamente este sentido. Alejandro Vergara, jefe de conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del museo, y Gregorio Sola, perfumista Senior de Puig y Académico de Número en la Academia del Perfume, fueron los comisarios.
La historia de esta muestra es sin embargo diferente y se centra en el cuadro El olfato, que Jan Brueghel el Viejo en colaboración con Rubens, quien se encargó de las figuras, pintó en 1617 y 1618, dentro de la serie de Los cinco sentidos . Vergara explica a este suplemento que la idea respondió a su pasión por esta serie, “cuadros que hay que ver muy de cerca, producto de élite de la Europa del siglo XVII, hechos para la gente más amante del arte”, cuadros que ambicionaba que el público conociera mejor.
La sala 56 del museo del Prado con el difusor del aroma del guante perfumado
“Pensé que si hacía una exposición sobre una de estas pinturas, en este caso El olfato, podría llamar la atención sobre el resto. Ese fue el motivo, que tiene que ver con la pintura y no con el olfato”. Una cuestión mayor era que emitir aromas en una sala de un museo normalmente va asociado a humedad, algo que podía dañar las pinturas. La colaboración de la empresa Puig hizo posible una tecnología inocua y la creación 10 fragancias relacionadas con elementos presentes en la obra. La muestra fue tal éxito que uno de los olores, el del guante perfumado, se quedó en el Prado.
A pesar de las críticas positivas y del amplio eco que tuvo en la prensa internacional, el Prado no tiene previsto ningún proyecto similar, tampoco el MNAC de Barcelona o el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid se sienten tentados a ello, aunque la reciente exposición del Thyssen Terrafilia incluía una instalación olfativa de la artista noruega Sissel Tolaas.
Una actitud diferente es la del museo de Ulm, en Alemania, que desarrolló en el 2022 un recorrido por sus colecciones apoyándose en los olores que podrían reflejar los cuadros, desde flores a la ropa limpia.
Alejandro Vergara señala que: “no sé si me voy a creer mucho lo que me digan... yo como historiador quiero saber en qué criterios se basa; como todo, si se hace bien, es una idea muy buena, pero también creo que puede convertirse en un reclamo que no esté hecho con mucha seriedad. Lo tienen que hacer historiadores que sepan de eso. Y hay muy buenos historiadores de la cultura olfativa que no han recibido demasiada atención hasta hace poco tiempo”.
Existe el riesgo de que estos proyectos banalicen el arte o la historia o sean solo comerciales
Cecilia Bembibre explica que la premisa no es nunca prometerle a la gente que va a experimentar el pasado tal y como las narices de entonces lo olieron . “Ha habido intentos de introducir componentes olfativos en espacios de patrimonio, pero desde una perspectiva más lúdica. Lo que se trata es de encarar la museografia olfativa con la misma rigurosidad y ética que el abordaje visual o material de las colecciones”.
No, no podemos oler como lo hacía la gente hace 150 años, porque nuestra sensibilidad olfativa es diferente, Bembibre pone como ejemplo que “desde que se inventó el frigorífico, nuestra tolerancia a los olores de la comida pasada de días es muy diferente a nuestros antepasados”. Pero sí se puede ” promover una toma de atención sobre cómo nuestras experiencias olfativas nos relacionan con el entorno”, y ofrecer con la ayuda de perfumistas “interpretaciones de esos olores, advirtiendo que hay otras interpretaciones posibles”.
Como las hay de las pinturas. Y como la magdalena de Proust, un olor puede retrotraernos al pasado de forma incluso más efectiva que un sabor. Existen razones fisiológicas, mientras que otros sentidos se dirigen a la corteza desde el tálamo, el olfato es recibido directamente por el sistema límbico, que almacena recuerdos y regula las emociones. Andy Warhol decía que “ver, oír, tocar, paladear, nada es tan poderoso como el olor si quieres volver completamente durante unos segundos al pasado”,
Una visitante ante '‘Naturaleza muerta de flores y frutos’ de Abraham Mignon (1670) en este montaje fotográfico de la exposición ‘Fugaz. Aromas en color'
Quizás por ello, según un ensayo publicado por Verbeek, Leemans y Fleming en el 2022, los visitantes recuerdan mejor una exposición sí en ella había elementos olfativo. Caro Verbeek explicaba el caso de la exposición conmemorativa de Piet Mondrian que él mismo comisarió ese año y que incluyó instalaciones olfativas, “la gente se siente más inmersa al contemplar sus estudios de maquetas y percibir estos aromas, como si estuvieran a su lado mientras trabaja”.
Alejandro Vergara nos explica que a menudo se sienta en la sala del Prado donde está el aroma del guante, ve que muchísima gente pasa por allí y lo huele, pero no lee la cartela, “y a veces hablo con el público: ¿Qué te ha parecido? ‘Es muy interesante el olor’. Y les pregunto: ¿Pero sabes por qué está aquí? si no lees eso, no se comprende”.
RASTREANDO OLORES
Los historiadores de la cultura olfativa rastrean no sólo el presente, sino también el pasado. Un ejemplo de exploración olfativa es la que se llevó a cabo el pasado año con momias, en Egipto, y en la que participó la doctora Bembibre. El objetivo era desarrollar métodos no invasivos para investigar los cuerpos momificados del Antiguo Egipto, incluyendo el olfato. Para ello, se capturó una muestra de nueve momias y presentarlos a un panel de gente entrenada. “Queríamos descubrir, por ejemplo, si a través del olor podíamos entender cuál era el status socioeconómico del individuo”.
El resultado fue un tanto sorprendente: “eran olores, no voy a decir, no sé si decir agradables, pero no eran olores desagradables. Y pudimos establecer cuatro fuentes de estos olores. Por un lado, los materiales de momificación, embalsamiento, pero también dos tipos de pesticidas, un tipo de los que se utilizan en los museos, artificiales, sintéticos, y un tipo de pesticida natural, que es lo que utilizan ahora, que es una mezcla de aceites esenciales, que se deja en la vitrina donde está el sarcófago para disuadir los insectos, por ejemplo.
Un caso diferente es la interpretación de olores. Para una experiencia multisensorial en torno a una pintura que muestra el descenso de Cristo al limbo, se estudió cómo podía oler el infierno. “Entonces, lo que hicimos fue tomar diferentes elementos visuales de esta pintura y traducirlos a nivel olfativo”. Para ello se estudiaron “los textos históricos del siglo XVII que describían como se pensaba en aquel momento que era el infierno”. Si están pensando en azufre, sulfuros, entre otros, aciertan.
