Releyendo Occidente

HISTORIA

La civilización occidental se ve sometida a revisiones y retos desde la política y la cultura. Es importante reconsiderar los conceptos que la articulan

BELGIUM - JUNE 04: The Rape of Europa, 1572, by Maarten de Vos (1532-1603). (Photo by DeAgostini/Getty Images); Bilbao, Museo De Bellas Artes De Bilbao (Art Museum). (Photo by DeAgostini/Getty Images)

‘El rapto de Europa’ (1572), de Maarten de Vos 

Getty

Ni la realidad de Occidente ni sus imaginarios viven, a principios del siglo XXI, sus mejores momentos. La debilidad y desunión europea, la arrogancia estadounidense, los populismos latinoamericanos, las amenazas islámicas y el poder de las autocracias rusa y china, por una parte, y, de otra, la globalización, lo poscolonial y decolonial, el progresismo, la corrección política e innegables errores y excesos, han contribuido al desprestigio y el cuestiona­miento de Occidente y de la deno­minada civilización occidental. En el 2011, se publicó Civilización. Occidente y los otros, un polémico y sugestivo ensayo de Niall Ferguson, en el que este autor aseguraba que se estaba viviendo, a principios de la actual centuria, el ocaso de quinientos años de supremacía de Occidente y la génesis de una era oriental. La democracia, los derechos y las libertades están en el centro de unas discusiones que siguen abiertas. Interrogaciones variopintas, relecturas y miradas al pasado tienen, a fin de cuentas, su razón de ser.

Dos libros han visto la luz en España en este 2025 con la formación de Occidente como tema de análisis: Cómo el mundo creó Occidente, de Josephine Quinn, y La invención de Occidente, de Alessandro Vanoli. Quinn recorre, como bien refleja el subtítulo de su obra, cuatro milenios de historia, desde la edad de bronce hasta el siglo XV. Dos auténticas revoluciones marcan los puntos de partida y llegada, de Biblos a las Canarias: la de los instrumentos náuticos en mar abierto en el Mediterráneo y la del desarrollo de una nueva navegación, que iba a ampliar sustancialmente el horizonte occidental.

La autora cuestiona tanto la idea de un Occidente con pasado exclusivo en Grecia y Roma –y unos supuestos valores occidentales presentes en aquella época pretérita–, como la de un mundo de civilizaciones totalmente separadas. Lo que impulsa el cambio histórico no son las civilizaciones, sino las conexiones, esto es, el encuentro, entrelazamiento y separaciones de las sociedades y los individuos; nunca ha existido, sostiene Quinn con énfasis, una cultura occidental –europea y americana– única y pura.

⁄ Josephine Quinn cuestiona la idea de un Occidente con pasado exclusivo en Grecia y Roma

El libro nos presenta un mundo, desde el Pacífico al Atlántico, desde China y la India al Mediterráneo y el norte de Europa, pasando por la gran Babilonia, las estepas de los mongoles, la Constantinopla romano-bizantina-otomana o las salinas africanas de los garamantes, profundamente conectado a través de intercambios comerciales, explotaciones mineras, conquistas, guerras, saqueos, alianzas, viajes, traducciones, regalos y diplomacias.

Las interacciones y transferencias, sean de objetos, alfabetos, técnicas o deidades, sean de personas, códigos de leyes o modelos políticos, fueron constantes. Maneja la autora británica un impresionante aparato crítico. Sorprende, en ocasiones, la supuesta capacidad de reconstruir procesos complejos a partir de un fragmento de hueso o cerámica. Sin imaginación, está claro, no existiría la historia. Josephine Quinn nos cuenta brillantemente una parte de ella, no toda: la más dinámica e interconectada.

El historiador Jordi Canal

El historiador Jordi Canal 

César Rangel

El periodo final de los cuatro milenios tratados por el libro anterior conforma el escenario central, aunque no se renuncia a mirar también más atrás, de La invención de Occidente. En este caso, la representación que intenta ponerse en duda consiste en un Occidente o una civilización occidental existentes desde la Antigüedad. Ni el espacio ni la noción actual de Occidente estuvieron, empero, presentes en Grecia o Roma. No cuajaron, en realidad, hasta el siglo XVI. El anacronismo es, junto con la mentira, el mayor de los pecados en el terreno histórico. Occidente fue una invención, como reza el título de la obra de Vanoli. Y, en consecuencia, posee una historia, que este trabajo pretende reconstruir.

En los tiempos antiguos, Occidente era el lugar donde se hunde el sol o, como en Egipto, el reino de los muertos, o bien, entre griegos y romanos, el límite europeo, las míticas columnas de Hércules. Las fuentes de la época no presentan explícitas distinciones entre Occidente y Oriente.

⁄Las fuentes clásicas no presentan explícitas distinciones entre Occidente y Oriente, señala Vanoli

Occidente fue tomando forma navegación tras navegación, defiende el profesor italiano, con un momento clave en el siglo XIII con el uso habitual de la brújula. Y, posteriormente, con la comprensión de los vientos alisios. El Atlántico iba a convertirse en océano occidental. Este nuevo territorio pensable constituyó la base para la invención de Occidente y el tratado de Tordesillas entre españoles y portugueses el principio de su definición espacial y jurídica. La búsqueda de Oriente y sus riquezas y la presión otomana permitieron, en definitiva, que Occidente empezara a tomar forma.

A partir de aquí ha presentado muchas concreciones culturales e ideológicas, más europeas hasta el siglo XIX y más americanas después.

¿Qué queda de Occidente?, se pregunta Alessandro Vanoli al final de este interesante libro. No han faltado en el pasado ni faltarán en el futuro inmediato, en unos malos tiempos para lo occidental, intentos de aportar una respuesta.

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