Diálogo de diletantes

Peter Handke

El Nobel Peter Handke se inspira para su nueva novela en los actores Otto Sander y Bruno Ganz, los ángeles Cassiel y Damiel protagonistas de la película ‘El cielo sobre Berlín’

El premio Nobel Peter Handke, en Chaville (Francia), febrero de 2022

Peter Handke en Chaville (Francia), en febrero del 2022 

Kim Manresa / Alianza

No hay duda del genio del poeta y narrador Peter Handke (Griffen, Carintia, 1942). Después de recibir el Nobel en el 2019, el escritor austríaco ha continuado impertérrito su rumbo hacia la nada, objetivo máximo desde sus comienzos en los años sesenta cuando los Beatles acababan de publicar Revolver. Mucho ha llovido para un artista que se ha movido con soltura por todos los géneros, manteniendo el pasaporte de poeta a pesar de su vasta obra narrativa, sus ensayos y su dramaturgia. Precisamente su nuevo libro, Diálogo, está dedicado a Otto Sander y Bruno Ganz, los ángeles Cassiel y Damiel protagonistas de la película postimpresionista El cielo sobre Berlín, estrenada en 1987 y en la cual Handke firmaba el guion al lado del director Wim Wenders. Paseándose por los restos de los muros comunistas de la Postdamer Platz sin reconstruir, los dos ángeles asistían al ejercicio melancólico de la observación de las miserias humanas entre diálogos cortos, casi elípticos, sobre el futuro de Europa, marcado en los proyectiles de la estatua del ángel dorado berlinés y los edificios de la frontera entre el Este y el Oeste.

Los dos actores desaparecidos, de la misma generación que nuestro hombre, parecen inspirar la breve novela dialogada de Handke. De hecho, el autor nos va ofreciendo pistas, que también inspiraron el libreto del filme: Rilke, Victor Hugo, los decorados y el cruce de culturas de la desgraciada capital alemana, símbolo de la ruina de Europa, se diga lo que se diga. A pesar de la pericia de Handke, siempre surge la presencia del narrador en las novelas dialogadas, incluso cuando viran hacia el teatro, como bien expuso Galdós en uno de sus acertados ensayos sobre el tema. De hecho, Rainer Maria Rilke, como expone Handke en el comienzo del texto, ya se expresa diciendo que una criatura es algo transitorio. De ahí, el carácter angélico que persiguen los interlocutores de Diálogo, singularmente cuando abogan por la tradición, por el mismo motivo de la conversación, una de las certezas del corpus de la obra de nuestro poeta austríaco: “Idealizar a los antepasados es parte de la materia; es objeto.”

Los textos del poeta son una incitación a la sugerencia por encima de lo evidente. Así se diferencia, por ejemplo, de un Pla, Cela o Espinàs, por la distancia con el realismo

Toda la obra de Handke es también un tropiezo, una excursión, aquello que tan bien expresó en Lento regreso, de 1979, traducida también por Alianza en 1985: “Bajando a trompicones por el camino, me encontré de repente con una forma.” Es el deambular sin otra meta que la de un diletante que suspira y que aprecia la descripción que ofrece la caminata a su paso. Con todas las trampas que ello supone porque los novelistas saben que no hay nada más falso en su periplo que el diálogo. No obstante, llega a titular su nouvelle así, si ambages. Resulta curioso el epílogo de las traductoras en castellano y catalán de esta nueva obra, la revuelta contra la poesía que supone la traducción y las interesantes opciones que el relato propone. De hecho, los mismos textos del poeta son una incitación a la sugerencia por encima de lo evidente, que solo aparece en las descripciones más someras. Así se diferencia, por ejemplo de un Pla, Cela o Espinàs, por la distancia con el realismo, que para ellos era imprescindible, a pesar de ser, asimismo, un invento estético. Handke propone preguntarle al “descifrador”, para ir luego un poco más hacia la síntesis: “Durante mucho mucho tiempo no hubo nada que contar. A lo largo y ancho de la ciudad, un solo chirrido, un chillido. O, por otra parte, algo todavía más ensordecedor, un cuchicheo, un murmullo que no quiere acabar…” Quizá sea ese el motivo de este extraordinario cuento o novela breve del austríaco. Ese algo sin contar, que no puede derramarse en el tiempo. Vivimos de forma desordenada, víctimas del determinismo, pero casi todas las novelas aparecen con un orden propio de una opción aritmética. Handke sabe que el camino implica perderse.

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