Llama la atención la erupción de la narrativa de terror en catalán, un género que no solía ser habitual en el repertorio de una lengua que, tal vez por estar empapada del occitano de los trovadores, estuvo siempre más del lado de los poetas. Hace unos años puso la primera piedra Albert Sánchez Piñol con La pell freda , una novela de isla solitaria, faro y seres acuáticos resbaladizos que nos hace preguntarnos quién es el monstruo. Se convirtió en una de las novelas en catalán más traducidas de la historia, con su llegada a 40 idiomas, y fue llevada al cine por Xavier Gens. La apuesta del cine catalán por el género oscuro, donde Jaume Balagueró ha desplegado en los últimos años sus películas de taquicardia, también ha tenido su influencia en esta generación de escritores del nuevo terror.
La editorial Specula acaba de publicar la nueva novela de Javi Fernández Mata, L’últim Dip , que nos sumerge en el terror rural en un pueblo donde el peso de las leyendas y las supersticiones resulta asfixiante. También acaba de salir del horno de la editorial Males Herbes la novela de Elisenda Solsona, Mammalia, una distopía en un futuro cercano agrisado por una atmósfera tóxica y una sociedad con graves problemas de fertilidad.
⁄ “El horror cósmico nos provoca una sensación de vértigo ante la inmensidad, lo arkano e ignoto”, dice Isabel del Río
Roser Cabré-Verdiell publicó hace unos meses Que morin els fills dels altres , donde la protagonista se mueve entre la sospecha y la paranoia en un ambiente opresivo donde se diluye la frontera entre los vivos y los muertos. Carlos Sánchez se ha pasado al catalán con No haureu de plorar els morts y nos cuenta que en el pueblo de Valldeplors los muertos tampoco quieren morirse del todo, una novela publicada por la editorial Obscura, que hace honor a su nombre.
Los autores de terror en catalán están generando mucho interés en otras lenguas. Una de las novelas más singulares de Marc Pastor, L’hòrror de Rèquiem , publicada en su día en la editorial Mai Més, acaba de aparecer en castellano en la editorial Runas (Grupo Anaya) con traducción de Antonio Torrubia. Marc Pastor, que lleva años percutiendo en la literatura distópica y sombría, en esa novela daba un giro sobre sí mismo a lo Pedri, manejando los clichés del género y convirtiendo todos los ingredientes de la literatura canónica de sustos en una parodia llena de humor. También Mai Més ha publicado a Isabel del Río, una autora que compagina su tarea de librera con la escritura. Tras publicar en la editorial Spécula su novela Mare , una historia de angustia espacial, ha regresado este 2025 con No albiro el bosc , donde la naturaleza no es lugar para paseantes domingueros. Según describe ella misma: “hibrida ciencia ficción con horror cósmico, body y folk horror”.
Le pregunto a Isabel del Río qué demonios es eso del “horror cósmico”: “El horror cósmico nos provoca una sensación de vértigo ante la inmensidad, lo arkano e ignoto, aquello que es tan pretérito que no podríamos imaginar ni en sueños y tan enorme que jamás podríamos abastarlo. Y eso, a su vez, nos hace comprender que no somos nada, que no importamos y no tenemos nada que hacer contra esas fuerzas incomprensibles para nuestras diminutas e insignificantes mentes”.
En un mundo real en que da pánico solo abrir un periódico, ¿por qué necesitamos la literatura de miedo? “Porque el terror es denuncia, es sacar del armario los esqueletos y fantasmas, mostrar los trapos sucios familiares, y sacarlo todo del desván. Nadie que lee terror puede decir no lo he visto, no lo he sentido. Es un género que te obliga a mirar lo incómodo y a pensar, a decidir de qué lado estás. En un mundo en el que el horror se ha normalizado es todavía más necesario mostrar la verdad del miedo, el dolor y la soledad; mostrar la impotencia y las lágrimas que esconden todas esas imágenes de sobremesa”.
