Una intensa temporada es la que está protagonizando el profesor José Enrique Ruiz-Domènec. En noviembre pasado publicaba Un duelo interminable (Taurus), tal vez su obra más ambiciosa hasta el momento, extensa historia de las guerras culturales desarrolladas desde distintas trincheras europeas y americanas desde fines del siglo XIX. En julio de este año presentaba Un viaje personal por el arte europeo (Libros de Vanguardia), pequeña joya donde el autor recorre distintos museos del Viejo Continente, escoge una obra maestra de cada uno y al comentarla brinda un retrato de la atmósfera en que fue generada.
Por último, el pasado lunes tuvimos la oportunidad de hablar con Ruiz-Domènec en la librería Laie a propósito del recién aparecido Vida i anhels de Ricard Guillem. Un senyor de Barcelona del segle XI (Rosa dels Vents).
Este título tiene bastante historia. Llegado desde Granada a Barcelona tras un periplo por las universidades alemanas, un veinteañero Ruiz-Domènec revisaba en 1968 documentos en el Archivo de la Corona de Aragón, uno de los más ricos del mundo en fondos medievales. Tutelaba sus pesquisas el director del ente, Federico Udina Martorell.
El joven estudioso no daba crédito cuando empezó a encontrar, dispersos, más de un centenar de pergaminos que hacían alusión al mismo personaje, Richardo Guihelmi. Ricard Guillem.
Documento firmado por Ricard Guillem con el punto diacrítico o señal inserto en la parte inferior derecha del documento (Archivo de la Corona de Aragón)
Cuanto más nos remontamos en el tiempo, más cubre las figuras del pasado una espesa bruma. Aquel acervo documental, sobre un personaje que no aparecía mencionado en los títulos canónicos de la historiografía clásica catalana, constituía una rarísima excepción. Udina quedó estupefacto: no podía creer que el nuevo investigador hubiera dado, no por casualidad sino fruto de una intensa inmersión, con un legado que a tantos ilustres frecuentadores del Archivo se les había pasado por alto.
⁄ Los ejemplos de Franco Cardini y sobre todo Georges Duby le llevaron a adoptar las técnicas de la historia narrativa
Los documentos escuetos pueden sutilmente brindar abundantes indicios de una vida, como ha mostrado magistralmente en sus novelas Patrick Modiano. Los que Ruiz-Domènec halló eran precisos y secos: compraventas, préstamos, actas matrimoniales, algún pleito. En aquellos primeros años de su carrera el historiador no sabía muy bien qué hacer con ellos. ¿Cómo recrear una existencia tan lejana, a partir de aquellos pergaminos, en un libro que fuera atractivo?
La historiografía catalana se balanceaba por aquel entonces entre el positivismo y el marxismo, y ninguna de las dos metodologías le convencía. Tuvieron que pasar tres décadas, el descubrimiento de las nuevas corrientes francesas y la relación con historiadores como Franco Cardini y sobre todo Georges Duby –quien llegaba a internarse en el cerebro de Guillermo el Mariscal en una biografía innovadora– para que Ruiz-Domènec encontrara su solución en la llamada “historia narrativa”: contar una vida con las técnicas de una novela, pero utilizando estrictamente datos reales y sin ficcionar. Abordar la psicología y los gestos de sus personajes, pero a partir de referencias fidedignas.
Cubierta de la nueva edición de la biografía de Ricard Guillem
La primera versión de Ricard Guillem o el somni de Barcelona la publicó Joaquim Palau en Edicions 62 en el año 2001; su autor la recupera ahora, revisada, con el sello en catalán del grupo Penguin Random House. Sabremos que el personaje biografiado nació en 1044 y falleció en 1115 (es falso que todas las vidas medievales fueran breves, recuerda el autor). Que, proveniente del Penedès, hizo una rápida ascensión social en Barcelona, especialmente a raíz de su matrimonio con Ermessenda, hija del poderoso Bernat Ramon; que tuvo negocios de viñas, prestó dinero y pronto se hizo construir una mansión en la ciudad.
Ricard Guillem tuvo una relación bastante íntima con el poder. Primero estuvo próximo al conde de Barcelona Ramon Berenguer II cap d’estopes. Este murió joven, tal vez asesinado por su hermano Berenguer Ramon. Pero el mandato del segundo no fue muy largo, y su final también misterioso.
“Hay pruebas literarias -cuenta Ruiz-Domènec- que indican que Berenguer Ramón II, una vez depuesto por un grupo de nobles catalanes de su cargo de conde de Barcelona -que pasó al hijo de su hermano, Ramon Berenguer III el Grande-, se marchó a la Cruzada de 1096-1099. Figuró en la expedición organizada por Bohemundo de Tarento, el hermano de la esposa de su hermano asesinado: y una vez allí se le perdió el rastro, y nunca más volvió. La invitación a marchar a la cruzada respondía al sentido 'penitencial' es decir, a purgar un pecado mortal, los que explicaría que se pensase que estaba detrás de la muerte de su hermano”.
Compra por parte de Ricard Guillem y su esposa Ermessenda de un alodio en Gurb
Desaparecido Berenguer Ramon, Ricard Guillem se aproximó entonces al citado Ramon Berenguer III, que actuaba muy influido por su madre, la normanda Matilde de Apulia, una mujer fuerte de la época, todo un personaje.
“Mahalta, Mahaut, Mathilde o Matilde de Apulia era hija de Roberto de Hauteville llamado Guiscardo, duque de Apulia y rey de Sicilia. Era hermana por tanto de Bohemundo de Tarento, príncipe de Antioquía en su función de cruzado en la Primera Cruzada, y de Roger llamado Borsa, duque de Apulia, padre de Roger II rey de Sicilia”, recuerda el historiador. “Y tía de Tancredo de Hauteville, hijo de su hermana Emma. Con Matilde y su grupo de normandos entra en Catalunya el ideal del Estado, y su hijo Ramon Berenguer III firma con su primo Roger II, rey de Sicilia, en calidad de sobrino de su madre, el primer acuerdo diplomático de Catalunya con el mundo exterior, en este caso el Reino de Sicilia; ese documento existe y se conserva en el Archivo Real. Una curiosidad es que las armas heráldicas de Matilde son las cuatro barras”.
Tras acercarse, apartarse y volver a aproximarse al poder condal, y relacionarse en distintas ocasiones con el Cid Campeador, Ricard Guillem acabó sus días influyente y adinerado. La Barcelona en que se movió, con sus ascensos sociales, sus negocios, conspiraciones y juegos de poder, finalmente no nos queda tan lejana, y la peripecia del protagonista recuerda a ratos, salvando todas las distancias, la de Onofre Bouvila, el protagonista de La ciudad de los prodigios. Hay cosas que no cambian con los siglos.
