El cine de terror hecho en España en la última década ha encontrado la manera, a veces inquietante, a veces histriónica de problematizar los malestares contemporáneos. ¿Qué mejor metáfora de la crisis de la vivienda que una casa que, literalmente, te da todo lo que le pides? Esa era la premisa de Para entrar a vivir, la comedia de terror del 2022 en la que Bárbara Goenaga y Gorka Otxoa interpretaban a una pareja de treintañeros que encuentra el pisito de sus sueños (o de sus pesadillas). Cualquiera que haya usado servicios como Blablacar por el encarecimiento del transporte y el mal funcionamiento de los trenes empatizará con lo que les ocurre a los protagonistas de La pasajera, una historia sangrienta de body horror que firmaron los debutantes Raúl Cerezo y Fernando González Gómez en el 2021 en el que, como en los coches que se comparten con desconocidos, lo importante es no sentarse al lado de quien puede amargarnos el trayecto. Las dos películas están disponibles en la carpeta de Halloween de Filmin.
'Kuader'
'AJOBLANCO' DE AYER Y DE HOY
La casa digital de la revista Ajoblanco, ajoblanco.org, es un estimable locus de los de la era del internet bueno, cuando se buceaba en lugar de scrollear. Allí están digitalizados todos los números de la histórica cabecera barcelonesa en sus cuatro etapas de vida, empezando por las publicaciones de 1974. Pero no todo es archivo. Ahora también se publica Kuader, una revista mensual que se puede leer sin muro de pago y que estará centrada en números monográficos. El primero tiene que ver con la Inteligencia Artificial y contiene textos de Antoni Gutiérrez-Rubí, Alberto Venegas Ramos, Candela Antón de Vez, Isaac Marcet, Adrián Malagamba y Kike Oñate. El asesor de comunicación Gutiérrez-Rubí llama a convertirnos en herejes cívicos y Marcet parte del asesinato del agitador Charlie Kirk para extender un mapa de influencers tecnofascistas.
Joaquim Ruyra
SARDANISTAS ZOMBIS Y SIRENAS 'XUCLADORES'
Cuando se acercan estas fechas siempre se piensa en los mismos autores para buscar relatos anclados en el origen de la tradición ocultista. Que si H.P. Lovecraft, que si Edgar Allan Poe. No hace falta irse tan lejos. Joaquim Ruyra, que de joven leyó con pasión a los grandes románticos –Byron, Schiller, Goethe– escribió de joven algunos cuentos de terror de inconfundible raíz catalana. En La vetlla dels morts, un cuento incluido en Marines i boscatges (1903), un compositor de sardanas e instrumentista de tenora llamado Refila se adentra en el cementerio del pueblo de Navata en el Empordà y asiste a una macabra danza de la muerte. El cuento se incluyó dentro de la colección Els altres mons de la literatura catalana (Galaxia Gutenberg, 2005), en la que Víctor Martinez-Gil recogió ejemplos tempranos de narrativa especulativa. Además, Ruyra es autor del cuento La xucladora, que se considera el primer cuento de vampiros de la narrativa catalana. La protagonista es una especie de sirena maléfica que atrae con su sensualidad fatal a un pobre pescador y todo el cuento tiene un aire altamente tórrido para el muy cristiano Ruyra.
Exposición de Alberto Quintanilla y Ousseynou Gassama
DOS MAESTROS DE LO ENIGMÁTICO EN EL MATER
Ousseynou Gassama fue, o es, una persona sin hogar nacido en Senegal en la década de los ochenta que rondaba entre 2008 y 2011 por el barrio del Born de Barcelona. Concretamente, cerca de donde se encuentra la tienda Vila Viniteca. Las cajas de vinos que solía dejar el comercio en la puerta para la basura le servían a Gassama como superficie en la que pintar con grafito y lápices de colores. Las cortaba con un cúter y una pequeña sierra y componía allí sus obras de una extraña geografía doméstica. Solía dibujar interiores, muchas mesas y sillas, con la precisión del dibujo arquitectónico, pero con un halo misterioso y hasta fantasmagórico. Aunque se desconoce el paradero de Gassama desde el 2012, sus obras han formado parte de varias exposiciones y hasta están en la colección del Pompidou. Hasta el 16 de noviembre esas piezas se podrán ver en el la casa museu MATER, también en el Born, yuxtapuestas con las de otro artista de procedencia y generación muy distantes pero que emparenta bien con la atmósfera enigmática de Gassama. Se trata del peruano Alberto Quintanilla, que ha expuesto en el MoMA y el Museo de Arte Moderno de París y también tiene en común con Gassama la práctica del reciclaje de materiales.
