No sucede cada año, pero sí con alarmante frecuencia: un montón de talentosas estrellas se juntan para hacer una película terrible. La temporada pasada fue Borderlands, la adaptación de un videojuego que, misteriosamente, atrajo a Cate Blanchett, Kevin Hart, Jamie Lee Curtis y Jack Black, cuatro actores a los que de entrada nadie imaginaría juntos. La crítica más amable la calificó de “catástrofe total” (en la revista New York). Nos atrevemos a decir que el filme que este año junta a un gran reparto con los resultados más exasperantes es Caza de brujas. Ni la potencia combinada de Julia Roberts –que es mucha potencia–, Andrew Garfield, Michael Stuhlbarg, Ayo Edebiri y Chloe Sevigny juntos puede rescatar lo último de Luca Guadagnino. Una campus movie que pasa en Yale y que trata de decir algo, no se sabe muy bien qué, pero algo cínico seguro, sobre la cultura de la cancelación, el choque generacional y la cultura woke. Hasta los siempre resultones Atticus Finch y Trent Reznor parecen haber finiquitado la irritante banda sonora en media tarde. Eso sí, fantásticos mocasines y una de las casas más bonitas que se ha visto en el cine desde, bueno, otra película de Guadagnino, Call Me By Your Name.
Pésimo año para las mujeres directoras de Hollywood
Fotograma de 'Elio'
Durante todo 2025, solo tres películas de Hollywood producidas por grandes estudios estuvieron dirigidas por mujeres: Ponte en mi lugar, de Nisha Ganatra, la secuela de Sé lo que hicisteis el último verano, de Jennifer Kaytin Robinson, y el filme de animación Elio, de Pixar, que tiene tres directores y dos de ellas son mujeres, Madeline Sharafian y Domee Shi. Los deprimentes números los ha compilado el analista de la industria Richard Rushfield. Ampliando a producciones independientes que quedan lejos de las cien películas que más han recaudado, le salen algunas más, como Materialistas de Céline Song, y dos películas dirigidas por actrices exitosas, Kristen Stewart y Scarlett Johansson, a quienes se les presume mayor facilidad para conseguir financiar sus proyectos. Rushfield lo considera la prueba de que, si alguien pensaba que las políticas de la administración Trump cargándose cualquier programa de diversidad e inclusión que pueda existir no iban a llegar a Hollywood, se equivocaba. La propia Stewart citó esas cifras y las calificó de “una montaña de excrementos”.
¿Cancelado por su camiseta de Joy Division?
Anthony Albanese con la camiseta de Joy Division
Tras 24 horas de vuelo, el primer ministro de Australia, el laborista Anthony Albanese, que volvía de negociar aranceles con Donald Trump, se bajó del avión en Sidney no con el traje que se esperaría de un líder de su nivel, sino con vaqueros y camiseta, en concreto su muy favorita camiseta de Joy Division. El grafismo del disco Unkwown Pleasures es bien reconocible y la camiseta, una de las más famosas de la historia del rock junto a las de los Ramones y la de Sonic Youth. Albanese no imaginaba que su atuendo en deshabillé le costaría un reproche en el Parlamento. La líder de la oposición, Sussan Ley, le afeó que llevase esa camiseta en un momento de auge del antisemitismo, ya que, dijo, la banda Joy Division tomó su nombre del ala de los campos de concentración donde se situaba a las mujeres judías escogidas para prestar servicios sexuales a los oficiales nazis. En realidad, ese dato no está contrastado –la directora del campo de Birkenau se lo hizo saber a la política australiana– y esa idea, muy repetida desde los años ochenta, sale de una novela de los años cincuenta titulada House of Dolls.
David Drake, esclavo, ceramista y poeta
Pieza de cerámica de Dave Drake.
Se acaba de resolver en Boston el primer caso de restitución de un obra de arte, dos en realidad, a los herederos vivos de un artista afroamericano esclavizado. Dave Drake fue un ceramista experimentado que vivió toda su vida en esclavitud en Carolina del Sur, entre 1800 y 1870. A pesar de que existían leyes que perseguían y penalizaban la alfabetización de los negros, Drake las desafiaba firmando y a veces inscribiendo frases o poemas en sus ánforas de barro, por lo que se puede probar su autoría. El Museum of Fine Arts de Boston tenía dos en su colección y ha decidido devolver una a sus descendientes, que la dejarán en préstamo un par de años, y recomprarles la otra, siguiendo prácticas habituales en el arte robado por los nazis. Otra pieza que se conserva tiene la inscripción “Me pregunto dónde está mi familia”. La creó Drake tras ser forzado a separarse de su mujer e hijos. Los abogados que han llevado el caso creen que abre la puerta a otras restituciones similares, aunque la mayoría de obras de esclavos que se conservan en Norteamérica son anónimas.
