El volumen de memorias que publica la autora india Arundhati Roy (Shillong, 1959) revela desde el título –Mi refugio y mi tormenta– el oxímoron existencial que encontramos en sus páginas. Un duelo sostenido entre dos fuerzas opuestas que la atraen y la repelen de su propia madre, Mary Roy –la señora Roy–, a la que llora tras su fallecimiento en el 2022, a punto de cumplir ochenta y nueve años.
Aquejada de asma desde temprana edad, la madre utilizó esta dolencia como arma coercitiva. La hija vivió siempre temerosa y cauta ante la amenaza de que ella podía causarle la muerte en cualquier momento. El padre dejó pronto de formar parte de la unidad familiar y su hermano era, como ella, blanco de la ira despótica de su progenitora.
Arundhati Roy va trazando el perfil de una madre maltratadora (“Estaba acostumbrada a que me echasen”) cuyos dardos hirientes hacen diana en sus descendientes. Esa mujer cruel y fría alcanzó sin embargo grandes logros con empeño y tesón. Creó un colegio en Kottayam, una apuesta por una educación sólida y amplia –incorporó actividades deportivas, musicales o teatrales–. A ese proyecto dedicó todas sus fuerzas y energías. Se rodeó de fieles asistentes que excusaban sus malas formas y alababan su determinación y entrega. Luchó también contra las leyes patriarcales.
La hija abandonará la escuela-casa a los dieciocho años. Iniciará la vida adulta, lejos de la influencia materna. Se irá a Delhi para estudiar Arquitectura. Mantendrá una relación con un chico que no llegará a buen puerto. Conocerá otros ambientes, la precariedad y la dureza de ser mujer sin recursos, pero tirará adelante.
Roy en una imagen del 2017
Cuando tras siete años sin contacto alguno con los suyos, lo retome, su hermano le explicará que él también se fue y le presentará a un padre al que dejó de ver cuando tenía tres años, un hombre decrépito, histriónico y alcoholizado.
La escritura lleva tiempo latiendo en la joven Arundhati, que acabará con un hombre casado, Padrip, con dos hijas. Empezará a ganarse la vida trabajando con él como guionista de películas y documentales. A los treinta y dos años publicará su primer artículo.
La autora retrata su crecimiento, su firme voluntad de ser coherente –en sus trabajos y en su vida–. La amistad se convierte “en la balsa donde navego”. Comprometida, no dejará de apostar por una sociedad más justa, respetuosa y pacífica. La política irá ganando terreno en este volumen y forjando la figura de la autora activista que visita zonas conflictivas como Cachemira, rechaza el nacionalismo hindú, se opone a la construcción de la presa Sardar Sarovar o a las pruebas nucleares de su país. Interesante es el proceso que envuelve la escritura de su inolvidable primera novela, El dios de las pequeñas cosas, los paralelismos entre realidad y ficción, sus paisajes y afectos. Las referencias a personajes que pasan a la realidad, o a la inversa, como esa “polilla fría en mi corazón”. Como atractivo es conocer el camino del libro desde su origen hasta su publicación –el papel de Pankaj Mishra, agentes y editores–, su éxito –traducciones y Booker–. Con los ingresos que le proporcionó decidió crear un fondo fiduciario de solidaridad y repartir beneficios.
La escritura de Roy va destapando las heridas que han forjado su vida, también las que supuraron en sus progenitores. Las expondrá sin dramatismo ni grandilocuencia, pero el impacto no se amortigua. La determinación de la autora con algunos aspectos del país la colocará en la plaza pública, donde recibirá escarnio y condena que la llevarán incluso a dormir en prisión.
La autora de El ministerio de la felicidad suprema y de varios ensayos políticos nos brinda en estas páginas un atractivo retrato, tan personal como social, que constituye una vuelta de tuerca a su compromiso literario y vital.
Arundhati Roy
Mi refugio y mi tormenta / El meu refugi i la meva tempesta
Trad. al castellano de C. Martínez. Al catalán de I. Falcó.
Alfaguara / Ara Llibres
432 páginas, 22,90 euros
