Emilia Pardo Bazán tuvo una granja en Galicia. Estaba en la ladera de una suave montaña de Sada, en la parroquia de la antigua iglesia de San Martiño de Meirás, entre Betanzos y A Coruña, asomada a un valle verde y exuberante. Dejó escrito que por la noche, bajo los luceros, “parece brotar del silencio una misteriosa sinfonía de aromas”. La familia lo llamaba “la granja” porque la propiedad se dedicó durante décadas a la explotación agrícola y ganadera. Ella la heredó en 1893 y transformó el antiguo edificio de hechuras modestas. Mandó levantar unas torres almenadas de aire medieval junto a otros detalles románticos que le dieron al Pazo de Meirás su aire ensoñador y misterioso.
Ubicó su estudio de trabajo y su preciada biblioteca de más de diez mil volúmenes en la Torre de la Quimera, la que se orientaba al levante que veía nacer el sol cada día. Allí escribió gran parte de su obra literaria. En sus Apuntes autobiográficos explica que en esa “celda” suya de Meirás es “donde siente más de continuo la ligera fiebre que acompaña a la creación artística”.
Doña Emilia falleció en 1921. En 1938, con la Guerra Civil decantada hacia los golpistas de Franco, se constituyó una Junta Pro-Pazo del Caudillo, integrada por el gobernador civil y varios alcaldes. La idea era que la ciudadanía “regalase” el Pazo de Meirás al nuevo jefe de Estado para que pasase las vacaciones de verano. No era fácil decir que no ibas a dar dinero para la causa cuando el que no mostraba devoción por la cruzada podía acabar fusilado.
No solo se quedaron con el continente, ampliando los terrenos del pazo con expropiaciones exprés ilegales, sino también con el contenido, incluidas todas las obras de arte que había atesorado Emilia Pardo Bazán y su querida biblioteca. En el libro Meirás: un pazo, un caudillo, un espolio, de Manuel Pérez Lorenzo y Carlos Babío Urkidi (editado en gallego en el 2017 por la Fundación Galiza Sempre y publicado en castellano en el 2022 como Meirás, un pazo para el caudillo, con un emotivo prólogo de Manuel Rivas) se explica con detalle “cómo se efectuaron apropiaciones de recursos públicos y privados, desde estatuas románicas a pilas bautismales, tapices…” y cómo, tras la muerte del dictador en 1975, la familia Franco ha seguido reteniendo durante décadas la propiedad y usándola como su propio cortijo.
/ En el 2021 los herederos del dictador quisieron donar 3.000 ejemplares a la RAE, que lo rechazó
No se sabe cuántos libros han podido desaparecer de la Torre de la Quimera. Pero sí se sabe que en el 2021 la familia Franco, en un gesto de magnanimidad (que escondía su inquina a que la Xunta de Galicia fuese propietaria de los libros), quiso donar a la Real Academia Española cerca de 3.000 volúmenes de la biblioteca de Emilia Pardo Bazán. La RAE, que a principios de siglo XX rechazó de manera lamentable hacerla académica de la lengua por ser mujer, estuvo más digna en esta ocasión y no aceptó la donación de los Franco, atendiendo al criterio de que la biblioteca debía permanecer unida y en su territorio natural, por no nombrar el hecho de que no es muy presentable pretender donar lo que no es tuyo.
El 2 de septiembre del 2020, el Juzgado de Primera Instancia número 1 de A Coruña sentenció que el Pazo y su contenido (incluida la biblioteca) eran propiedad del Estado, declarando nula la pretensión de la familia de apropiárselo. Hasta el pasado 2024 todavía trataron de estirar la agonía legal con recursos que no les han dado resultado.
El Pazo de Meirás
María López-Sández, responsable de la Casa-Museo Emilia Pardo Bazán y académica de la Real Academia Galega, que custodia actualmente la biblioteca de la escritora, explica a La Vanguardia que “la biblioteca de Emilia Pardo Bazán es una colección excepcional, formada a lo largo de su vida intelectual y concebida como el centro de su trabajo creativo y de estudio. Reúne obras literarias, históricas, filosóficas, científicas y artísticas, con una clara preferencia por los grandes autores europeos. Entre los volúmenes hay primeras ediciones y ejemplares dedicados a la autora por sus contemporáneos. También un nutrido conjunto de libros dedicados a la situación de las mujeres.
La riqueza y variedad de la biblioteca reflejan la amplia formación y la curiosidad intelectual de la autora”. También son libros con valor añadido porque “muchos ejemplares presentan anotaciones y subrayados autógrafos, realizados por ella. Una cuarta parte de las obras presenta dedicatorias autógrafas a doña Emilia, por ejemplo de autores como Curros Enríquez, Pondal, Unamuno, Machado, Juan Ramón Jiménez, Zola y tantos otros”.
En 1978 un extraño incendio cuyas causas nunca se esclarecieron hizo arder muchos papeles y diarios de Franco y una brigada del ejército sacó los libros para ponerlos a salvo. “En 1978 llegaron a la Academia 7.883 volúmenes, todos procedentes de Meirás, salvo 400 donados por Blanca Quiroga. Meirás es un lugar íntimamente ligado a la personalidad creadora de Pardo Bazán. No solo diseñó ella misma la construcción, sino que se inspiró en otras casas de escritores y, por ejemplo, mientras escribía La quimera dio el nombre de Torre de la Quimera a una de las torres del pazo. O el balcón, que denominó balcón de las musas. Puede decirse que Meirás es una prolongación de la propia tarea creadora de la autora”.
/ Sería bonito reunir los casi 11.000 volúmenes, ahora repartidos entre la Real Academia Galega y el Pazo, en una única sede
La Academia Galega tiene los volúmenes de Emilia Pardo Bazán perfectamente protegidos y catalogados. Pero aún quedan los más de 3.000 ejemplares que finalmente permanecen en el Pazo de Meirás. “En las Torres de Meirás permanecen aún 3.011 obras, que sería deseable unificar con las que están en la Real Academia Galega aunque todas estén ya protegidas por la declaración de Bien de Interés Cultural. Los volúmenes de Meirás y los de la Real Academia Galega forman parte del mismo conjunto protegido, pero su unificación física todavía requiere un acuerdo institucional y técnico entre todas las administraciones competentes: Xunta de Galicia, Ministerio de Cultura y Real Academia Galega”.
Después de sobrevivir a una donación forzosa, a los caprichos de la familia Franco y a un misterioso incendio, sería bonito que los libros de Emilia Pardo Bazán un día regresaran todos juntos a esa Torre de la Quimera y, tras tantos años de cerrazón, les llegue de nuevo la brisa de ese balcón de las musas. /
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Antonio Iturbe, periodista y escritor. Ganador del Premio Biblioteca Breve 2017 por ‘A cielo abierto’

